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CRÓNICA NEGRA

Pulseras y GPS: no estamos para marcianitos

Una vez más, se ha consumado la injusticia. El maltratador iba forrado de medios telemáticos. El Gobierno se cree que puede acabar con la violencia con juegos tecnológicos que no domina.

Una vez más, se ha consumado la injusticia. El maltratador iba forrado de medios telemáticos. El Gobierno se cree que puede acabar con la violencia con juegos tecnológicos que no domina.
No deberían haberlo dejado salir de la cárcel de A Lama, pero nos venden que tras los barrotes hay un corazón sangrante, una emoción fuerte y conmovedora. Basta que la pareja del maltratador llegue llorando, suplicando, rogando, para que dejen salir a Maximino. Apretado por las lágrimas, el director abre las puertas de la cárcel y el preso sale loco de ansiedad, como un mihura, embalado y cuesta abajo como la crisis.
 
En prisión no acaban de fiarse y los responsables deciden soltarlo... pero con una pulsera telemática que diga siempre donde está y un GPS que cante si se acerca a la zona de exclusión. Dos aparatos que no entiende ni su padre. La pulsera pone un hueco de luz en la pantalla, allá en los Madriles, donde un único funcionario hace guardia un sábado de sangre frente a un sistema electrónico que se rebela, se cae, se bloquea, se apaga, pita y enloquece.
 
Hay miles de pulseras y GPS que endilgar, aunque afortunadamente no todos se han endilgado, así que en las pantallas hay pocas lucecitas titilando. Y es que no todos los maltratadores llevan pulsera y GPS; y, desde luego, no se puede seguir a todos. Entre otras cosas, por la ausencia de funcionarios especialmente preparados para ello.
 
El Gobierno ha hecho su propaganda proclamando que las mujeres están vigiladas por GPS, por ordenador, por satélite, allá en el cielo, pero la verdad rotunda es que, cuando salta la alarma, no se sabe quién llegará antes, la policía o el maltratador con la parca. Cientos de pulseras y un solo funcionario detrás. Una política de maquillaje, de fachada, de decorado de película almeriense del Oeste. Pero un Ministerio de Igualdad bien vale una promesa.
 
Maximino Couto, de 60 años, natural de Pontevedra, constructor, tiene una vieja cuenta pendiente con su ex mujer, que no es la que llora para que le dejen salir, sino otra a la que el juez protege con cuatro veces la distancia normal de alejamiento: Maximino no debe acercarse a menos de dos kilómetros de donde esté ella. A la señora también la protege el ángel de la guarda.
 
Maximino es de fiar, pero lo justo. El GPS emite su pitido escandaloso si trata de irrumpir en territorio prohibido. Pero el caso es que ha conseguido dar una paliza de muerte a su ex, víctima de su ceguera de amor.
 
La ministra Bibiana promete, para tapar el escándalo, un equipo perfeccionado, multicanal, que hará posible que la víctima se entere en tiempo real de que el maltratador va a por ella. La técnica falla, y hace mucho que las mujeres se quejan de los zumbidos, molestias, cargas y descargas de ese aparataje en el que no confían. Doña Bibiana: no se trata de repartir pulseras y GPS que funcionen mejor, sino de enfrentarse al crimen de otra forma. Se necesita un cambio radical de táctica.
 
Maximino Couto venía avisando, lo sabía todo el que quería saberlo: un día pondría sangre a secar en el suelo. Era un resentido amenazador. El día decisivo, allá en Madrid, el funcionario no daba abasto: muchas máquinas para sus solos ojos. El aviso lucía rojo sangre en el tablero, y Maximino dentro de la zona de exclusión, buscando a la ex y apuñalando a los vecinos. Los polis llegaron tarde, cuando por fin les avisó el sistema de matar marcianos.
 
 
FRANCISCO PÉREZ ABELLÁN, presentador del programa de LIBERTAD DIGITAL TV CASO ABIERTO.
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