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PANORÁMICAS

House, el doctor que no amaba a sus pacientes

En la encuesta que he planteado en mi blog sobre la mejor serie norteamericana contemporánea me esperaba los primeros puestos de Los Soprano, The Wire y El Ala Oeste de la Casa Blanca, pero no que encabezase la lista House.

En la encuesta que he planteado en mi blog sobre la mejor serie norteamericana contemporánea me esperaba los primeros puestos de Los Soprano, The Wire y El Ala Oeste de la Casa Blanca, pero no que encabezase la lista House.
Repetitiva hasta la náusea en cuanto a la mecánica médica, es, sin embargo, tan adictiva como la vicodina que se traga a puñaos el lucidísimo doctor. Ese fármaco que le calma el dolor de su pierna mala es una metáfora de la propia serie: ya no es la religión el opio del pueblo, sino las series de televisión. Para el caso, necesitamos nuestra dosis diaria/semanal de humor negro e intransigencia (in)moral contra las estupideces del sentido común, el sentimentalismo barato, los intereses creados y los prejuicios (vulgares y científicos) que nos rodean en el día a día, por obra y gracias, por ejemplo, de olímpicos con corazonadas y otros estafadores más o menos bienintencionados.

Si los hombres son de Marte, las mujeres de Venus y Mr. Spock viene de Vulcano, Gregory House debe de ser de Plutón. Como el dios griego, puede ser a la vez despiadado, terrible y, sin embargo, benefactor (caprichoso, eso sí). La muerte no le afecta, como tampoco las peripecias vitales más comunes. De vez en cuando los guionistas intentan buscarle un lío amoroso (la directora del hospital es la principal candidata), pero no hay puentes que puedan resistir los terremotos que periódicamente azotan la isla sobre la que ha erigido su atalaya de despectiva incomunicación.

En alguna que otra ocasión me había referido a House; permítanme las autocitas:
El doctor House es un gran enfermo escondido en un gran médico. Incapaz de curarse a sí mismo, contempla cómo alivia el dolor a su alrededor mientras su propio sufrimiento aumenta exponencialmente. Como si la forma de eliminar los males de los demás fuese apropiárselos. Por ello, [es un] personaje trágico.

La extrema soledad de Jack Bauer –como la del Dr. House, el otro gran y soberbio individualista de la cadena Fox–, su insumisión congénita, su oposición a las reglas establecidas y su evaluación sobre la marcha y obedeciendo a criterios estrictamente racionales hacen de ellos... héroes del que la filósofa libertariana Ayn Rand estaría orgullosa.
Claro que, para citas, las propias del cínico más grande que ha habido desde Groucho Marx,que resucitan la especialidad del dialoguista en los equipos de guionistas. Algunas de ellas constituyen toda una declaración de guerra, además de un perfil psicológico:
(A un paciente)"¿Preferiría un médico que le coja la mano mientras se muere o uno que le ignore mientras mejora? Aunque yo creo que lo peor sería uno que te ignore mientras te mueres".
Es un lugar común de la medicina postmoderna y humanitaria que lo de que "no hay enfermedades, sino pacientes". Para SherlockHouse, lo que hay son ingeniosos puzzles en los que la enfermedad y el paciente no son sino piezas que hay que encajar en el orden correcto. Variables de una ecuación. Puras abstracciones. El orden correcto suele tardar en emerger, suspense obliga, y para entonces el paciente igual se ha muerto (en ocasiones House tiene la tentación de adelantarse a los acontecimientos y practicar la autopsia a personas vivas).
(A un enfermo asombrado al que ha recetado fumar): "Casi todo lo que prescribo es adictivo y peligroso, la diferencia es que esto es legal. Feliz día".
Las leyes sociales, tanto las jurídicas como las morales, no tienen un gran valor para House. Y no porque tenga unos principios muy elevados que choquen con unas normas convencionales, sino más bien porque no tiene ninguno. Egocéntrico mayúsculo, no reconoce los intereses de los otros como diferentes de los propios, lo que le lleva a un individualismo radical que no reconoce forma alguna de autoridad y a una concepción de la justicia ligada a los relativos y subjetivos intereses personales. A pesar de ello, de la explotación a la que somete a los demás, tiene un gran encanto, basado en un sentido del humor afilado y sádico. Los espectadores comparten con él un voyeurismo morboso del mismo tipo del que llenaba las plazas en las ejecuciones públicas.
(En respuesta a su equipo, que opina que un paciente debe dejar el hospital): "A no ser que me hayan declarado el cuarto miembro del eje del mal invadido y ocupado, esto sigue sin ser una democracia. Se queda".
House es un yonqui de los analgésicos, los rompecabezas y... el poder. Trabaja con un equipo que no funciona en equipo. En realidad, Foreman, Cameron y Chase –por mencionar a los personajes originarios– le sirven de mera pared de frontón de sus propias ideas. House es House, y sus circunstancias son: el neurólogo negro, la doctora sentimental y el australiano guapo. House siente la erótica del poder y las mujeres sienten el poder de la erótica. Humor y poder, además de una cuenta corriente saneada, hacen que House sea irresistible para el sexo opuesto. Pero él ha hecho cuentas y le sale más barato una prostituta que una esposa.
(Cuddy está indignada porque House quiere experimentar con un paciente y ella no está dispuesta a que sufra la familia de éste): "Buenas noticias: su única familia está arriba muriéndose".
Hay que reconocerle a House que para las enfermedades endiabladamente raras es el mejor. Porque practica la metodología científica con un rigor que admiraría a Popper. Si el filósofo vienés escribió Conjeturas y refutaciones teorizando sobre el modo de demarcación entre lo que es ciencia y lo que no, el médico norteamericano, cuando diagnostica, se da con gran desparpajo a la conjetura y se lo pasa como un enano cuando lo refutan. Mr. House jamás permite que un buen sentimiento impida la puesta en cuestión de una hipótesis prometedora.
(Foreman decide hacerle una prueba a un paciente aprovechando que no están sus padres, que no dejan que se acerque a él): "¡Me gusta ese negro, tiene coraje!".
El lema de la Ilustración, vía Kant, era Sapere aude! Es decir: "¡Atrévete a saber!". House es tan atractivo no porque sea muy listo, sino porque es lo suficientemente valeroso para defender sus ideas, por muy disparatadas que puedan parecer, contra viento y marea, contra tirios y troyanos. Pero, a diferencia de Kant, ese valor intelectual no lo usa para alcanzar una mayor sabiduría, sino simplemente para salir airoso de los desafíos intelectuales a los que se enfrenta. Más sofista que sabio, en el fondo cada capítulo es (más o menos) idéntico al anterior, porque House sigue siendo idéntico a sí mismo. Como Dios. Aunque un Dios que cojea.

La próxima semana comienza en Fox la emisión de la sexta temporada, que se abre con un capítulo especial de hora y media de duración (recientemente emitido en Cuatro). En ella veremos al médico convertido en paciente (de frenopático, naturalmente), a la sentimental Cameron más endurecida que el adamantium y a Chase... llevando la lógica asesina a su vocación de matasanos.


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