Menú
CRÓNICA NEGRA

Mujeres chuleadas y dadas al resbalón

En nuestro país pululan las mafias y organizaciones criminales que chulean a las mujeres como si tal cosa, sin que al Ministerio de la Igualdad le importe un pito refrito. Los capos del tráfico de blancas prefieren España, no solo para el trabajo, también para el placer: bastante saben ellos que la pretendida protección de las féminas no pasa de ser puro maquillaje.

En nuestro país pululan las mafias y organizaciones criminales que chulean a las mujeres como si tal cosa, sin que al Ministerio de la Igualdad le importe un pito refrito. Los capos del tráfico de blancas prefieren España, no solo para el trabajo, también para el placer: bastante saben ellos que la pretendida protección de las féminas no pasa de ser puro maquillaje.
La ministra de Igualdad, Bibiana Aído.
Ayer mismo informaba la policía de que había capturado al Clan de los Yugoeslavos, 42 individuos que trataban a las mujeres "como un chulo a su prostituta", según la gráfica descripción de uno de los investigadores. Son croatas, serbios, macedonios y bosnios. Aunque no hay que dejarse engañar por lo políticamente correcto: en el fondo se trata de individuos de etnia gitana, eso sí, de varias castas.

Los varones se reservaban trabajos de vigilancia, de traslado de efectivos a los lugares de acción y de gestión de objetivos. En el nivel más bajo de la organización estaban las mujeres. Estos gipsy brothers mandaban a las gipsy girls a abrir las cerraduras por el procedimiento del resbalón, que consiste en abrir puertas introduciendo un plástico duro –una radiografía, un trozo de botella...– entre el marco y la cerradura. Los dirigentes masculinos caceaban a las damas, que se colaban en los domicilios, normalmente vacíos, procurando no toparse con los dueños, y se llevaban todo lo que encontraban de valor, especialmente objetos de plata y colorao (oro).

A los jefazos se les ha intervenido más de doscientos mil euros en billetes de 500, es decir, de esos que lavan más blanco, pues estos gitanos señoritos de la Europa del Este hacían inversiones en inmuebles.

Esta España nuestra, que se las da de haber hecho realidad los derechos de la mujer, es el terreno ideal para que los tratantes de personas, esclavistas, tiranuelos, hagan lo que les pete sin que nadie lo advierta o impida; hasta que su propia actividad les delata.

La que nos ocupa se convirtió en la mayor banda de ladrones de domicilios: es probable que hayan cometido más de 500 robos. Los hombres llevaban a las mujeres al metro, donde las enseñaban el juego del despiste: entrar y salir por varias bocas para darle puerta a los maderos; y en la calle las enseñaban trucos, como pararse en los semáforos en verde para que los perseguidores se delataran.

Ellas eran conscientes de lo que hacían. Mujeres con faldas largas de tinte multicolor. Chicas gitanas, acostumbradas desde que nacen a la prevalencia del varón, que se deja un bigote fino, se compra un traje de alpaca, se alborota los rizos y se sienta en una silla a esperar que le traigan el dinero. Las chicas se arriesgan, se desloman, se agotan en el recorrido de los barrios de clase media. Son ladrones de pobres, no de millonarios.

Después del Clan de los Yugoeslavos vendrán otros tratantes de mujeres, que las obligarán a llevar encima un kit de robo sin huella: unas tijeras, un plástico duro y un billete para tomar un taxi si las cosas se ponen feas.

En el jardín de una de las mansiones de los barandas del clan se han recuperado hasta seis bolsas de basura llenas de joyas robadas. Pronto la poli colgará en la red las fotos de los más de dos mil objetos recuperados, para que cada cual identifique lo suyo.

Si sale de casa, sepa que esas mujeres tan libres de faldas coloreadas tienen dueño de mano dura, que están obligadas a dar palos, como las hetairas a vender sus cuerpos. Sepan que cerca de ellas, fáciles de reconocer, porque llevan a mano un plástico duro, están los chulos del robo: el señorito pintón de coche potente y ropa cara.

Son ladrones globalizados, a la última en tráfico de capitales, que consideran a la mujer su sirviente o su esclava. Las chulean como si el país entero fuera un prostíbulo. La cosa ha llegado a tanto, que algunas de las veteranas tienen mujeres subcontratadas: la casta de las intocables encuentra todavía gente más necesitada, dispuesta a entregar su libertad para que vivan bien los que están ocultos en Reus.

La cosa buena es que estos ladrones madrugaban, empezaban a las ocho de la mañana y hacían jornada intensiva, con lo que las gitanas trabajadoras podían regresar para hacerse cargo de las tareas del hogar: reposo del gipsy guerrero, cuidado de niños, limpieza y comida. No sé si la libertad de las ministras les da ahora para tanto.


FRANCISCO PÉREZ ABELLÁN, presentador del programa de LIBERTAD DIGITAL TV CASO ABIERTO.
0
comentarios