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CIENCIA

Sexismo en las venas

Lo sé, no está de moda. No es políticamente correcto, no es nada progresista. Está absolutamente devaluado, es moneda vieja. Pero yo voy a hablar del matrimonio, en concreto del heterosexual. Porque un estudio científico acaba de descubrir algo que ya sospechábamos: un matrimonio feliz es bueno para la salud.

Lo sé, no está de moda. No es políticamente correcto, no es nada progresista. Está absolutamente devaluado, es moneda vieja. Pero yo voy a hablar del matrimonio, en concreto del heterosexual. Porque un estudio científico acaba de descubrir algo que ya sospechábamos: un matrimonio feliz es bueno para la salud.
Detalle de una creación de Luis Chamizo (www.artrujillo.com).
Bueno, en realidad, lo que han descubierto los investigadores de la universidad de Utah es que el concepto de "felicidad" en el matrimonio difiere según se le pregunte a una arteria femenina o a una masculina.
 
Un trabajo comenzado en 2002, y del que acabamos de conocer sus resultados, estudió la evolución de 150 parejas casadas en las que al menos uno de los miembros tuviera entre 60 y 70 años y el otro, como mucho, fuera cinco años más joven. Estos matrimonios maduros tuvieron que realizar la difícil prueba de discutir ante un jurado. Elegían un tema de los que habitualmente provocaban conflictos entre ellos y trataban de reproducir la pelea dialéctica durante seis minutos, mientras se les grababa. Todos los seleccionados carecían de antecedentes cardiovasculares, no tomaban medicación coronaria y fueron sometidos a un exhaustivo chequeo médico para conocer la calidad de sus arterias.
 
Tras las discusiones, un equipo de psicólogos se encargó de codificar cada argumento esgrimido y de puntuarlos técnicamente, según su grado de hostilidad. Se observaban, sobre todo, dos variables: la agresividad del argumento y si éste era dominante o sumiso.
 
Con estos datos, los científicos procedieron dos días después a realizar un nuevo chequeo coronario a los voluntarios, en busca de alguna modificación en el grado de calcificación o elasticidad de las arterias. Los resultados parecen sorprendentes.
 
Olga Sinclair: PAREJA EN AZUL (detalle).Empecemos por las mujeres. Ellas mostraron una mayor tendencia a sufrir aterosclerosis si su matrimonio era propenso a desarrollar discusiones en ambiente hostil. Cuanto más agresivos eran los argumentos femeninos, mayor impacto en las arterias de la mujer se experimentaba. La misma relación causa-efecto se experimentaba cuanto más duras eran las palabras del marido. Por el contrario, a los hombres pareció importarles menos el grado de agresividad de la discusión. Lo que realmente repercutía en la calidad de sus arterias era si se habían mostrado dominantes o dominados en la discusión, fuera cual fuere el tono de ésta.
 
En otras palabras, al sistema coronario femenino le afectan más las discusiones subidas de tono (aunque las gane). El corazón masculino, por su parte, lo que no soporta es perder, aunque sea con buenas palabras.
 
El estudio tiene su miga porque algunas investigaciones anteriores parecían indicar que el matrimonio, sin más, es beneficioso para la salud. De hecho, existían datos epidemiológicos que parecían avalar las tesis de que una vida conyugal protege contra ciertos males cardiacos frente a la vida en soledad. Sin embargo, esta investigación de los médicos y psicólogos de Utah nos dice que no basta con estar casado para decirle adiós al cardiólogo; hay que ser, además, feliz en el matrimonio.
 
El problema reside en que hombres y mujeres entendemos de forma distinta qué es un matrimonio feliz. A juzgar por la reacción de nuestras arterias, una mujer es más "feliz" si la pareja vive en armonía, y un hombre si lleva los pantalones. Los expertos advierten de que la distinción puede yacer en el umbral de ira de hombres y mujeres. A una mujer le irrita especialmente la hostilidad del entorno; a un hombre, que se cuestione su capacidad de control.
 
Absténganse aquellos que quieran extraer alguna conclusión ideológica de todo esto. Recuerden que se trata de pura ciencia. Una ciencia que nos advierte de que, cuando discutimos, lo hacemos con el cerebro, pero las consecuencias pueden ir directamente al corazón.
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