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CIENCIA

Somos basura

La genética nos ha enseñado que, en buena medida, somos lo que dicta nuestro ADN. Sin llegar a los extremos de considerarnos esclavos tiranizados por genes egoístas, hoy sabemos que buena parte de nuestro destino biológico y psicológico esta encerrado en esa molécula que habita, sobre todo, en el interior de las células y que se organiza en una bella danza espiral a la hora de la reproducción.

La genética nos ha enseñado que, en buena medida, somos lo que dicta nuestro ADN. Sin llegar a los extremos de considerarnos esclavos tiranizados por genes egoístas, hoy sabemos que buena parte de nuestro destino biológico y psicológico esta encerrado en esa molécula que habita, sobre todo, en el interior de las células y que se organiza en una bella danza espiral a la hora de la reproducción.
Si eso es así, la verdad es que no tendríamos más remedio que reconocer que somos basura. Y es que los genetistas saben desde hace tiempo que una porción grande de nuestro genoma es precisamente eso: ADN basura, material al que no se le ha encontrado una función concreta. Es decir que, en teoría, no sirve para nada. Y no se trata de un pedazo más o menos grueso, sino del 97% de nuestro ADN. Esa es la cantidad de genoma compuesto por genes que no realizan ninguna labor de codificación para proteínas y, por lo tanto, parece estar en el paro más absoluto.
 
Los científicos, sin embargo, suelen ser reacios a pensar que en la naturaleza pueda haber un componente tan estructuralmente mayoritario que no tenga función alguna. Por eso se han esforzado en indagar sobre dos posibles explicaciones: o el ADN basura es un resto de material genético en desuso que tuvo su importancia evolutiva en algún momento de nuestro desarrollo como especie, o realmente funciona de un modo que todavía no somos capaces de comprender.
 
Existen varias teorías al efecto. Algunos científicos creen que el ADN en paro puede ser el resultado de pseudogenes que fueron abandonados en el proceso evolutivo y quedaron fragmentados en una región del genoma. En este sentido, tendríamos no sólo ADN basura, sino un "auténtico basurero con triturador de residuos celulares". Otros consideran plausible que sea una especie de colchón protector contra las mutaciones genéticas dañinas, algo así como un airbag genómico. Una tercera idea propone que este material es, en realidad, una reserva de recursos para futuros desarrollos de nuevos genes ventajosos. Si fuese así, más que ADN basura tendríamos ADN despensa.
 
Y hay quien cree que ni basura, ni despensa, ni nada de eso… Este ADN simplemente se encarga de regular la expresión de ciertos genes o de ayudar al desarrollo del individuo desde el estado embrionario hasta la edad adulta, aunque de un modo que todavía no ha podido ser descubierto.
 
Mosca de la fruta.Pues bien, desde hace unos días un equipo de la Universidad de California en San Diego cree haber encontrado la respuesta. Según su director, Peter Andolfatto, el ADN basura juega un papel importante en el mantenimiento de la integridad genética del individuo. Eso sugiere, al menos, el estudio del genoma de la mosca de la fruta (Drosophila melanogaster). Al parecer, estas regiones están muy afectadas por la selección natural, el mecanismo que dirige la evolución de las especies y permite la supervivencia de los más aptos.
 
Andolfatto cree que la comparación entre los genomas de moscas drosophila, nemátodos y seres humanos demuestra que el número de genes dedicados a la codificación para crear proteínas es muy similar en sendas especies y que, precisamente, la mayor diferencia se encuentra en las respectivas regiones "inútiles". Pero, además, esta región de desecho está evolucionando de un modo mucho más lento que el resto del genoma, lo que sugiere que existe una presión evolutiva para que esté estable.
 
Si eso es así, parece evidente que ha de cumplir alguna función. Según el autor de este estudio, una posible utilidad podría ser la de proporcionar cambios en la regulación de los genes. Todos sabemos, por ejemplo, lo similares que son los genes de un chimpancé y los de un ser humano. Sin embargo, salvo en desgraciadas excepciones, ambos individuos son bien distintos. Algunos genetistas sugieren que sus diferencias se deben más a la forma en que se regulan los genes que a la forma en que éstos evoluciona. El ADN basura podría jugar un papel fundamental, precisamente, en esa función.
 
La noticia es especialmente importante, ahora que cobran fuerza las teorías creacionistas del diseño inteligente para explicar el origen de las especies. Sobre todo en Estados Unidos, donde se ha llegado a equiparar, en las más altas instancias políticas, el estudio del creacionismo religioso con el estudio del evolucionismo científico.
 
La existencia de un ADN basura se solía esgrimir como prueba de la teoría de la evolución, ya que un individuo creado por un ser supremo sobrenatural no sería compatible con tales "defectos de fábrica". Los creacionistas, por su parte, han esgrimido que no existe ADN basura, y que toda la materia creada por Dios tiene una función.
 
Ahora, la ciencia puede darnos una solución al dilema. Es cierto que el ADN basura no lo es tanto y cumple un papel fundamental en el organismo, pero no es necesario acudir a un ser supremo para encontrar una explicación. El ADN basura volvería a ser un gran argumento para los defensores de la evolución, tal como la ciencia nos demuestra que ocurrió. ¿Deberían cambiarle el nombre y llamarlo, ahora, ADN divino?
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