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CHUECADILLY CIRCUS

Reinas, reinotas y vascos de bien

Sofía de Grecia es una reina; el ultra austriaco Jörg Haider, quien en los últimos años de su vida vivió un apasionado romance con un experto en cosmética al que ascendió a portavoz de su partido, fue una reinona, igual que quienes piden para SM el mismo fin que el de María Antonieta.

Sofía de Grecia es una reina; el ultra austriaco Jörg Haider, quien en los últimos años de su vida vivió un apasionado romance con un experto en cosmética al que ascendió a portavoz de su partido, fue una reinona, igual que quienes piden para SM el mismo fin que el de María Antonieta.
Doña Sofía.
Mikel Azurmendi, Iñaki Ezkerra, el padre Larrinaga, Nieves Baglietto y Niko Gutiérrez son vascos de bien que sólo piden libertad, la misma que demandaba Martin Luther King desde la prisión de Birmingham:
La libertad nunca será otorgada voluntariamente por los opresores, debe ser exigida por los oprimidos.
Me gustaría pensar que la obamanía no es un asunto de pins y camisetas más o menos horteras (de la obamafobia mejor no hablar, porque acabo de comer y no quiero terminar como las anoréxicas), aunque mucho me temo que no pase de eso. De todas formas, si en el proceso alguno cambia su T-shirt del Che por la del presidente de los EEUU, algo habremos ganado todos.
 
Hace años, en la tertulia La Espuela, que transmitía Radio España, el artista y escritor Juan Adriansens auguraba que el siglo XXI sería el del amor: racismo, machismo y homofobia serían barridos de la faz de la Tierra. Los atentados del 11-S fueron el brusco despertar de un sueño estúpido que quizá nunca debimos conciliar. Sin embargo, alguno se pasó de realista y quiso combatir al enemigo con sus propias armas, o pensó que para acabar con él tal vez deberíamos imitarle.
 
Lo mejor del fenómeno Obama es sin duda la buena voluntad de muchos de sus votantes. También la de no pocos republicanos, comenzando por John McCain, un hombre de honor atrapado en un pestilente nido de víboras (¿quién llamará a los fumigadores?). Lo peor, el mesianismo de algunos obamitas, que esperan que el nuevo presidente les resuelva sus problemas. Yo creo que lo que Obama pide es más bien lo contrario, aunque es cierto que su apuesta por la versión progre del conservadurismo compasivo de Bush podría dar al traste con las esperanzas que han suscitado sus guiños retóricos a Reagan y a la tradición liberal clásica.
 
Martin Luther King.King, cuya desilusión con el sistema le llevó a apartarse del liberalismo y a propugnar un comunitarismo que en cierta manera preparó el terreno del nacionalismo negro, decía: "Está mal usar medios inmorales para alcanzar fines morales. Pero ahora debo afirmar que es igual de malo, o tal vez incluso peor, usar medios morales para preservar fines inmorales". Muchos creemos que George Bush hizo lo primero, y no pocos temen que Obama termine haciendo lo segundo. Si el héroe americano levantase la cabeza y observase lo que los políticos nacionalistas han hecho en el País Vasco, seguramente tendría que añadir una categoría en sus reflexiones, la de quienes usan medios inmorales para lograr fines igualmente deleznables.
 
"A mí no me ha echado ETA, a mí me han expulsado los nacionalistas". "Si me hubiera quedado en el País Vasco me habrían matado, pero les hubiera dado una caña...". "Con mi dinero no se han comprado una bala ni se han comido un pincho". Son algunas de las voces de El infierno vasco, la última película de Iñaki Arteta, estrenada el jueves en Madrid. El filme es el resultado de las pequeñas aportaciones de cientos de personas que de forma silenciosa se movilizaron a través de sus cuentas bancarias para que el proyecto del realizador vasco llegara a buen puerto.
 
Deberían haber sido más, pero por desgracia España no es EEUU. Tal vez ahora, cuando leemos maravillados cómo el triunfo de Obama se debió al trabajo desinteresado de decenas de miles de voluntarios que no dudaron en aportar tiempo y dinero a una causa que creían justa, los que se negaron a ver Trece entre mil y a comprar la serie Víctimas: la historia de ETA porque "nosotros ya estamos convencidos" se den cuenta de que hay muchos otros que no lo están. El movimiento se demuestra andando, y la solidaridad, pagando. Si no quieren ver El infierno vasco, nada les impide averiguar en qué cine la dan, acercarse a la taquilla y comprar un par de entradas, o pinchar en los enlaces de arriba y sorprender a sus parientes y amigos con un magnífico regalo navideño que a buen seguro nunca olvidarán.
 
Los gobiernos de Madrid, Valencia, Murcia y País Vasco (este último por imperativo legal) también aportaron su granito de arena. El partido Ciudadanos está realizando una campaña en Cataluña para que la película sea exhibida en los cines de allí. Me lo contaba Albert Rivera, exultante, bellísimo y bien acompañado por la buena gente de su partido en Madrid, Victoria Longares, Fernando Landecho, Antonio Buendía y otros. Iñaki Ezkerra confía en que la película sirva para que los españoles no olviden que la falta de libertad de muchos vascos es la auténtica cuenta pendiente de la democracia. Frente a la memoria histórica cañí de El hombre que veía amanecer, según reza el opus anterior de la Urbano, el testimonio vivo de algunas víctimas del nacionalismo. ¿Historia basura o verdad? Ustedes mismos.
 
Nieves Baglietto, cuyas valientes y conmovedoras memorias saldrán en breve en la editorial Sepha (he tenido el honor de leerlas y sólo puedo decirles que son imprescindibles), conversaba con Esperanza Aguirre, más feliz que un niño con zapatos nuevos. "Han salido muy guapas en la foto", me comenta una rubia simpatiquísima amiga de la editora Pilar Marcos (los Reyes Magos aconsejan a Milton Friedman) con la que suelo coincidir en muchos saraos. A veces terminamos intercambiando frases como si nos conociéramos de toda la vida, aunque nunca nos han presentado –no need, aunque al menos me gustaría saber cómo se llama–. Nos topamos de nuevo en el puesto de palomitas con Isa Durán, belleza a prueba de bad hair days, y no me resisto a sacarle una foto con su vaso de Coca-Cola. Como me decía hace poco un amigo, ahora que el liberalismo sufre el doble envite de socialdemócratas y nostálgicos del azul mahón, lo mejor es pasarse al imperialismo de la Coca-Cola o de la sopa Campbell, auténticas marcas de la libertad.
 
Chapitas rosas de UPyD, políticos peperos, caras guapas (la novia de Álvaro Vermoet y también el mismo), viejos amigos a los que no veía hace tiempo ("Sabía que iba a encontrarme contigo")... En fin, que, como he dicho otras veces, a veces la lucha de los vascos por la libertad bien parece un desfile de modelos. Estatura moral, buena educación, aspecto pulcro e impecable y ni un mal gesto, eso es lo que Martin Luther King aconsejaba a los activistas de su movimiento por la igualdad legal de todos los habitantes de su gran nación.
Un día el Sur sabrá que cuando estos hijos desheredados de Dios hacían sentadas en las barras de los restaurantes, en realidad defendían lo mejor del sueño americano y los valores sagrados de nuestra tradición judeo-cristiana, y por tanto devolvían a nuestra nación a esos grandes pozos de democracia cavados con profundidad por nuestros padres fundadores en la Constitución y la Declaración de independencia.
Obama ha cumplido su sueño, y con él se ha realizado el de millones de personas que han visto en su victoria el anuncio de un futuro mejor. Esperemos que no se convierta en pesadilla. Iñaki Arteta y sus amigos también tienen el suyo. Su decepción sería nuestra derrota. No les defraudemos.
 
 
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