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CRÓNICA NEGRA

Van a matar a un español inocente

Aprovecho que las urnas han despedido al gobierno de Zapatero, que no podía ni con su osamenta, para pedir al gobierno de Rajoy que nos represente en todas partes con la calidad y dignidad que nos merecemos.


	Aprovecho que las urnas han despedido al gobierno de Zapatero, que no podía ni con su osamenta, para pedir al gobierno de Rajoy que nos represente en todas partes con la calidad y dignidad que nos merecemos.

Desde que Zapatero se quedó sentado al paso de la bandera de los Estados Unidos, como haciéndola de menos, digamos que no nos han hecho caso en los foros norteamericanos y nos tienen por un país de metepatas.

El caso es que nuestro paisano Pablo Ibar, sobrino del morrosko Urtain, está en una cárcel de Florida, en el corredor de la muerte. Le acusan sin pruebas de haber participado en un triple asesinato, el de un hombre y dos hermosas mujeres, pero lo hacen con la única evidencia de una foto recortada de un video de una cámara de seguridad, con muy mala definición, en la que es imposible reconocerlo. Además, se da la circunstancia de que el presunto autor de los asesinatos lleva puesta una sudadera a modo de capucha que en un momento dado se quita delante de la cámara y tira al suelo. Examinada esa prenda, ninguna de las pruebas biológicas ha dado ADN coincidente con el de Pablo Ibar.

En ningún otro lugar de la casa, o de la escena del crimen, han encontrado ADN de Pablo. Eso quiere decir que, como no hay testigos ni huellas dactilares, lo más lógico es que no estuviera en la escena del crimen. Además su mujer, que se casó con Pablo estando en el corredor de la muerte, no se cansa de decir que cuando sucedieron los hechos estaba con ella, de modo que él no es el asesino.

En Estados Unidos la pena de muerte se aplica de forma mayoritaria a hispanos y negros. Y Pablo es hispano, pues allí la mayoría no distingue lo español de lo hispano, ni falta que hace. Por el tiempo en que imputaron a Pablo, que lleva ya once años en el corredor de la muerte y que es el único español condenado a la pena capital en los Estados Unidos, había otro compatriota en su misma situación, Joaquín José Martínez, a quien el pueblo español, con sus parlamentarios a la cabeza, lograron rescatar, tras reunir cien millones de pesetas. El mismo juez que condenó a muerte a Joaquín José, con las mismas pruebas, le declaró inocente una vez gastados los cien kilos de vellón en peritajes, asesores, pruebas y defensa.

Hoy, aquella batalla que se dio por Joaquín José y lo convirtió en un hombre libre no se ha repetido con Pablo Ibar, quizá por la flojera del gobierno. Un gobierno de ministriles que debería dar paso a gente de instrucción, con fuerte personalidad y conocedora del derecho internacional, amén de algún que otro idioma, a la que no frene la pereza de defender a cualquier español al que amenace la muerte, como es el caso.

Pablo Ibar, con todos los respetos para los familiares y deudos de las víctimas, no mató a Casimir Sucharski, ni a las dos mujeres que le acompañaban, Sharon Anderson y Marie Rodgers, porque lo dice la falta de pruebas concluyentes. Le imputaron a él como culparon a Joaquín José: por hispano y porque les pillaba cerca. No tienen pruebas, testigos ni huellas. No tienen nada más que una acusación que no se sostiene y una fe excesiva en la pena de muerte.

España no practica la pena de muerte. Aquí se mató con tortura en el garrote vil hasta 1974; ayer, como quien dice. Y después del trauma, como después de la guerra civil más sangrienta del mundo, tenemos a gala defender a nuestros ciudadanos siempre que haya parlamentarios dignos que lo tramiten y un gobierno fuerte, capaz de parlamentar con el más poderoso de la tierra, para examinar las condiciones abusivas en las que con todo tipo de irregularidades se condenó a muerte al sobrino del morrosko.

Pablo Ibar pertenece a un país que se empeña en levantarse de la postración y luchar. Es víctima de una injusticia, como todos nosotros, y ha llegado el momento de combatir por él: mándese a EEUU una delegación de juristas, dispóngase del dinero necesario y sáquese del corredor de la muerte al paisano que nunca debió entrar en él. 

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