Menú
CIENCIA

Un gen divino que alarga la vida

Mediante la manipulación de un único gen, un equipo de científicos ha logrado alargar considerablemente la vida de unos ratones. ¿Es este fragmento de ADN rejuvenecedor uno de los ingredientes del elixir de la eterna juventud? Sí, si fuéramos roedores. Aunque no hay que perder la esperanza, pues el gen podría funcionar en humanos.

Mediante la manipulación de un único gen, un equipo de científicos ha logrado alargar considerablemente la vida de unos ratones. ¿Es este fragmento de ADN rejuvenecedor uno de los ingredientes del elixir de la eterna juventud? Sí, si fuéramos roedores. Aunque no hay que perder la esperanza, pues el gen podría funcionar en humanos.
Detalle de LA CREACIÓN de Miguel Ángel.
La desesperanza en la esperanza de vida es cosa del pasado, si me permiten el juego de palabras. Hace más de un sigo, Alejandro Dumas expresó con acierto la actitud de resignación que mostraban sus coetáneos ante la senectud: "El hombre nace con dientes, sin cabello y sin ilusiones. Y muere lo mismo: sin dientes, sin cabellos y sin ilusiones".
 
Durante siglos, la comunidad científica depositó la vida humana en manos del destino, tal vez influida por la idea helénica de la intervención divina en nuestro devenir. Para los griegos, las Moiras –su equivalente romano son las Parcas o Fatos– se encargaban de hilar un frágil hilo de lana que simbolizaba la vida de las personas. Hijas de Nix, la Noche, o quizás de Zeus y Temis, las hilanderas eran tres: Cloto, la que hila; Láquesis, la que devana, y Átropos, la que corta.
 
En la actualidad, las palabras de Dumas siguen vigentes, pero con ciertos matices. Es muy probable que la gente deje este mundo desencantada, pero cada vez son más las personas que llegan a viejos con su dentadura, su melena y sus facultades mentales en un estado envidiable. Cada vez son más en el mundo los que han superado la barrera de los 100 años, y cada vez son menos los centenarios que aparecen en los medios de comunicación como una excepción del género humano. Si ahora se registran unos 200.000 centenarios declarados, dentro de 50 años el número habrá ascendido a más de 32 millones. Y la esperanza de vida aumenta lenta pero imparablemente en los países desarrollados: en el último siglo, ha pasado de 48 a 76 años, el mismo incremento de los 1.900 años anteriores. En la actualidad, vivimos casi el cuádruple que un centurión romano.
 
Vivimos más y mejor. La interacción entre los factores ambientales, como las mejoras en la salud pública, la vivienda, la sanidad y la educación, y los genéticos han hecho posible el milagro. Los científicos no aseguran que en el futuro lograrán dar con el elixir de la eterna juventud, pero sí están convencidos de que la vida humana se puede prolongar incluso por encima de los 120 años, la edad tope dictada por la herencia.
 
Ciertamente, el estilo de vida puede sumar o restar años a nuestra existencia, pero no es menos verdad que son los genes y su interacción con el entorno lo que atrasa o adelanta el reloj vital. A fecha de hoy, los científicos tienen sobre la mesa del laboratorio toda una colección de elementos genéticos sospechosos de estar asociados, directa o indirectamente, con procesos biológicos que conducen a la decrepitud corporal.
 
De forma resumida, se puede decir que estos gerontogenes afectan a dos cualidades físicas del organismo: la capacidad adaptativa, que hace referencia a la capacidad de un órgano para recuperarse de un daño; y la reserva funcional, que tiene que ver con la "cantidad de órgano" o fortaleza suficiente para un correcto funcionamiento.
 
Algunos de estos elementos genéticos regulan lo que los biólogos conocen como "muerte celular programada" o apoptosis, un increíble programa genético que permite eliminar las células estresadas, dañadas, infectadas o potencialmente cancerosas. Es el caso de los genes humanos llamados ICE, que juegan un papel importante en la apoptosis y cuyo funcionamiento erróneo es desastroso para el organismo. Desajustes en otros genes, como los que impiden la oxidación celular y los que regulan el gasto energético, pueden restar años a la esperanza de vida.
 
Mediante la manipulación de estos gerontogenes, los genetistas han conseguido acortar o alargar la vida de criaturas de laboratorio, como levaduras, el nematodo aenorhabditis elegans, la mosca del vinagre, dosophila melanogaster, y ratones. El último logro en esta línea de investigación encaminada a identificar los genes de la eterna juventud acaba de aparecer publicado en la revista Science. MaKoto Kuro-o y sus colegas del niversity of Texas Southwstern Medical Center, en Dallas (EEUU), informan en esta prestigiosa publicación de que han conseguido que unos ratones manipulados genéticamente para que produzcan en exceso una proteína celebren su tercer cumpleaños. Normalmente, un ratón de laboratorio no vive más de dos años.
 
El gen en cuestión, descubierto por Kuro-o, dirige la síntesis de una proteína que ha sido bautizada como Klotho, el nombre en inglés de Cloto, una de las tres Moiras de la  mitología griega anteriormente mencionadas. Estos roedores mutantes representan un caso insólito, ya que es la primera vez que se consigue que un único gen influya sustancialmente en la longevidad de un mamífero. Pero, como advierte en Science Harry Dietz, genetista de la Universidad Johns Hopkins, en Baltimore (EEUU), que está estudiando la versión humana del gen Klotho, todavía es pronto para echar las campanas al vuelo: "No soy un soñador. No creo que vayamos a encontrar un gen maestro del envejecimiento".
 
Sin embargo, esto no resta un ápice de importancia al hallazgo, pues aporta una valiosa información a la investigación sobre la senectud. Los roedores incapaces de producir la proteína divina desarrollan arteriosclerosis y otras enfermedades relacionadas con la  senectud mucho antes de lo normal. Pero como reconoce el propio Kuro-o, "demasiada Klotho en el cuerpo podría no ser tan ventajoso", pues los ratones manipulados parece que corren el riesgo de sufrir diabetes, aparte de ser menos fértiles que los normales.
 
La proteína en cuestión se produce sólo en el cerebro y en los riñones, aunque una mínima fracción va a parar al torrente sanguíneo para quizá actuar como una hormona. Los ratones macho que fabrican una cantidad extra de Klotho viven un 30% más que los normales; y las hembras mutantes sobreviven un 20% más que sus compañeras de jaula.
 
¿A qué se debe esta diferencia sexual? La sangre de los machos mutantes, a diferencia de la de las hembras, contienen más insulina que la de los demás ratones de laboratorio, lo que hace pensar que son resistentes a esta hormona; un síntoma, en caso extremo, de la diabetes. Ahora bien, los científicos se quedaron atónitos al comprobar que los roedores manipulados de ambos sexos tienen unos niveles de glucosa correctos. Se trata de un hecho singular, puesto que la diabetes sin tratar causa una aumento de este azúcar en la sangre.
 
Esta característica fisiológica no aparece en otros ratones manipulados genéticamente para alargarles la vida, que normalmente son sensibles a la insulina e hipoglucémicos, es decir, que presentan bajos niveles de glucosa.
 
El efecto de Klotho en la insulina puede conectar esta proteína con una de las investigaciones más acaloradas en la investigación de la vejez. Una de las formas más eficaces para hacer más longevos a muchas especies de animales consiste en cortar la comunicación celular de la insulina y el factor de crecimiento parecido a la insulina F-1 (IGF-1). Los ratones longevos que son sensibles a la insulina también tienen un déficit a  nivel de la "señalización" de la insulina y el (IGF-1). En los roedores, Klotho inhibe la señaización de la insulina, lo que dificulta el trabajo de esta hormona.
 
Aún es pronto para hacer conclusiones. Manipulando la proteína Klotho los científicos han conseguido de momento desafiar a la Moira moruna y prolongar la vida de unos pequeños roedores. Que no es poco.
0
comentarios