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CRÓNICA NEGRA

Ni Ñetas ni puñetas

Lo que faltaba. Ya está aquí West Side Story. Bandas de jóvenes que pelean por un territorio. La policía ordena incluso que se borren las pintadas que marcan los límites del dominio por miedo a que se hagan fuertes. Latin Kings y Ñetas, dos grupos que se enfrentan en las calles, en este caso en Cataluña pero también en otras partes.

Lo que faltaba. Ya está aquí West Side Story. Bandas de jóvenes que pelean por un territorio. La policía ordena incluso que se borren las pintadas que marcan los límites del dominio por miedo a que se hagan fuertes. Latin Kings y Ñetas, dos grupos que se enfrentan en las calles, en este caso en Cataluña pero también en otras partes.
Los padres de Ronny Tapias, poco después de conocer la sentencia.
Consecuencia de sus enfrentamientos: un joven, Ronny Tapias, resultó muerto de una cuchillada. La cultura urbana se pervierte. Escasa formación, nada de arraigo, rebeldes sin causa, agresivos y armados. Las bandas de nuestra infancia apenas si alcanzaban una lluvia de piedras, pero estos ensayan con el punzón, la cuchilla, el puñal. Son hábiles en el manejo del arma blanca y no tienen miedo a nada.
 
En el caso que nos ocupa, cinco jóvenes dominicanos se presentaron a la puerta del centro escolar donde estudiaba Ronny y, porque lo creían del grupo rival, lo mataron. La sentencia del juicio celebrado contra los supuestos culpables no establece quién fue el autor material. Esto siempre es importante, porque conviene deslindar al asesino de la masa, aunque los otros sean cómplices. Normalmente son tipos cobardes que se ocultan en el grupo. Jamás se atreverían a actuar frente a frente, y mucho menos en solitario.
 
Es lo que tiene la banda: que envilece a todos y tapa a los cobardes. Una banda es un medio para dar rienda suelta a los peores instintos, entre ellos el instinto criminal. Latin Kings o Ñetas no son más que denominaciones de grupos que pueden convertirse en violentos. Una especie urbana que no existía en nuestras calles, donde no falta basura.
 
En el caso de Ronny están implicados jóvenes de distintas nacionalidades: dominicanos, ecuatorianos y colombianos (la víctima). En sus países de origen este tipo de actuaciones está a la orden del día. En algunas zonas incluso las bandas han establecido un gueto en el que no permiten la entrada de sus rivales y hasta mantienen a raya a la propia policía.
 
Es un fenómeno de la marginalidad, la incultura y la frustración. Los jóvenes se encuentran en las calles, cerca siempre de algún antro donde suena salsa y otra música caribeña, creyéndose los dueños del lugar. El principal objetivo es encontrar la identidad personal mediante el grupo, que puede reconocerlos como el que mejor persigue chavalas, el que consigue euforizantes para pasarlo bien, o el que tira mejor de hoja, siempre con una empuñada, para hacerse grande e importante, por valor y falta de escrúpulos.
 
Los enemigos de los Latin Kings invierten el símbolo de éstos, la corona, para ofenderlos.En España no son muchos los jóvenes dependientes de esto, pero puede decirse algo: cada vez son más, y más ingobernables. El homicidio es una consecuencia inevitable del trasnochado machismo que practican, como un West Side Story de banana y piña colada.
 
Los reyes latinos, "Latin Kings", buscan una uniformidad de conducta e incluso una singularidad con su vestimenta y forma de actuar; eso les distingue, pero también les hace vulnerables. En sus países de origen no se andan con contemplaciones y pueden acabar en el calabozo a la primera de cambio. En nuestro país obligan a endurecer el cumplimiento de la ley que impide ir armado, portar cuchillo o navaja. Son pertinentes los cacheos disuasorios: todo el que vista como un latin king debe ser sospechoso de ser un latin king, y si lleva armas se le deben requisar en el acto, amonestar y detener, si hay motivo parta ello.
 
Por otro lado, el acoso policial a los ñetas debería ser paralelo e igualmente efectivo. Estos jóvenes juegan con la vida, y como son absolutamente imprevisibles, incapaces de rigor alguno e impulsivos, incluso pueden repetir la hazaña que se atribuye a una de las bandas rivales y que consiste en haber matado, por error, a Ronny Tapias, que no tenía nada que ver en sus cuitas ni querellas.
 
Algunos jóvenes violentos y despiadados salen a ligar o hacer daño. Lo más frecuente es que no consigan comerse una rosca, por lo que ponen en marcha el "plan B": herir, golpear, dar una paliza o incluso matar. Es una forma de quemar la energía que les desborda, intacta de estudio y de buenas acciones. Chicos de la calle, que quedan de cine en la pantalla, con música y canciones románticas, interpretados por puertorriqueños de fino tupé en una cinta de Hollywood, pero que son pieza de horror en las calles desbordadas de tráfico, frustración y cacas de perro.
 
Según la magistrada que ha dictado sentencia contra tres chicos dominicanos por la muerte del estudiante colombiano Ronny Tapias, "existía acuerdo o decisión conjunta de los acusados de causar la muerte". En la Cataluña de los Latin Kings y de los Ñetas cualquiera puede ser objeto de una represalia. E importa poco si tiene algo que ver. Como en los libros de caballerías, no desenfundan nunca si no es para combatir. Y aún diría más: la hoja debe retornar tinta en sangre.
 
Es una vieja dialéctica de pobres chicos asustados, a los que les dan miedo los libros y las chicas, por este orden. Tienen que sacar el instinto asesino para resarcirse de un profundo complejo de inferioridad. Chicos trasplantados a un país lejano, que traen de allá costumbres superadas pero que encuentran nuestras calles disponibles para imponer la ley de la selva. Chicos que necesitan escolarización, echarse una novia que los ponga a estudiar o a trabajar, según el caso. Chicos a los que la policía no puede darles una segunda oportunidad.
 
La muerte de Ronny, injusta, imperdonable, ha condenado a tres de ellos a 17 años de cárcel, y a otros dos menores a ocho años de internamiento, pero es probable que esto no lleve paz al corazón del padre del chico muerto, al que hemos visto emocionarse hasta las lágrimas, pedir justicia y mirar a la cámara desesperado, sabedor de que es víctima inocente de un juego de adultos.
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