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CIENCIA

Ministerio sin resolver

De Mariano Rajoy sabemos por confesión propia que lee el Marca y que uno de los pocos asuntos en los que se mojó sin complejos durante la precampaña electoral fue la expulsión de las radios de los campos de fútbol: expresó su rechazo firme, "porque el fútbol es una cosa que me interesa mucho".


	De Mariano Rajoy sabemos por confesión propia que lee el Marca y que uno de los pocos asuntos en los que se mojó sin complejos durante la precampaña electoral fue la expulsión de las radios de los campos de fútbol: expresó su rechazo firme, "porque el fútbol es una cosa que me interesa mucho".

No nos consta que lea Quo (nos encantaría), ni alguna otra revista de ciencia. Tampoco ha manifestado su interés públicamente por las cosas de los neutrinos, los fósiles o el ADN, aunque sí puedo decir que alguien muy cercano a él tuvo la amabilidad de llamarme hace años, en pleno auge del rifirrafe sobre el cambio climático, para saber mi opinión. "¿Debía hacer caso a su primo en estos menesteres?". No hizo caso a su primo ni a mí... por fortuna.

Voy a superar la tentación de pensar que estas preferencias personales han determinado que el Ministerio de Educación se apellide "Cultura y Deportes" y no "Cultura y Ciencia", como a muchos nos habría gustado. Pero no superaré la de compartir con ustedes la sospecha de que esta decisión es más importante y reveladora sobre la voluntad del nuevo Gobierno de lo que muchos quieren creer.

Discutía con Luis Herrero esta semana en antena y me decía él con razón que debíamos esperar acontecimientos. Esperaremos, por ejemplo, a conocer los primeros pasos de la nueva Secretaría de Estado de Investigación, institución en la que va a recaer toda la responsabilidad de nuestro futuro científico. Pero me van a permitir que les anuncie que seremos muchos los que estaremos vigilantes. De momento, esta secretaría de Estado clave ha quedado relegada al limbo de los segundos platos: no mereció recibir un nombramiento en el primer Consejo de Ministros.

Que la ciencia no tenga una voz propia, diferenciada, en el Consejo es un paso atrás, se mire por donde se mire (y a pesar de que esté cobijada bajo el ala del todopoderoso Ministerio de Economía y Competitividad). No porque el Ministerio saliente y diluido lo haya hecho a las mil maravillas. No porque crea que es necesario que exista un ministerio para que funcionen las cosas (más bien pienso todo lo contrario). Sí porque, en este caso, las actitudes, los gestos y las voluntades marcan tendencia.

Llegando a trabajar todas las mañanas atravieso buena parte de la ciudad de Madrid. Y no hay día que no me pregunte cuántas de las cosas que veo a mi paso han sido inventadas, desarrolladas, patentadas, aplicadas con capital español (humano o material). ¿Cuántos componentes de mi móvil, chips que regulan los semáforos, dispositivos de los GPS, piezas de los motor de los autobuses, medicamentos que viajan en las ambulancias, pantallas de plasma que vomitan anuncios en el andén, han nacido en una empresa patria? La respuesta es una constante muy cercana al cero.

España, que jugó en la primera división de la ciencia y la tecnología mundial allá por el siglo XVII, anda ahora amarrándose como puede a la tercera regional, a pesar de que nuestros científicos y muchos de nuestros centros de investigación cuentan con neuronas de Champions League.

Ocurrió que dejamos de fabricar ideas y decidimos (o nos decidieron) empezar a fabricar cosas. En ciertos momentos de nuestra historia, fabricar cosas (sobre todos si esas cosas estaban hechas de ladrillo) fue una gran idea. Pero hoy sabemos que para navegar con cierta solvencia en el mar de las próximas décadas será necesario parecer competitivo en el mercado del conocimiento. Y más que parecer... serlo.

No habrá muchos capaces de negar que los que mejor preparados están para generar conocimiento son los científicos. De manera que eliminar la palabra ciencia de la primera fila de la decisión política (aunque muchos piensen que es una nadería) supone mandar al mundo un mensaje muy claro.

Es cierto que hay muchos países en los que no existe un Ministerio de Ciencia. Pero son países que no tienen que demostrar nada en ese sentido. Nosotros, aún, sí. Tenemos que demostrar que hemos entendido el mensaje que nos ha mandado la crisis. Que hemos comprendido que España debe cambiar su modelo productivo y competitivo y que, superadas las primeras decisiones de urgencia para salir del hoyo, tenemos un plan de futuro.

Desde que José María Aznar llegó al Gobierno, España ha perdido buena parte de los trenes de la investigación que han pasado delante de sus narices. Sin importar el color político del Ejecutivo, vimos desvanecerse entre los dedos la posibilidad de capitanear algunos de los proyectos más codiciados en Europa. Pondremos dos ejemplos solamente. Con Aznar de presidente, Francia nos arrebató la instalación del ITER, el Reactor Experimental Termonuclear que debió haberse implantado en Tarragona. Al Ejecutivo de Zapatero le tocó perder la instalación del Telescopio Europeo Extremadamente Grande, uno de los complejos astronómicos más importantes del mundo, para el que las Islas Canarias fueron firmes candidatas hasta que el Gobierno chileno jugó mejor sus cartas. En ambos casos, fueron muchos los expertos que achacaron las decisiones a la imagen de debilidad internacional que ofrece nuestra apuesta científica.

Es curioso que, mientras nuestros científicos son codiciados en todo el mundo, nuestra política científica sea ninguneada. Mientras los hombres y mujeres que generan conocimiento en España se van a las primeras potencias a ganarse el pan, nuestras universidades carecen de la capacidad necesaria para atraer capital intelectual y humano competitivo. ¿Dónde se produce la interferencia, el cortocircuito?

A la nueva Secretaría de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación debería tocarle la función de repararlo. Pero sin voz propia en el Consejo de Ministros, y con tantos agujeros que resolver en la nación, mucho me temo que su tarea no obtendrá los mayores apoyos. Ójala me equivoque, y si así ocurre no duden que seré el primero en comunicarlo.

 

twitter.com/joralcalde

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