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DRAGONES Y MAZMORRAS

Recordando

Hace ya cinco años –tantos como tiene el periódico que la acoge– empecé a llevar esta especie de dietario cultural que, de forma algo pomposa, me gustaría que fuera una crónica de la sociedad lectora; crónica finisecular, pues empieza en el año 2000, en la que pretendo reflejar lo que se cuece, semana a semana, en el ámbito nada restringido de la vida cultural madrileña, que, por extensión, es reflejo de lo que ocurre en la vida cultural española.

Hace ya cinco años –tantos como tiene el periódico que la acoge– empecé a llevar esta especie de dietario cultural que, de forma algo pomposa, me gustaría que fuera una crónica de la sociedad lectora; crónica finisecular, pues empieza en el año 2000, en la que pretendo reflejar lo que se cuece, semana a semana, en el ámbito nada restringido de la vida cultural madrileña, que, por extensión, es reflejo de lo que ocurre en la vida cultural española.
A veces he dado algún salto al extranjero, pero siempre por necesidades del guión y en asuntos relacionados con nuestro país. A la impunidad del género hay que añadir la del medio. Si el articulismo es efímero, cuando se aloja en la Red es, además, evanescente. Al cabo de un tiempo lo escrito se disuelve en el ciberespacio, incluso van desapareciendo de los mejores buscadores.
 
Todo esto es para decirles que he tenido tentaciones de recoger en forma de libro aquellas primeras crónicas que no existen más que en mi propio archivo, pues, para qué engañarnos, el único realmente interesado en lo que hace un escritor es el propio escritor. ¿Para qué –se preguntarán– resucitar cosas que no fueron sino verduras de las eras? Por lo mismo que se publican diarios, dietarios y otro tipo de manifestaciones más o menos encalomadas del yo, o sea, por su valor testimonial, sin excluir cualesquiera otros valores, ya sean literarios, morales o simplemente anecdóticos.
 
Algo parecido ocurre con las colecciones de artículos: casi todos los escritores acaban recogiendo esos productos dispersos de su ingenio para devolverlos al lector en forma de libro; los hay, incluso, que no publican otra cosa. Se hizo casi sin excepción en el siglo XIX, se siguió haciendo en el XX, a pesar de la creación y regulación de las hemerotecas –pero ¿quién las consulta?–, y se seguirá haciendo en el XXI; es más, parece que será el género de moda en los años venideros.
 
No obstante, mis buenas intenciones se van a quedar seguramente en eso, pues tropiezan con el nada pequeño inconveniente de la falta absoluta de interés por parte de los editores. Pero al menos me han servido para lanzar una mirada retrospectiva a mi trabajo y darme cuenta de hasta qué punto la cultura es agricultura. En sus ciclos se siembra, se madura, se recoge y se consume.
 
El Círculo de Bellas Artes.También se premia. Por ello aparecen a lo largo de estos cinco años como temas recurrentes los premios, en particular el Nobel y el Cervantes, la fiesta del Rey cuando la había, la lectura pública del Quijote, que durante este año del IV centenario ha traspasado las puertas del Círculo de Bellas Artes, entidad promotora del evento. También he recogido las tribulaciones de los premiados y sus respectivos jurados, las ferias del Libro de ambas orillas del Atlántico, la fiesta de fin de curso de la Residencia de Estudiantes, los cursos de verano, los congresos anuales, la rentrée literaria, los escándalos, polémicas y logros de escritores, traductores, editores, agentes literarios, libreros y lectores; las presentaciones de libros, conferencias, inauguraciones y exposiciones, las vicisitudes políticas de la cultura y la política cultural de los gobiernos de turno, y un sinfín de anécdotas referidas a la comunidad de leyentes y escribientes (o letraheridos y letrahirientes, como prefieran), contadas por quienes las vemos y vivimos.
 
Si elegí el título genérico de Dragones y Mazmorras fue, creo haberlo mencionado alguna vez de pasada, por su alto contenido simbólico, tras rechazar otros no menos emblemáticos, como El pozo de Babel, Fahrenheit 451 o Crimen y castigo. Todos ellos resumen, de manera que considero admirable, el carácter sacramental del sujeto elegido, los errores y los horrores de la vida literaria, su miseria, pero también su esplendor. Porque todo tiene remedio. Los pozos se drenan, en las cuevas pueden encontrarse diamantes, el fuego purifica y el crimen no sólo se castiga, también se redime, y así es como yo enfoco estas páginas, como una purga, pero una purga que se pretende liberadora.
 
Otra de las conclusiones que, a falta del libro deseado, he sacado del análisis retrospectivo que me he permitido hacer desde la seguridad de mis mazmorras es la del reducido escenario en que se producen los acontecimientos culturales. Del Círculo de Bellas Artes al Ateneo, de la Casa de América a la vecina Biblioteca Nacional, de ahí a la Residencia de Estudiantes, sin olvidar el Círculo de Lectores, son pocos los centros que pueden competir con estas instituciones en atractivo logístico y apoyo mediático.
 
Sin embargo, en estos dos últimos años se ha producido, si no un desplazamiento, al menos una ampliación bastante notable del ámbito de actuación, por el lado de la política, que ha abierto nuevos espacios de debate. Las fundaciones, las universidades, las academias han abierto al público sus hasta entonces restringidas salas para intentar analizar lo que ocurre, al tiempo que, por primera vez en muchos años, los libros de no ficción se han llevado la palma en número de lectores. No podía ser menos, en este mundo en guerra.
 
Todo esto no pretendía ser más que un proemio para intentar explicar el actual descenso del nivel de las convocatorias literarias, como si los escritores se estuvieran refugiando en otra parte, tal vez, según veo en el programa de actividades de mayo-junio, en los diferentes institutos Cervantes que, cada vez en mayor número, acogen a nuestros notables. Pero, burla burlando, he consumido mi tiempo en vanas nostalgias y tengo que terminar aquí esta crónica excepcional, no sólo por su tema sino porque, por primera vez, no he citado un solo nombre, ni propio ni ajeno.
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