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CÓMO ESTÁ EL PATIO

Obamaníacos del mundo, ¡uníos!

Somos bastante catetos. Los españoles. Especialmente los progres, tan proclives a actuar de felpudo con cualquier figurón bendecido por la izquierda: ante él, pierden toda capacidad de pensamiento crítico.

Somos bastante catetos. Los españoles. Especialmente los progres, tan proclives a actuar de felpudo con cualquier figurón bendecido por la izquierda: ante él, pierden toda capacidad de pensamiento crítico.
Zapatero, por ejemplo, está fascinado con Obama, y, si hemos de creer a Leyre Pajín, el sentimiento es recíproco. Algo estará haciendo (mal) el presidente norteamericano para que sus homólogos europeos le tengan en tan alta estima, con la circunstancia adicional de que ese sentimiento es directamente proporcional a la magnitud del fracaso de los admiradores en sus respectivos países.

Obama quiere importar a los Estados Unidos de Norteamérica todo lo que ha hecho de Europa un lugar absurdo para vivir, a menos que se pertenezca a la miríada de organizaciones de izquierdas que todos los gobiernos financian, unos para que defiendan su agenda y otros para no ser tachados de reaccionarios. La gente común, la que paga impuestos, las personas decentes, vaya, que todavía creían en el sueño americano de la libertad y los derechos individuales, tienen gracias a Obama el consuelo ingenuo de que también los yanquis van a probar en sus propias carnes los efectos de las políticas progresistas a las que tan acostumbrados estamos a este lado del Atlántico.

Zapatero deponía esta semana en el New York Times, que es como El País pero en inglés y bien escrito, que si Obama le pide enviar más tropas a Afganistán, lo hará sin pestañear, algo muy consecuente con el gobierno que ha hecho del pacifismo irredento su principal bandera. Uno de los más famosos ministros de defensa de la era Zapatero, el gran José Bono, recuerden, llegó a afirmar que prefería morir a matar, que es exactamente lo que piensa el ciudadano medio norteamericano mientras engrasa su rifle en el porche de su casa junto a una jarra de limonada bien fría. Obama es partidario de las cuatro virtudes teologales del progresismo (diálogo, talante, mestizaje y tolerancia), pero la inmensa mayoría de los ciudadanos estadounidenses es algo refractaria a esta imposición de valores que, en política internacional, está dando unos frutos más bien raquíticos, como se ha encargado de reconocer la propia Hillary Clinton respecto a los casos de Irán y Corea del Norte.

Barack Obama.Con Barack Hussein en la Casa Blanca, los progres creen que los Estados Unidos han cambiado por completo. De hecho, no hay ahora mismo mayor proamericano que un europeo de izquierdas (criaturitas). Y como el relativismo intelectual y moral es el principio transversal que informa el pensamiento de izquierdas, resulta que todo lo que hacía Bush era producto de una mente enferma en fase terminal de nazificación, mientras que lo que hace Obama, aunque sea exactamente lo mismo, es la feliz consecuencia de tener a un presidente norteamericano progresista, en cuyo caso el izquierdista europeo aplaude a rabiar. Las manifestaciones callejeras que recorrieron medio mundo tachando a Bush y sus aliados de asesinos han desaparecido de la faz de la tierra como por ensalmo, a pesar de que el ejército norteamericano sigue luchando en Irak y Afganistán. 

En España seguimos echando en falta que las gentes de la cultura (je) se manifiesten en contra del deseo de Zapatero de enviar más tropas a Afganistán, guerra que en su momento recibió los más duros calificativos por parte de la izquierda española, que llegó a calificar ese despliegue militar de "operación terrorista y asesina por parte de Estados Unidos". Entonces mandaba Aznar, claro. Ahora con Zapatero no sólo no evitamos participar con nuestro ejército en una operación "terrorista y asesina", sino que aumentamos las tropas sin que nadie nos lo pida, porque con Obama al mando los disparos de los soldados de la fuerza internacional son ya dialogantes y de mucho progreso.

Hemos pasado de quedarnos sentados al paso de la bandera de las barras y estrellas a usarla de relicario con una foto de Barack Hussein en el centro, un cambio de chaqueta que deja los gloriosos tiempos de la UCD en el nivel aficionado. El partido de la oposición, por su parte, no parece dispuesto a poner de manifiesto esa profunda hipocresía de Zapatero, cosa muy natural, dado que los mayores obamaníacos de la política española parecen encontrarse en las filas del PP, como tuvimos ocasión de comprobar tras las últimas elecciones norteamericanas. Hasta llegaron a calificar al nuevo presidente yanqui como el político que quintaesencia los principios liberales y conservadores que defiende aquí el Partido Popular (¿?), que ya es tener valor.

Unos y otros compiten por ver quién es más obamaníaco, pero en el caso de la derecha se trata de una batalla perdida de antemano, que es lo que suele ocurrir cuando se intenta enarbolar las banderas del contrario en vez de desplegar las propias.

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