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CRÓNICA NEGRA

Raptada en el hotel

Los McCann, una pareja de jóvenes médicos británicos, están de vacaciones con sus tres hijos en Praia da Luz, lo mejor del Algarve. Una tarde-noche deciden bajar a cenar con unos amigos mientras dejan a los niños durmiendo en la habitación, que da a la calle y tiene las ventanas a baja altura. En uno de los controles rutinarios que han establecido por si los pequeños necesitan algo o se despiertan, comprueban que Madeleine, de sólo tres años, ha desaparecido. Puede que los barrotes de una de las ventanas hayan sido forzados. La desesperación invade a los McCann. Las vacaciones se han convertido en un infierno.

Los McCann, una pareja de jóvenes médicos británicos, están de vacaciones con sus tres hijos en Praia da Luz, lo mejor del Algarve. Una tarde-noche deciden bajar a cenar con unos amigos mientras dejan a los niños durmiendo en la habitación, que da a la calle y tiene las ventanas a baja altura. En uno de los controles rutinarios que han establecido por si los pequeños necesitan algo o se despiertan, comprueban que Madeleine, de sólo tres años, ha desaparecido. Puede que los barrotes de una de las ventanas hayan sido forzados. La desesperación invade a los McCann. Las vacaciones se han convertido en un infierno.
A aquellos que dicen que nunca habrían dejado a sus hijos dormidos y solos en el dormitorio hay que responderles que los McCann no tienen culpa de nada. Son meras víctimas de haber confiado en la atmósfera de engañosa seguridad de la pequeña localidad portuguesa, del ambiente confortable y tranquilo del hotel. Los McCann y sus hijos se sentían falsamente protegidos.
 
Cientos de policías han rastreado la zona en busca de Madeleine, cada vez con diagnósticos más pesimistas. Por otro lado, ¿qué puede esperarse de una organización social que asiste impávida al rapto y desaparición de personas? ¿Creemos que nunca nos va a tocar a nosotros? Hace sólo unas semanas, el niño Yeremi Vargas se hizo humo en Gran Canaria; y sólo unos meses que, en la misma isla, desaparecía una adolescente de 14 años. ¿Se puede vivir en la confianza de que algo así no volverá a suceder? Naturalmente que no.
 
Es asombroso que el ruido y la furia disminuyan con el tiempo, hasta prácticamente desaparecer. Pasó con la adolescente de 14 años, de la que casi nadie se acordaba... hasta que desapareció Yeremi.
 
***
 
En Estados Unidos hay un español, Arce Montes, del que se sospecha ha cometido varios crímenes. Fue capturado mientras realizaba actos lascivos en el hotel Banana Bungalow de Miami Beach. Cortaba pijamas de chicas con unas tijeras y trasteaba en la oscuridad. Es el presunto autor de un extraño asesinato, el de la adolescente británica Caroline Dickinson: murió asfixiada en la Bretaña francesa, donde se encontraba de vacaciones con su colegio.
 
Arce se había especializado en introducirse en habitaciones de albergues y hoteles. Usaba falsas tarjetas de estudiante, aunque es más viejo que la Tana, siempre con pretensiones lascivas. ¡Hay que ver lo desprevenido y confiado que está el mundo! Sus víctimas favoritas eran chicas jóvenes como Caroline, de 13 años. Fue descubierto por casualidad, pillado in fraganti. Sus fluidos seminales están presentes en el abuso de Miami y la muerte de Bretaña. Es un especialista, una auténtica "rata de hotel".
 
La repugnancia no debe impedirnos valorar la extrema habilidad de este gijonés, que se deslizaba en las habitaciones donde estaban las criaturas con tal destreza y discreción que abusó de y mató a Caroline sin que sus compañeras de habitación se dieran cuenta. La oyeron quejarse, pero pensaron que estaba sufriendo una pesadilla.
 
***
 
Madeleine puede haber caído en manos de una organización de sicarios que sirve niñas para su adopción, lo que no deja de ser una hipótesis optimista. La policía también baraja que se trate de un "secuestro por encargo", algo que también vale para monstruos pederastas. En esta segunda opción, las posibilidades de supervivencia son escasas: los adictos al sexo con niños suelen destrozarlos y, luego, borrar las huellas de la única manera que saben, o sea, sembrando la tierra de cadáveres. Por otro lado, en las desapariciones de niños siempre queda la posibilidad de que se hayan perdido o desorientado.
 
En el mundo globalizado, un pederasta puede hacer viajes relámpago de una a otra nación, de un continente a otro; y, desde luego, desde Canarias hasta Portugal. No digo que se trate de la misma persona, pero sí del mismo tipo delincuencial.
 
Ojalá la desaparición de Madeleine acabe explicándose con la hipótesis más favorable; mientras tanto, compadezcamos a los padres, médicos, jóvenes, atribulados, que cometieron la ligereza de permitirse una cena a cincuenta metros de donde descansaban sus niños rodeados de lobos. Madeleine, esa pequeña rubia, de ojos grandes, guapa y pizpireta, seguramente fue observaba por su presunto raptor, si se trata de un rapto, que pudo preparar el golpe con la mayor tranquilidad. Sin que nadie le molestara.
 
Se dice que, días antes, una cliente del hotel observó cómo un individuo corpulento, se cree que británico, miraba de forma impertinente a través de las ventanas del edificio, tal vez seleccionando una víctima. Lo denunció, pero no le hicieron mucho caso. Por otra parte, unos paseantes se alarmaron ante un tipo extraño que hacía fotos a los menores. Una cosa escalofriante, que no fue justamente valorada. Luego llegó la sorpresa: supuestamente, Madeleine había sido raptada.
 
Tal vez ahora tampoco se reaccione como es debido: más allá de los desaparecidos históricos, que todavía nos duelen como el primer día, hay dos puntos rojos en el mapa de las Canarias y uno en el de Portugal. ¿Es posible que se olviden y que el tiempo lo borre todo, como ha pasado otras veces? Internet hierve de pederastas, el turismo sexual aumenta y, de vez en cuando, un niño desaparece del suelo ibérico. ¿Podemos acaso olvidarlo? ¿Es que estamos locos?
 
 
FRANCISCO PÉREZ ABELLÁN, presentador del programa de LIBERTAD DIGITAL TV CASO ABIERTO.
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