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CRÓNICA NEGRA

Te recuerdo, Sandra

Aunque no llegué a conocerte, sé muchas cosas de ti, pues seguí desde el primer momento tu caso, querida Sandra. Desde que encontraron tu cuerpo, practicamente calcinado, en un polígono industrial próximo a Getafe.

Aunque no llegué a conocerte, sé muchas cosas de ti, pues seguí desde el primer momento tu caso, querida Sandra. Desde que encontraron tu cuerpo, practicamente calcinado, en un polígono industrial próximo a Getafe.
Sandra Palo.
Tenías 22 años. Eras una mujer joven y guapa. Fuiste cruelmente asesinada por una banda de menores comandada por el Malaguita, ya había cumplido los 18 el día que te torturaron y asesinaron.
 
Hace tiempo que eres como una de nuestras hijas, querida Sandra. Querida y recordada. Tu muerte no fue en vano, porque de tu sacrificio germinó la reflexión.
 
El otro día, martes 22 (te tocaba cumplir 27 años), la Comunidad de Madrid te brindó un fastuoso homenaje. Fue una iniciativa de políticos sensibles e inteligentes. Me consta que tuvo un protagonismo esencial Esperanza Aguirre. Fue en la Puerta del Sol, en el amplio hall de la Presidencia del Gobierno autonómico. Tal y como lo entiendo, el motivo era devolver a tus padres parte de lo mucho que han dado en su afán por que eso tan horrible que sufriste no lo sufra ninguna otra chica alegre y confiada. Creías pisar terreno seguro, pero no, lamentablemente no lo era.
 
La Ley del Menor, obra progres de derechas e izquierdistas caducos, ve en el delincuente una pobre víctima y no un depredador. Este concepción errónea ha tenido como consecuencia un crecimiento descontrolado de la delincuencia. En la actualidad, todos los pequeños malvados saben que son impunes o que, en todo caso, recibirán una pena muy leve. No temen a la ley, y se ponen a disposición de sus compañeros de fechorías mayores de edad. Los aluniceros, los sirleros y tironeros, los descuideros, los agresores sexuales, los camelleros, todos los que actúan en ciudades y caminos se lanzan a la aventura cada vez con más osadía y violencia.
 
Los que te mataron circulaban aquel día por las calles de Madrid a bordo de un vehículo robado. Descubrieron que volvías a casa. Al menos uno de ellos te conocía, y probablemente llevaba tiempo tras tus pasos. Es un comportamiento típico de los agresores sexuales. Aquella noche empujó a los otros contra ti. Te sabía vulnerable.
 
Eras una chica muy atractiva. Los esfuerzos de tu madre, Mari Mar, te habían puesto muy arriba. A pesar de la importante minusvalía que padecías, te convertiste en una joven llena de vitalidad. Te esforzabas en tus clases especiales, y querías destacar como hermana y como hija. Eras una chica modelo, de superación y esperanza.
 
Pero los depredadores, que nunca debieron estar ahí, cayeron sobre ti.
 
Dentro del vehículo, no pudiste hacer nada. Tampoco cuando te atropellaron. Ni cuando te rociaron con gasolina y te prendieron fuego. Fuiste objeto de sevicias, golpes, torturas, abusos. Se ensañaron contigo. Tres de tus agresores eran menores de edad. En teoría, te quemaron para olvidar, pero tal vez sólo fue una parte del rito de los canallas.
 
La emoción apretaba las gargantas el otro día, cuando te recordaba, en el homenaje que, por expreso deseo de tu madre, me tocó presentar en público. Un grupo de jóvenes discapacitados leyeron diversos artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, junto a dos chicas de tu edad. Todo muy sentido. Escalofriante. Luego, el coro de niños de la Comunidad te cantaron y te leyeron poesías bellísimas: la rima XIII de Bécquer (Tu pupila es azul, y, cuando ríes...) y "Es tu sonrisa", de Panero (Ya empieza tu sonrisa, / como el son de la lluvia en los cristales...). Después vino el video con tus fotos, toda tu niñez, toda tu infancia. En el fondo, siempre fuiste una niña, adorable y amada.
 
Mari Mar, la madre de Sandra Palo.Te recuerdo, Sandra, aunque no llegué a conocerte. Pero estabas viva el otro día, en el Kilómetro Cero, rompeolas de las Españas, donde un puñado de gente buena lucha para que las chicas y chicos como tú puedan andar sin miedo por sus ciudades, a pesar de los que fabrican leyes en los despachos sin mirar a la calle ni pensar en los ciudadanos. A pesar de los que todavía hoy nos quieren convencer de que tu muerte es el resultado fatal de una lotería, producto de una norma beneficiosa para la mayoría.
 
Antes de empezar aquel sano espectáculo hablé un momento con tu madre. Le rogué que administrara la emoción. A tu padre, Francisco, le han dado cinco infartos desde que te pasó aquello, y es hora de administrar la congoja.
 
Sandra: eres el símbolo vivo de lo que nunca debió pasar. Aquellos menores delincuentes no debían estar en la calle; probablemente ahora tampoco, si la ley fuera proporcional a lo sucedido.
 
El acto estuvo cargado de sufrimiento contenido, de amor paterno, de respeto. Inspirado en la Declaración Universal de Derechos Humanos, lo movía el deseo de que víctimas y verdugos no compartan espacio. Los delincuentes tienen que estar apartados, encerrados, vigilados. El que la haga, que la pague. Que cada uno sea responsable de sus malos actos, empezando por el Malaguita y su Banda del Chupete. El mayor cumple una condena inacabable sobre el papel, pero si vivimos lo bastante tal vez lo veamos salir falsamente reinsertado, como tantos otros.
 
La flojera de los políticos ha creado leyes insuficientes, inadecuadas, que acaban produciendo justo lo contrario de lo que se pretendía. La soberbia impide a aquéllos reconocer que equivocan y rectificar. La sociedad entera se pondrá un día en pie, para exigirles cuentas.
 
El principio de esta rebelión es tu recuerdo. Nos duele el descuido, el que se permitiera a aquellos malos malotes circular en coches robados, "alunizar" (no será porque no protestan los joyeros) y acosar a las chicas bellas como tú (...y hacia dentro se pierde tu sonrisa, / y hacia dentro se borra y se deshace), ante la impasible mirada de los que fabrican leyes de laboratorio.
 
Pero no pueden con tus padres, ni con quienes firman su protesta, ni con los que evocamos tu figura, Sandra, como víctima de un experimento intolerable.
 
 
FRANCISCO PÉREZ ABELLÁN, presentador del programa de LIBERTAD DIGITAL TV CASO ABIERTO.
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