Menú
CRÓNICA NEGRA

Una Avispa en un panal de rica miel

La policía española es muy buena. Me gusta decir esto, y lo digo a menudo para que nos sintamos justamente orgullosos. Los investigadores que he conocido presentaban siempre un alto grado de preparación personal y entrega. El olfato del sabueso les dota de un sexto sentido.

La policía española es muy buena. Me gusta decir esto, y lo digo a menudo para que nos sintamos justamente orgullosos. Los investigadores que he conocido presentaban siempre un alto grado de preparación personal y entrega. El olfato del sabueso les dota de un sexto sentido.
Con el torso desnudo, uno de los detenidos en la Operación Avispa.
Muchos asuntos resueltos por los comisarios Viqueira y Poveda, por ejemplo, se debieron a la constancia y sabiduría de su temple. Los tiempos han cambiado, pero la policía española sigue entre las mejores del mundo.
 
El alto grado de misterios resueltos, la contención de la criminalidad y la penetración en asuntos complicados como los que protagonizan los "asesinos en serie" descubren a menudo una organización preparada y eficaz. La reciente operación Avispa contra el crimen organizado la cataloga, además, como capacitada para los mayores retos. Otra cosa es que las asignaturas pendientes de puesta al día, tanto en formación como en dotación de medios, sigan siendo algo necesario y urgente.
 
La gran amenaza de los tiempos modernos no es ya la asociación de navajeros, ni las bandas latinas, por muy espectaculares que sean sus acciones, sino la actuación de grupos que funcionan como empresas, perfectamente asesorados y conocedores de los pasos que hay que dar para convertirse en una potencia económica. La operación Avispa, que ha entrado a saco en un panal de rica miel, ha logrado la detención de casi treinta personas, muchas de ellas capos de la mafia rusa que se habían expandido por Barcelona, Alicante y Málaga. El aguijón, que cuenta con cuatro centenares de agentes –según nos cuentan a los periodistas–, acusa a los detenidos de asociación ilícita, blanqueo de capitales y quiebra fraudulenta.
 
La importancia de la acción la convierte en un golpe soberbio al crimen organizado internacional. Y se ha dado en España, donde se las prometían tan felices. Los capos de la mafia compraban cadenas de restaurantes, bares y coches de lujo, con lo que convertían en legal el dinero ilícito obtenido en otros lugares del globo. Sus tentáculos se extendían por Castelldefells, Marbella, Fuengirola, Benalmádena, Torremolinos, Orihuela, Benissa y Altea… El dispositivo policial ha logrado pararlos, pero lo más importante no es la captura de gran parte de la organización, sino el efecto psicológico: se acaba de dictar un stop terminante al avance de las bandas.
 
El crimen organizado llegó a España como Napoleón, como si fuera de paso. Aprovechando que en nuestro país no se tenía costumbre de tales organizaciones, se fueron aposentando. Es cierto que al principio estaban de vacaciones, gastando aquí lo que robaban fuera. Pero a la vez iban evaluando la situación: un país poderoso, bien comunicado, donde se mueve mucho dinero, puerta de Europa… así que empezaron con operaciones sencillas, de beneficio inmediato.
 
Y, como el que no quiere la cosa, fueron creciendo, volviéndose más osados y agresivos. Un día cualquiera del último lustro comenzaron los ajustes de cuentas. Las muertes a la salida de restaurantes o los cuerpos descuartizados dentro de bolsas al estilo cosaco. Las mafias rusas se iban haciendo fuertes, con matones importados y raíces en nuestro territorio. Empezaron a actuar también otros grupos: sicarios que se encomendaban a la virgen antes de matar, albanokosovares desplazados de su tierra empobrecida, búlgaros expertos en la sustracción de coches de gran cilindrada. Ninguno de ellos tiene nada que ver con la inmigración, aunque a veces se confundan entre los necesitados que vienen a trabajar. Hablamos de la transmigración de la delincuencia, que se desplaza a la velocidad de la luz, visto y no visto, creando infraestructuras financieras y comerciales, haciendo colección de sociedades patrimoniales.
 
Allí donde van, su poder encuentra cómplices, asesores, gestores, gente que les defiende y que les prepara el terreno. Son, además, criminales de sangre fría para los que las palabras "secuestro" y "muerte" tienen un significado distinto al que nosotros les damos. Algunos son juguetes rotos de guerras pasadas, o espíritus rebeldes de conflictos recientes. De donde vienen, apenas les queda nada por pisotear.
 
Constituyen una jerarquía orgullosa de su utilidad que reproduce esquemas que pueden encontrarse en diferentes países. Tienen conocimiento minucioso del funcionamiento económico y financiero. La Avispa española de cuatrocientas patas ha bloqueado ochocientas cuentas distintas en más de cuarenta bancos. Las mafias saben cómo trabajar la "import-export" de las más golosas mercancías. Hubo quien organizó el tráfico de coches de quince kilos hacia África y quien introdujo los más sofisticados modos de copiar tarjetas Visa de platino.
 
De las mafias son aportaciones como "el lazo libanés", hallazgo especial para saquear cajeros, la entrada y robo en las casas con gente dentro, el "secuestro express" y el ajuste de cuentas con sicario. Muy al margen de los ciudadanos de cada país, que vienen a ganarse la vida y a hacer más pujante la economía, crecen como saprofitos las mafias chinas, rusas y colombianas, por ejemplo, en una trashumancia del delito que se desarrolla en paralelo al crecimiento económico. Trabajan la droga, la prostitución, las falsificaciones de marcas y, por supuesto, el lavado de dinero negro.
 
Pero la policía española les ha partido por el eje. No se trata nada más que de un primer gran éxito, y queda mucho por hacer, pero también es la demostración de que ésta no será una tierra que se rinda al crimen organizado.
0
comentarios