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MENS SANA...

Tangoterapia

A veces, un alto en el camino para contemplar el paisaje es más importante que la marcha misma. Me quiero, les quiero ofrecer un paréntesis estético a través del tango, para desintoxicarme y desintoxicarles de esa frenética locura de las elecciones catalanas y su desenlace: la reedición del Tripartito. Volveremos a la vorágine en cuanto nos echemos un tango.

A veces, un alto en el camino para contemplar el paisaje es más importante que la marcha misma. Me quiero, les quiero ofrecer un paréntesis estético a través del tango, para desintoxicarme y desintoxicarles de esa frenética locura de las elecciones catalanas y su desenlace: la reedición del Tripartito. Volveremos a la vorágine en cuanto nos echemos un tango.
La tangoterapia es una técnica reparadora de situaciones de estrés y malestar ocasionadas por las relaciones interpersonales, cada día menos humanas. Como técnica terapéutica, es un lenguaje que ha de ser aprendido para, después, acomodar su gramática a los ritmos y sentimientos de cada cual. Aunque antes que una técnica es una danza desenfadada que activa el corazón físico y serena, calma, relaja, equilibra y alegra las emociones. Aplicada al baile, se convierte en un lenguaje de emociones que cada uno escribe con libertad, en compañía siempre de otras emociones igualmente libres.
 
Para conseguir esa dicha es preciso adquirir ciertas estructuras y figuras de suma plasticidad que dos maestros (varón y mujer) explican y muestran. Primero se aprende a mantener el equilibrio, a distribuir el peso según convenga, a respirar, a relajarse, a dibujar pasos en el aire, a compenetrar roles, pesos, figuras y estructuras con el otro. Y cuando la práctica nos haya proporcionado ciertas habilidades nos dejaremos seducir por la música y, sobre ella, navegaremos.
 
Para entonces habremos aprendido a controlar nuestro cuerpo, a estilizar nuestra figura, a dejar fluir las emociones y compartirlas en el abrazo de otra u otras personas; a reaccionar y hacer reaccionar a los estímulos, a escribir versos con nuestros pies o escucharlos en el movimiento y el abrazo con quien bailemos, a gestionar los equilibrios fallidos con madurez y desenfado; en una palabra, a sentir.
 
Pocas actividades o técnicas diseñadas para conocerse a uno mismo y a los demás, para relacionarse con madurez y desenfado, para conseguir rebajar tensiones emocionales o acercarnos a la armonía de cuerpo y espíritu son tan eficaces como la tangoterapia.
 
El tango libera tensiones y facilita la comunicación. Es una evidencia la inexplicable facilidad para relacionarse de personas extrañas en torno al tango, o el inicio de relaciones más fluidas y armoniosas entre personas que, viéndose a diario en sus lugares de trabajo, se ignoraban o tenían relaciones frías, desconfiadas o incluso agresivas. En este sentido, el tango como pedagogía sociolaboral es extraordinaria; por ejemplo: combate el desinterés creciente de los compañeros de trabajo por compartir experiencias comunicativas, intelectuales y emocionales.
 
La oxigenación del aparato respiratorio y el mayor bombeo del y al corazón mejoran el tono muscular, las piernas se vuelven más elásticas, la espalda se distensiona y equilibra debido a la particular forma aerodinámica de las estructuras y figuras de la técnica del tango, y la mayor actividad electroencefálica en el área de la corteza motora agiliza la memoria, activa la capacidad de concentración, libera tensiones y disuelve el estrés.
 
En este sentido, investigaciones neurobiológicas y psiconeuroinmunológicas certifican la transformación de las emociones desatadas como consecuencia de la interacción de la música y el movimiento armonioso y concentrado, en un abrazo de equilibrios y armonías contenidas, en sustancias químicas que influyen en el sistema inmunitario y ayudan en la mejora general de la salud. La máxima latina mens sana in corpore sano es aquí una evidencia.
 
Estos o parecidos beneficios se pueden obtener con métodos deportivos y terapias de relajación a menudo agobiantes, por la necesidad de imponernos horarios y esfuerzos. Con el tango la obligación se convierte en placer; el tiempo empleado y aparentemente perdido, en instantes deseados. Es la fusión perfecta entre producción y placer. Aquella ilusión ilustrada de Platón de que los niños debían aprender divirtiéndose aquí es una realidad, porque al bailar se genera una situación social grata. Sólo que en este caso lo aprendido refuerza directamente la autorrealización personal, teorizada por Maslow, o nos encamina a ella.
 
Según Daniel Goleman, la mayor comprensión científica de lo irracional y de las emociones a partir del estudio de la inteligencia emocional, que a menudo han generado angustia personal y conflictos sociales, nos ha permitido aprender el dominio de los sentimientos y revertir su energía en nuestra propia felicidad, a través del dominio de habilidades como el autocontrol, el entusiasmo, la perseverancia y la capacidad para motivarse a sí mismo.
 
Quisiera imaginar –nos dice Daniel Goleman en su célebre libro– que algún día la educación incluirá en su programa de estudios la enseñanza de habilidades tan esencialmente humanas como el autoconocimiento, el autocontrol, la empatía y el arte de escuchar, resolver conflictos y colaborar con los demás.
 
Precisamente el tango, a decir del Club de los Artapalos de Argentina
 
ayuda a desarrollar esas habilidades personales, como la concentración, la improvisación, la sensibilidad, la creatividad, la capacidad de reacción y la relación social. También ayuda a desarrollar aspectos comunicativos como son el interés y la entrega, la responsabilidad, la confianza propia y en los demás, la motivación y capacidad de disfrute, la actitud activa, los criterios propios y la valoración constructiva de los demás.
 
Desde el aspecto expresivo –sigue sosteniendo este centro cultural–, esta danza ayuda a desarrollar la expresión personal del mundo interno, la capacidad de reflejo y reacción a diversos impulsos y estímulos, la capacidad de concretar una idea, la creación propia, la coordinación y la precisión. La persona que baila tango aprende, disfruta, se esfuerza (voluntad), reconoce, entiende y se entrega al otro.
 
Decía Epicuro que una filosofía que no cura las heridas del alma no sirve para nada. Puede que el tango sólo sea una danza, pero cura. Cuando uno se siente triste o alicaído, está atrapado por las responsabilidades diarias o decepcionado por los resultados de un balance empresarial, bailar unos tangos ayuda.
 
El efecto terapéutico tiene mucho que ver con la conciencia del mundo fuera de mí, la presencia del otro, la existencia del otro. Para bailar es preciso entregarse al otro, preocuparse del otro, contar con el otro. Mientras eso acontece uno debe situarse fuera del yo, y esto es lo terapéutico, ya que produce un alivio inmediato de las emociones negativas, o al menos éstas dejan de ser centro, se vuelven periféricas y se disuelven.
 
Bailar despierta sensibilidades, hace emerger emociones latentes para hacernos cargo de ellas en un medio donde estos mundos sutiles son valorados y defendidos. Cuando se deshace el abrazo y la música deja lugar al silencio uno descubre que la angustia ha desaparecido. O mejor, ya no se piensa en la angustia, su lugar ha sido ocupado por emociones transparentes y, a menudo, desenfadadas. Mientras dura el trance cruzan nuestra alma ángulos ocultos, deseos reprimidos o se desatan fuerzas creativas hasta ese momento insospechadas. Pero de manera no conflictiva, he ahí su mejor virtud. Insiste en ello la psiquiatra y psiconalista Silvia Moguilevsky:
 
El lenguaje del cuerpo lo usamos siendo niños sin temor y por distintos motivos y tabúes lo vamos sepultando a lo largo del tiempo… Abrazar es contacto, afecto, contención. Esto pone en marcha distintos dispositivos, múltiples sensaciones y sentimientos: sensualidad, erotismo, picardía, alegría, tristeza, indiferencia, bronca y mucho más.
 
Cuando a principios de siglo la Iglesia y la moral imperante impedían a la mujer participar de este baile no podían sospechar sus efectos terapéuticos. En el espacio de tres minutos, que es lo que dura un tango, la mujer recupera su ser, deja suelta toda esa parte del alma que las sociedades le han arrebatado en la historia. Y el sometimiento de siglos se transforma en fantasía y desenfado. Dura tres minutos... suficientes para descubrir la libertad.
 
Dicen que "el tango es un sentimiento triste que se baila". Cualquier pena que pueda ser bailada, llevada a la catarsis del arte, está en camino de disolverse.
 
El lenguaje terapéutico del tango se ha extendido por innumerables países. Es fascinante comprobar cómo en cualquier milonga (lugar donde se baila tango) de cualquier país del mundo se mezclan razas, edades, culturas en la emoción de su abrazo. No es extraño ver cómo dos personas extrañas entre sí salen al encuentro de la música sin conocerse, sin hablarse, abandonadas al lenguaje del tango. Y en él se comunican, se relacionan, se entienden.
 
Esa extraña humanidad tiene posiblemente su explicación en su propio origen: nació de la mezcla de razas y culturas, ritmos y sueños en los arrabales rioplatenses; fue un fruto de la llegada masiva de inmigrantes, rotos por el desarraigo y la añoranza. Quizás por esto adquirió emociones humanas universales, expresadas en estructuras, figuras, tiempos musicales y cadencias que, con el tiempo, cuajaron en un espacio bailable donde todos encontraran algo de sí mismos, independientemente de su origen, condición, edad, credo, raza o cultura.
 
Las propias letras de las canciones son un crisol de sueños y carencias, tan universales como la risa y el llanto. Esta intuición humana la expresa con acierto utópico Carlos el Tordo:
 
Esta danza concreta el abrazo entre un finlandés y una china, un turco y una judía, una francesa con un inglés y toda la gama de combinaciones posibles de, se diría, inconcebibles episodios que no han sido capaces de lograr ninguna de las fórmulas políticas que han constituido la historia del hombre. Esto no surge del urdir de siniestros planes gubernamentales aliados con la psicología de masas, sino desde la más sana y silvestre espontaneidad, la del ejercicio amoroso y desinteresado de la profunda libertad de las personas que se entregan entre sí a la trascendencia de encontrarse sin hacerse preguntas ni imponerse condiciones.
 
Es difícil comprender desde fuera lo que sólo puede ser sentido desde dentro. El tango es algo más que una danza. Quienes lo practicamos lo necesitamos como se necesita una bocanada de aire fresco en mitad de la vida moderna; quienes lo practicamos sabemos que es el mejor deporte para mantenerse en forma en edades en que ya no es posible realizar esfuerzos deportivos; quienes lo hemos incorporado a nuestra vida sentimos que con él hemos recuperado emociones perdidas, o que las hemos liberado después de toda una vida ocultándolas.
 
Si es verdad que una persona satisfecha y feliz irradia equilibrio a su alrededor, el tango es una hermosa e inagotable fuente de armonías.
 
 
antoniorobles1789@hotmail.com
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