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VUESTRO SEXO, HIJOS MÍOS

Mi pirulo, mi tesoro

Queridos copulantes: Voy a deleitar a los caballeros con esta gentileza que además es ciertísima. Vuestro pene es excepcionalmente largo y ancho. De nada. Podéis juzgar vosotros mismos comparándolo con el de vuestros parientes más cercanos.

Queridos copulantes: Voy a deleitar a los caballeros con esta gentileza que además es ciertísima. Vuestro pene es excepcionalmente largo y ancho. De nada. Podéis juzgar vosotros mismos comparándolo con el de vuestros parientes más cercanos.
El pene erecto de los gorilas, por ejemplo, mide sólo tres centímetros; el de los orangutanes, cuatro; el de los chimpancés, ocho. En cambio, el pene en erección del macho humano tiene de media, según el grupo étnico, entre trece y dieciséis. El tamaño relativo es aun mayor si tenemos en cuenta que los machos de los gorilas y orangutanes, por ejemplo, tienen el cuerpo mucho más grande que el del hombre.

Algunos autores trabajan sobre la hipótesis de que un pene largo deja los espermatozoides más cerca del óvulo. Ya lo decían Tip y Coll hace muchos años: matrimonio sin nene, corto es el pene. La mayoría de ellos relaciona, además, el tamaño del pene con un supuesto pasado promiscuo de la hembra humana. Sin embargo, en los cuadrúpedos la promiscuidad de las hembras tiene el efecto de aumentar la talla de los testículos, no la del pene. Pero en esto, como en tantas otras cosas, nuestra especie pudo haber sido un caso aparte. Si nuestras antepasadas abandonaron la promiscuidad mientras alcanzaban la postura erguida, pudo existir una presión evolutiva a favor de un tipo de competencia entre los machos que no priorizara tanto la cantidad de espermatozoides como la capacidad de acercarlos al óvulo. Un pene largo sería entonces muy útil para resolver el problema de cómo vencer la gravedad.

Lynn Margulis y Dorion Sagan recogen los argumentos de Robert Smith, que señala el de nuestro más reciente antepasado, el Homo erectus, como el momento en que el pene comenzó a crecer (en el sentido evolutivo del término, queridos). Veamos cómo se llegó a esta conclusión.

En los primates, la diferencia en el tamaño corporal entre los sexos es un dato que revela luchas entre los machos para acceder a las hembras. Cuanto menor es la diferencia entre el tamaño de los sexos, menos violencia física hay entre los machos. La ausencia de violencia puede deberse a la monogamia o, por el contrario, a la promiscuidad de las hembras. En el Homo erectus la diferencia corporal entre machos y hembras era proporcionalmente menor que en otras especies anteriores, lo que indica menos luchas y más competencia del esperma. El Homo erectus debía de ser muy sociable y compartir los alimentos dentro del grupo. Eso pudo volver a las hembras muy promiscuas y a los machos, tolerantes. Y tal vez por ello creció el pene. Luego nuestros antepasados se volvieron monógamos. Pero al convertirse a la monogamia no perdieron su notable atributo. ¿Y eso por qué? Pues porque santa Rita, Rita, lo que se da no se quita.

Otra de las teorías que apuntan a las mujeres como responsables del gran pene es la que dice que, cuando nuestros antepasados eran cuadrúpedos y la penetración era dorsal, el pene no necesitaba ser largo porque seguía una trayectoria sin ángulos. Pero al alcanzar la postura bípeda la vagina quedó inclinada hacia atrás, formando un ángulo con el útero, lo que, unido a la preferencia de las hembras por la penetración frontal, obligó al pene a ganar unas tallas para poder hacer un recorrido mayor.

Pero la sospecha de que el pene humano excede ampliamente los meros requerimientos reproductivos ronda en los escritos de algunos autores. A mí me encanta la hipótesis que sugiere que los testículos del macho, junto con el pene, pueden haber evolucionado como señal genérica, es decir, para atraer a las hembras, como las bellas prendas de cortejo con las que se revisten muchos animales machos. ¿Se puede comparar el pene con la cola de un pavo real? Realmente, en posición de marcha bípeda y en pelota picada, el conjunto que forma el pene humano, con sus movimientos de vaivén, sobre los testículos, y con la aureola del vello púbico alrededor, resulta muy llamativo. En comparación con el macho humano, los demás parecen discretos y decorosos, porque son cuadrúpedos y porque esconden sus atributos entre sus mantos peludos y su cola.

¿Alardea el macho humano con su pene para cortejar a las hembras? No es fácil suscribir esta hipótesis, pues, a pesar de la imaginería fálica subyacente en todas las culturas, el pene no es un órgano especialmente atractivo para el sexo femenino. Al contrario que los órganos sexuales femeninos, que se ocultan porque se les atribuye una gran capacidad de provocación sexual, con el pene sucede lo contrario. Son muchas las culturas primitivas en las que el pene queda al aire libre, incluso se exagera su tamaño y se le da una forma erecta mediante fundas; pero su exhibición no llama la atención a las mujeres. Hubo un tiempo en que se publicaron revistas de desnudos masculinos para mujeres y acabaron por ser consumidas sólo por homosexuales.

Otro ejemplo de la falta de habilidad del pene como reclamo erótico es la patética figura del exhibicionista, que causa miedo entre las colegialas, a diferencia de la vecina imprudente que sale de la ducha y es escudriñada y festejada por niños y mayores. Y es que el pene causa cierta prevención en el sexo femenino.

Y hoy, como me ha dado por el ripio, os voy a regalar esta tierna oración, propia de mozas, que no es una perla lírica, precisamente, pero expresa bastante bien este sentimiento.
Ruégote con devoción,
San Sadurnín de Rupiallo
tengas a bien domeñar
de mi novio el su carallo.
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