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CÓMO ESTÁ EL PATIO

¡Viva la teletienda!

Los programas de teletienda, que todas las televisiones incluyen en su parrilla diaria, ofrecen al espectador una imagen fiel del nivel de desarrollo tecnológico de nuestra sociedad. Cumplen, por tanto, una función social. Las personas interesadas en la alta tecnología y sus diversas aplicaciones en la vida cotidiana somos fieles seguidores de estos espacios, a pesar del descrédito que sufren, precisamente de manos de quienes prefieren productos de mucho menor calado intelectual, como los programas del corazón o las tabarras catódicas de Eduardo Punset.

Los programas de teletienda, que todas las televisiones incluyen en su parrilla diaria, ofrecen al espectador una imagen fiel del nivel de desarrollo tecnológico de nuestra sociedad. Cumplen, por tanto, una función social. Las personas interesadas en la alta tecnología y sus diversas aplicaciones en la vida cotidiana somos fieles seguidores de estos espacios, a pesar del descrédito que sufren, precisamente de manos de quienes prefieren productos de mucho menor calado intelectual, como los programas del corazón o las tabarras catódicas de Eduardo Punset.
La teletienda es un programa técnicamente muy completo, estéticamente muy cuidado y sobre todo de una gran veracidad. Los cuerpos perfectos de las señoritas y caballeros que prueban en la pantalla el catálogo de artefactos que se ofrecen a la venta así lo atestiguan. Me refiero principalmente a los inventos para reducir la grasa corporal sin necesidad de ponerse a dar vueltas a la manzana a trote marranero durante una hora diaria, actividad tan común actualmente como absurda y antiestética, que además provoca que el cuerpo sude, con la consecuencia de que inmediatamente hay que ducharse, y eso es algo que en lugares donde se padece una sequía pertinaz gracias al Tripartit resulta casi un delito insolidario.

Por ejemplo, hay un artilugio que consiste en dos electrodos sujetos a una especie de merenderas adhesivas, que se colocan a su vez en las zonas más adiposas del cuerpo. Los dos tupperwares van conectados a una batería eléctrica, que envía continuas descargas a los terminales y hace que las lorzas entren en una fase aguda de temblor involuntario y el sebo se convierta en músculo duro como el acero.
 
El azafato que hace la demostración, con un cuerpo como si acabara de salir de un catálogo de gimnasios gays, así lo atestigua. Las erosiones epidérmicas y los riesgos evidentes de electrocución pasan a un segundo plano ante la evidencia de que cualquiera puede partir almendras con los abdominales a poco que se compre este aparatito y siga las instrucciones.

Pero si bien es cierto que los dispositivos destinados a la salud en general y a la musculación en particular son lo más de la teletienda, también se ofrecen soluciones para el hogar extremadamente funcionales a la par que elegantes. Hay en concreto un sofá hinchable que me tiene entusiasmado. El sofá tiene cinco plazas, porque estos de la teletienda cuando se ponen es que se ponen. Además tiene varias posiciones, desde una chaisse longue fastuosa hasta un diván muy apañadito, pasando por el clásico sofá de toda la vida al que sólo le faltan la tapicería de escay y los trapos de ganchillo en los reposabrazos para que se te salten las lágrimas ante tamaña reivindicación de la españolía tradicional. El volumen de aire para inflar semejante armatoste debe de ser aproximadamente el mismo que se necesitaría de helio para levantar a Michael Moore diez centímetros del suelo. Una animalada. Pero como los teletenderos piensan en todo, junto al sillón te regalan un compresor eléctrico que lo infla en apenas unos minutos.
 
Mas no acaban aquí las prestaciones del invento. Para que usted pueda utilizar en cualquier ocasión su cómoda Restform Double Bed, que así se llama esta maravilla, le envían también un adaptador de corriente para el mechero del coche, por si un día le apetece parar en medio de la autopista y echarse una siesta, cuestión ésta que, parece asombroso, no se le había ocurrido aún al noble gremio de los fabricantes de sofás hinchables.
 
Un personaje imprescindible en la teletienda es el experto, que avala con su prestigio científico la veracidad de la información ofrecida acerca de las propiedades del objeto en cuestión. Generalmente es alguien en posesión de unas licenciaturas rarísimas, expedidas por universidades tan difíciles de pronunciar como de ubicar en el mapa. Con su testimonio acredita las bondades de los artefactos puestos a la venta, basados generalmente en novísimos descubrimientos realizados por laboratorios especializados en las ciencias de frontera.
 
Pero lo más interesante de los anuncios de la teletienda es el final, momento en el que ante el asombrado espectador se van acumulando ofertas y descuentos de todo tipo. Con cada compra te regalan dos o tres armatostes, que tampoco necesitas, pero eso da igual, y además te lo cuentan exactamente con el tono de voz que usaba Ramonet cuando venía a mi pueblo a vender mantas paduanas. Su viuda debería exigirles el pago de derechos de autor. Y si no, que les denuncie a Ramoncín y a Teddy Bautista: ellos saben cómo tratar a esta clase de sinvergüenzas.
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