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DRAGONES Y MAZMORRAS

Sesión continua

Empieza la Feria del Libro, ya con Teodoro Sacristán a la cabeza, y nos esperan dos semanas de abrigo. No me refiero al tiempo, que se supone detestable (incluidos los chaparrones), ni a los previsibles autores y sus atorrantes seguidores, sino a los actos colaterales que inundarán nuestra agenda hasta límites insostenibles.

Empieza la Feria del Libro, ya con Teodoro Sacristán a la cabeza, y nos esperan dos semanas de abrigo. No me refiero al tiempo, que se supone detestable (incluidos los chaparrones), ni a los previsibles autores y sus atorrantes seguidores, sino a los actos colaterales que inundarán nuestra agenda hasta límites insostenibles.
Rafael Cansinos Assens.
Este año también se me ha olvidado pedirle al periódico una corresponsalía que me permita compartir la infraestructura que pone la feria a disposición de la prensa. Me han dicho que el pabellón tiene aire acondicionado… Sólo por eso estaría dispuesta a tragarme lo que me echaran y a destilarlo en el periódico, día a día. Pero desde luego no en las precarias condiciones actuales, abandonada a mis propios recursos, cuando además anuncian 40 grados a la sombra.
 
Por si fuera poco, la semana que ahora acaba se ha presentado agotadora. Ni un solo día sin dos o tres actos simultáneos a los que quisiera asistir, ni un solo día sin compromiso ni apremio. Cada vez me cuesta más trabajo atender a esta doble y triple militancia, y como me he visto obligada a restringir mis apariciones en sociedad a solo dos eventos por semana tengo que recurrir cada vez al testimonio ajeno, con las desventajas que supone no conocer las cosas de primera mano.
 
Así que, en muchos casos, relata refero, y a veces ni siquiera, como me ocurrió el miércoles, día en que tuve que elegir entre dos grandes amores. Por una parte, Rosario Hiriart, poetisa cubana que vive en Nueva York, presentaba en la Fundación Hispano Cubana su libro Fetiches cubanos y Secretos de un patio cubano, que espero leer en breve si consigo enterarme de la editorial. Por otra, exactamente a la misma hora, se presentaba en la sala Ámbito Cultural de El Corte Inglés el libro Los judíos de Europa, de Uriel Macías y Elena Romero, publicado en Alianza Editorial.
 
Jon Juaristi.Ambos me interesaban por igual; ambos tenían en mi persona una ferviente admiradora, y aunque el martes ya había faltado a otra cita con la cubaneidad porque me tocaba radio, en esa ocasión opté por Macías por la rastrera razón de que me pillaba más cerca de casa, confesión que aumentará, lo sé, mi ya consolidada reputación de frívola, pero sopesen la cantidad de años que llevo con estos afanes.
 
El acto fue corto e instructivo, y la presentación corrió a cargo de Jon Juaristi y de Uriel, como único autor, pues Elena Romero no podía asistir. Un lleno discreto que justifica ampliamente la convocatoria y que reunió a muchos lectores fieles de ambos, lo que nos tuvo a Uriel firmando casi tantos ejemplares como le deseo que firme cada día que esté en la Feria del Libro.
 
Para lo del martes –un homenaje a Guillermo Cabrera Infante en la Casa de América– no encontré relator que me refiriera nada, y me quedé sin saber las triquiñuelas de la tertulia en que se daba cancha a personas tan dispares como Juan Cruz, Adolfo García Ortega, Vicente Molina Foix, Rosa Regás y Ángel Sánchez Harguindey. La mezcla, como verán, era prometedora.
 
Tampoco pude asistir, el lunes, a la presentación de la Fundación-Archivo Rafael Cansinos Assens (ARCA), pero ahí tuve un relator de primer orden que me contó cosas muy interesantes. El acto fue en la Biblioteca Nacional y lo presidía, como es natural, su directora, la ya citada Rosa Regás, la cual, una vez hubo pronunciado su desganado discurso, abandonó la sala sin decir una palabra, dejando a todo el mundo patidifuso. Tal como lo oyen: ni una disculpa, ni una explicación; sencillamente se volatilizó para materializarse, sin duda, en algún otro lugar que requiriera su incombustible presencia. No piensen que esa espantada deslució el acto (más bien pienso que sería al contrario), cuyo protagonista indiscutible fue el hijo de Cansinos Assens, Rafael Manuel Cansinos, promotor de la fundación, que no recibe, por el momento, participación institucional.
 
El discurso de Cansinos hijo fue, me dicen, realmente emotivo, y las palabras de Juan Manuel Bonet, presidente del Patronato y gran erudito de las vanguardias, aclararon a quien lo necesitara la dimensión de la vida y obra de tan singular personaje, cuya autobiografía, La novela de un literato, que ha vuelto a reeditar Alianza Editorial, sigue siendo un hito en la historia de la literatura española del tránsito del siglo XIX al XX.
 
El objetivo de la Fundación es salvaguardar y promover el archivo del escritor, que dispone de una página en Internet: www.cansinos.org. Sobre este archivo, el fundador impone dos condiciones: que no se pueda comerciar con ella y que no pueda dividirse. Y si la Fundación fracasara, aquél pasaría a ser propiedad de la Biblioteca Nacional. Confiemos que sea dentro de mucho tiempo y, sobre todo, que no esté al frente de ella Rosa Regás.
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