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CRÓNICA NEGRA

Óscar abre en Madrid un chiringuito de matar

Óscar es un colombiano que aterrizó muy joven en tierras españolas y que en el año 2000 fue detenido por asaltar un furgón de transporte de fondos. Es un tipo listo y con la cabeza muy dura.

Óscar es un colombiano que aterrizó muy joven en tierras españolas y que en el año 2000 fue detenido por asaltar un furgón de transporte de fondos. Es un tipo listo y con la cabeza muy dura.
En septiembre pasado le dejaron suelto con un permiso penitenciario, aquí, en el país que le pone ático de lujo al ministro de Justicia a cuatro días de las elecciones. Cumplía una condena de veinte años, si la información no me falla. Estaba en la cárcel de Aranjuez, y como era una lata... decidió no volver a la celda. Algo tenía que hacer para sobrevivir en la jungla de asfalto, y, tras estudiar las posibilidades, decidió, según la investigación en marcha, establecer una franquicia del sicariato, un chiringuito de muerte.
 
Ese mismo mes apareció se descrubió en Ciempozuelos, en un bidón de ácido sulfúrico, un fiambre semienterrado, con las manos cortadas, la cabeza esqueletizada y, en el cuello, un cadenón de oro de hortera de bolera.
 
Ahora, las fuerzas policiales afirman haber desmontado el negocio de Óscar. Y dicen tener pruebas suficientes para cargarle el muerto.
 
El negocio de eliminar a la gente puede estar también detrás de la muerte de un holandés errante en la calle de Santa Engracia: dos jóvenes le dispararon a la cabeza cuando se encontraba a la altura de una clínica dental. También en Madrid, ese mismo fin de semana, caía tiroteada una ciudadana china de 49 años a las puertas de su negocio, una tienda de alimentación en el otrora modesto y tranquilo barrio de San Blas. También la semana pasada, pero esta vez a las afueras de Madrid, en El Soto de la Moraleja, un jovencito jugaba sin saberlo a la ruleta rusa con un revólver histórico –dicen que tiene más de un siglo– que guardaba su padre en perfecto estado de funcionamiento, aunque se ignora si tenía licencia. Tras apretar el gatillo y voltear el tambor, una o dos veces, quizá tres, salió la bala que destrozó el pecho del amigo con el que estaba pasando la noche. 
 
En Madrid, a las armas de fuego se les está perdiendo el respeto. Nada hay de extraño, si tenemos en cuenta que se ha perdido el respeto a la vida. Y a la ley, una ley que no sirve para garantizar la seguridad ciudadana porque no es capaz de encerrar a los delincuentes: hay por ahí decenas de ellos que acumulan cientos de detenciones... y como si nada.
 
Es posible que a Óscar le caigan algunas decenas de años de prisión, pero sin que se tenga demasiado en cuenta que es un reincidente, que presuntamente forma parte de una banda criminal organizada y que, según los investigadores, su negocio es la muerte.
 
El Cártel de Cali, célebre multinacional colombiana de la droga, tiene ramificaciones en buena parte del mundo. Compra agentes del orden aquí y personal de la Justicia por allá. Donde no llegan sus tentáculos económicos llegan sus acciones criminales. Óscar, el supuesto rey de los sicarios, pasado por la reinserción de las cárceles españolas, parece que se ofreció como corresponsal de los peores encargos. Los narcotraficantes de calado suelen tener problemas con los morosos. Así que los hombres de Óscar podrían ser perfectamente "los cobradores del crack", individuos escandalosos que liquidan a pleno día a quienes se quedan con la mercancía o no la pagan a tiempo. Como toda empresa solvente, los del Cártel suelen advertir antes de ejecutar, pero una vez cursada una orden no hay marcha atrás.
 
Chulitos, entrenados, a salvo de remordimientos, los sicarios no se arredran. De acuerdo con la Policía, Óscar podría estar tramando eliminar a los agentes que en su día le colocaron, o sea, a los que le detuvieron cuando lo del furgón. Se trata de agentes preparados que saben lo que es la corbata colombiana y la sonrisa del payado, porque, entre otras cosas, son especialistas en redes compuestas por delincuentes colombianos, capaces, como se ve, de establecer un negocio estable en la capital de España, donde ya no les da miedo la ley ni el orden.
 
De hecho, repito, al parecer estaban planeando matar policías como si tal cosa, algo que los gángsteres de Chicago-años-30 sólo hacían cuando se volvían locos. Matar policías es un error peligroso, y nada digno de delincuentes con un gramo de cerebro; pero es que aquí nos damos de bruces con la historia de Óscar, nada ejemplar pero sí muy impactante: un chiquilicuatre recién desembarcado de un vuelo transoceánico se pone a robar y a atracar hasta que lo capturan, cumple unos años de nada perfeccionando la técnica delincuencial y licenciándose en el credo terminator y retorna a las calles como un exterminador endurecido y cruel.
 
Encontró el campo abonado: poco control y manga ancha, prisiones son de cinco estrellas, con menú y agua caliente. Por todo ello, el chiringuito mortal es una buena apuesta.
 
Es posible que a Óscar se le hayan caído los palos del sombrajo, como al quinqui de Cartier, pero nadie ha dicho nada de acabar con las vacaciones para los delincuentes peligrosos que piensan en matar policías. Ni siquiera se le ha ocurrido a Rajoy, que parecía estar en vena.
 
 
FRANCISCO PÉREZ ABELLÁN, presentador del programa de LIBERTAD DIGITAL TV CASO ABIERTO.
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