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CIENCIA

Vientos sin fronteras

Parece que en Madrid ya se respira mejor. El cielo vuelve a ser de un color que recuerda remotamente al azul y, desde las afueras, ya no se aprecia esa especie de hongo atómico con aspecto de plomo viejo que adornaba la ciudad hace unos días. La nube de polvo sahariano se ha diluido.

Parece que en Madrid ya se respira mejor. El cielo vuelve a ser de un color que recuerda remotamente al azul y, desde las afueras, ya no se aprecia esa especie de hongo atómico con aspecto de plomo viejo que adornaba la ciudad hace unos días. La nube de polvo sahariano se ha diluido.
Imagen captada por Antena 3 desde el norte de Madrid.
El fenómeno de inversión térmica ha pasado y ya no proyecta sobre la capital los miles de partículas contaminantes reunidas por el azar, las corrientes de aire y la geografía. Ya podemos volver a correr por las calles sin peligro, si es que algún día lo hubo.
 
No sé a ustedes, pero a mí me ha sorprendido el escaso eco que la noticia ha tenido en los medios más ecoalarmistas. La verdad es que la ocasión venía que ni pintada. El acontecimiento de un cúmulo de contaminación sobre la gran ciudad, en medio de un debate abierto (nunca mejor dicho) sobre la proliferación de obras urbanas y con los verdes en plena gresca con el PSOE, al que quieren apretar las tuercas últimamente por culpa de su falta de definición ecológica, era el escenario perfecto para lanzar una campaña apocalíptica sobre lo mal que vivimos, lo cerca que estamos de la extinción, lo mucho que nos vamos a achicharrar próximamente y lo nefastas que son las nuevas tecnologías para el equilibrio del planeta. Pero lo cierto es que el tema ha pasado como de puntillas por una actualidad demasiado preocupada en asuntos nacionales más importantes.
 
Es una pena, porque, ahora que la ciencia vuelve a saltar a las primeras páginas (gripe aviaria, ley de reproducción asistida, etcétera), hemos perdido una buena oportunidad para hablar de vientos, atmósferas, corrientes y mareas.
 
Bueno, pues yo no me voy a privar. Y la excusa me la da una noticia llegada ayer mismo desde Estados Unidos que nos demuestra que, por mucho que nos pese a los madrileños, no somos tan especiales como creíamos. La nube de polvo sahariano no es única; de hecho, es un fenómeno que se repite en otros lares y cuyo estudio permite adquirir nuevos conocimientos sobre el funcionamiento de las masas de viento planetarias.
 
Según han informado científicos del Georgia Institute of Technology, una masas de abundantes cantidades de productos químicos propulsores de la formación de ozono atmosférico llegará hasta los cielos del norte de Estados Unidos, procedente de Asia, después de atravesar el Pacífico. El acontecimiento se prevé para el mes de mayo, al final de la primavera, precisamente el momento en que el aumento de la radiación solar puede servir para empeorar aún más las cosas.
 
Imagen tomada de www.puebloviejo.net.El ozono es un gas que se produce en las capas altas de la atmósfera y que nos sirve, entre otras cosas, de manto protector ante las radiaciones dañinas del sol. Pero, a menudo, la conjunción de emisiones contaminantes de la industria y del tráfico con la acción de los rayos solares provoca la producción de ozono también en la capa atmosférica más cercana a la corteza terrestre. Es ese caso, el ozono se convierte en un mal amigo: al inhalarlo pueden producirse algunos problemas de salud, irritaciones, deficiencias respiratorias e incluso un aumento de la mortalidad prematura en las áreas afectadas.
 
Otro reciente estudio, éste de la Universidad de Yale, sugiere que no existen niveles suficientemente seguros de ozono atmosférico. Incluso en las cantidades más pequeñas, tiene efectos sobre la salud pública.
 
El hallazgo de esa gran masa contaminante que llega desde el océano hasta la Costa Oeste de Estados Unidos es importante porque permitirá a los científicos conocer mejor los patrones climáticos que facilitan la aparición de fenómenos como éste, o como la famosa nube de polvo sahariana. Es decir, determinar cómo la contaminación generada en un lugar del mundo puede afectar a otra región a miles de kilómetros.
 
De momento, se ha detectado que los meses de abril y mayo son los más sensibles a este fenómeno, probablemente por el aumento de la radiación solar en primavera. Pero se desconoce exactamente si la fuente real de este fenómeno es la actividad contaminante de Asia o si puede localizarse más lejos todavía: en las fábricas y carreteras europeas.
 
¿Están nuestros motores generando contaminantes que terminarán respirando los ciudadanos de Estados Unidos?
 
Quién sabe. Lo cierto es que cada vez que la ciencia echa un vistazo al cielo se encuentra con alguna cuestión que ha de recordarnos lo complicados que son los patrones climáticos de un planeta vivo como el nuestro. Por eso es difícil realizar aseveraciones taxativas como la que se acaba de anunciar en el Simposio Internacional sobre el Cambio Climático: nos alertan de un posible aumento de temperaturas de entre 3 y 5 grados en el próximo siglo, con consecuencias catastróficas.
 
El clima es un puzzle demasiado complejo como para ser resuelto en un solo titular de prensa.
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