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CRÓNICA NEGRA

Tu casa es tu castillo, y si alguien entra...

Cuando uno estudia las leyes y se da cuenta de lo que dicen, a veces se echa las manos a la cabeza y se pregunta: "Pero, Señor, ¿cómo es posible que esto se haya hecho tan mal?".

Cuando uno estudia las leyes y se da cuenta de lo que dicen, a veces se echa las manos a la cabeza y se pregunta: "Pero, Señor, ¿cómo es posible que esto se haya hecho tan mal?".
Que las leyes españolas, así en general, favorecen al delincuente y se olvidan de las víctimas no parece que pueda ser motivo de discusión. A veces parecen redactadas por auténticos delincuentes que tratan de favorecerse a sí mismos.

Las leyes las hacen los políticos, a veces con asesores externos y otras sin contar con nadie, sólo con aprovechar la ocasión. Y es el tiempo el que se encarga de dictaminar si son buenas o malas. Puede decirse que la falta de adecuación de las normas a las necesidades actuales provoca desajustes en el combate contra la criminalidad. Y tal vez sea ésta la causa de que vayamos perdiendo.
 
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Pensemos en nuestra vivienda. Claro que las leyes la estiman como domicilio, refugio y propiedad, faltaría más, pero no lo suficiente. Si uno vive en un lugar apartado, ¿puede tener un arma para defenderse? ¿Está legitimado para utilizar un arma si descubre que entran en su casa contra su voluntad?

Al ministro Corcuera le costó graves disgustos aquella ley de la patada en la puerta que despreciaba todavía más los derechos del individuo. En la democracia, se dice en los países anglosajones, si tocan el timbre a las seis de la mañana no puede ser más que el lechero. De modo que, en USA, en la democracia-ejemplo por antonomasia, si alguien asoma el bigote por tu casa a deshoras, se lo puedes volar sin mayores problemas. Por eso todos ustedes han visto en las películas al dueño de un rancho o de una casa aislada dispuesto a meterle un poco de plomo con su rifle o escopeta a cualquiera que amenace su tranquilidad.

El hogar es algo tan de uno, que hay quien sale a trabajar por la mañana y no utiliza el cuarto de baño hasta que, ya de noche, no está de vuelta en el hogar dulce hogar. Pues bien, en España, la nueva criminalidad, encarnada en gente como aquel moldavo psicópata, Pietru Arcan, que mató al abogado Castillo, no sólo entra en las casas a robar, sino a robar la libertad sexual, la integridad física y la vida de sus habitantes.

Es un hecho que la delincuencia ha cambiado, para peor. Ahora es más sádica y cruel. Por eso no es extraño que quien se sienta vulnerable, por ejemplo en medio de una urbanización mal vigilada, o en el campo, eche de menos una escopeta para emprenderla a tiros con quien trate de arrasar la paz y la seguridad de su hogar.

La casa del español es su reino, o, como dice, en una versión más moderna, que va con los tiempos sabiamente, la empresa esa de los muebles que te llevas desmontados, una república, la República Independiente de tu Casa. Los poderes públicos deben protegerla y castigar duramente a quienes la asalten; y, si no, que permitan a la gente defenderse.

En Valencia, el yerno de Ferrys, secuestrado en su domicilio, doblegada su voluntad, torturado y ofendido, logró finalmente hacerse con un arma de su propiedad y la emprendió a tiros con una banda de siete u ocho asaltantes del Este, matando a dos de ellos. Purgó una larga condena de banquillo, hasta que finalmente prevaleció la cordura y los jueces le absolvieron.

En Arganda del Rey, Madrid, un señor disparó con su escopeta a tres individuos que presuntamente habían irrumpido en su casa y mató a uno de ellos. El fiscal le pedía siete años de prisión; al final no irá, pero a cambio deberá indemnizar a los hijos del muerto con 300.000 euros de vellón. Estuvo en prisión preventiva desde que fue detenido, el 14 de mayo de 2009, hasta el 29 de julio del mismo año: dice que se sintió en peligro y que por eso hizo uso de su arma, disparando hacia los ruidos y voces que invadieron su hogar. Como ven, todo en orden: estaba en su vivienda, tenía un arma autorizada y se vio violentado e invadido, por lo que echó mano de su escopeta y, pum pum, trató de conjurar el peligro.

La versión del perjudicado debe de ser totalmente verdadera, ya que a los dos que acompañaban al muerto se les ha impuesto un año de prisión por "intento de robo con fuerza" en casa habitada. O sea, que no se duda de que los susodichos iban a hacer daño, incluso se les castiga poquito –porque no llegaron a consumar sus intenciones–; y sin embargo se obliga a la víctima a pagar por la muerte de uno de los intrusos, a precio de oro, además: como si el riesgo extremo que tomó aquél al penetrar en el castillo del prójimo fuera cosa del prójimo y no suya.

Una vez más, nos encontramos con una ley que no nos sirve. Los políticos están cansados de oírnos. Algunos viven en casas hiper-protegidas, en villas rodeadas de vigilantes, donde nunca se les presentará la oportunidad de sentir miedo por la presencia de un intruso que igual no sólo quiere robar, sino golpear, matar, abusar sexualmente de alguien. Son ellos los que se oponen a retocar la ley y permitir que, al menos, en tu casa seas tú quien imponga las normas. Las bandas de ladrones se lo pensarían dos veces si supieran que la casa de cada español es un fortín bien defendido.

Nadie tiene que entrar en la casa de un tercero si no se le invita; ni siquiera las fuerzas de seguridad, si un juez no les da el visto bueno. Entonces, ¿qué es esto de imputar a una víctima un delito de homicidio, aun con la eximente incompleta de legítima defensa?
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