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CIENCIA

¡Usted es un microbio!

Un gigantesco equipo de científicos se ha embarcado en el mayor y más ambicioso proyecto biológico en lo que va de siglo: la captura y disección de los microorganismos que viven en nuestro cuerpo o que se cuelan en él. Los éxitos que cosechen podrían revolucionar el tratamiento de las enfermedades infecciosas, desde un simple constipado hasta el sida. Y es que somos, casi, más microbios que humanos.

Un gigantesco equipo de científicos se ha embarcado en el mayor y más ambicioso proyecto biológico en lo que va de siglo: la captura y disección de los microorganismos que viven en nuestro cuerpo o que se cuelan en él. Los éxitos que cosechen podrían revolucionar el tratamiento de las enfermedades infecciosas, desde un simple constipado hasta el sida. Y es que somos, casi, más microbios que humanos.
Con un presupuesto inicial de 115 millones de dólares, los Institutos Nacionales de la Salud estadounidenses han dado luz verde al Proyecto Microbioma Humano, una aventura científica cuyo objetivo es desnudar a nivel genético los microorganismos que colonizan o invaden de forma habitual nuestro cuerpo. La empresa no es asunto baladí, sobre todo si se tiene en cuenta que de los 100.000 millones de células que conforman nuestra anatomía, sólo la décima parte puede atribuirse a nuestra propiedad; el 90% restante son simples inquilinos que han convertido nuestro organismo en su lugar de residencia, o invasores que intentan sumarse a ese colectivo okupa.
 
Bacterias, hongos, virus y parásitos se alojan en diferentes partes del cuerpo. Bacterias y pequeños ácaros se alimentan de la piel muerta. Levaduras liliputienses anidan en los dientes, los intestinos y la epidermis. Virus como el herpes simple subsisten aletargados durante años en las terminaciones nerviosas. A lo largo de la evolución, nos hemos acostumbrado a convivir en armonía con la friolera de 90.000 millones de microorganismos, de unas 400 especies diferentes. Debido a su tamaño, estos huéspedes sólo suponen el 2% de nuestra masa corporal, aunque su peso real es infinitamente mayor.
 
En efecto, muchos de estos microbios son beneficiosos para mantener la salud, mientras que otros nos hacen enfermar o, en casos extremos, nos matan. Con los primeros, llegamos a un pacto después de una larga batalla: "Dejo que te instales si no me causas problemas, y si, de paso, me reportas algún beneficio". Por ejemplo, la flora intestinal, una colonia bacteriana de 1,5 kilos que tapiza el interior de los intestinos, fermenta el alimento no digerible, produce ácidos grasos y vitaminas tan esenciales como la K y favorece la absorción del calcio, el hierro y el magnesio. Algunos de estos inquilinos intestinales, como es el caso de los probióticos, incluso estimulan el sistema inmune.
 
Otros microbios aún no han llegado a este estatus, y cuando entran en nuestro organismo lo hacen como un elefante en una cacharrería. La reacción de nuestros sistemas de defensa no es menos contundente, y el resultado es una guerra encarnizada en la que ganamos nosotros o lo hace el invasor, que, sin prever las consecuencias, acaba matando a su anfitrión. Es lo que ocurre con el virus del sida o el parásito de la malaria, criaturas que aún no han encontrado la forma de aprovecharse del paraíso que ofrece nuestro organismo sin reventarlo.
 
Sorprendentemente, los científicos saben muy poco sobre el papel que desempeña esta plétora de microbios en la salud y las enfermedades humanas. Y para conocer mejor estas interacciones un grupo de científicos estadounidenses se ha embarcado en la empresa de analizar el microbioma humano, que no es otra cosa que el conjunto de genomas de todos los organismos presentes en nuestro cuerpo. Para empezar, se han puesto una meta para un quinquenio: la lectura del material genético de 600 microbios.
 
"El microbioma humano está en gran parte sin explorar", ha declarado el doctor Elias A. Zerhouni, director de los NIH. "Es esencial –añade– que comprendamos cómo los microorganismo interactúan con el cuerpo humano, y cómo afectan a su salud y a las  enfermedades que padece. Este proyecto tiene el potencial de transformar el modo en que entendemos la salud humana, así como la forma de prevenir, diagnosticar y tratar las infecciones".
 
A fecha de hoy, los científicos saben, como ya hemos mencionado, que muchos de nuestros microbios desempeñan un papel harto saludable. Pero también existen estudios que sugieren que pequeñas variaciones en la composición de estas comunidades microbianas podrían contribuir al establecimiento de dolencias crónicas. Entre éstas cabe citar la diabetes, el asma, la obesidad y los trastornos digestivos. "Los microbios juegan un papel significativo en la salud del tracto digestivo, y muchas enfermedades gástricas afloran cuando se rompe el equilibrio en el ambiente microbiano", asegura Griffin P. Rodgers, copresidente del Human Microbiome Project's Implementation Group. "El proyecto nos ayudará a comprender mejor cómo opera en las tripas la ecología microbiana, y nos aportará la tecnología y las herramientas para ampliar nuestra exploración en este campo".
 
Hasta ahora, la ciencia no disponía de los recursos tecnológicos para analizar grupos de genomas. Habitualmente, los microbiólogos centraban sus estudios en el análisis de especies concretas de forma aislada, sin tener en cuenta su interacción con otras colonias microbianas fuera y dentro del organismo, y con el huésped. Los sobresalientes avances tecnológicos en la secuenciación genética permiten ahora cambiar de estrategia. Por ejemplo, una emergente técnica llamada metagenómica permite a los genetistas analizar los ADN de comunidades de microorganismos sin necesidad de hacerlo de uno en uno. "Nuestro propósito es descubrir qué comunidades microbianas existen en diferentes partes del cuerpo y explorar cómo estas colonias se alteran cuando estamos enfermos y sanos", dice Francis S. Collins, uno de los impulsores del proyecto.
 
Los científicos ya han empezado a recoger muestras del aparato digestivo, la boca, la piel, la cavidad nasal y el tracto urogenital de voluntarios sanos. Por fin empezamos a conocer nuestra parte microbiana.
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