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TIEMPO LIBRE

Mercadillos del mundo

El placer de comprar está en el trato. Quien paga exige, y el intercambio funciona. Liberalismo económico al servicio del consumo. En las junglas centroamericanas, en las civilizadas ciudades centroeuropeas, en el desierto africano, incluso en cualquiera de nuestros pueblos, hay mercados y mercadillos con algo para nosotros.

El placer de comprar está en el trato. Quien paga exige, y el intercambio funciona. Liberalismo económico al servicio del consumo. En las junglas centroamericanas, en las civilizadas ciudades centroeuropeas, en el desierto africano, incluso en cualquiera de nuestros pueblos, hay mercados y mercadillos con algo para nosotros.
El mercadillo de Portobello Road, en Londres.
Sin salir de la Península, las calles de Lisboa conservan algunos de sus mercadillos más famosos, como el célebre rastrillo de Feira da Ladra (el mercado de los ladrones), que se celebra los martes por la mañana y los sábados, en el Campo de Santa Clara. Como mercadillo tal vez no sea el mejor del mundo, pero tiene cosas interesantes y, sobre todo, mucho sabor popular. Podremos encontrar, por ejemplo, curiosidades de las antiguas colonias africanas, viejos grabados portugueses y equipos militares de desecho. Todo esto, combinado con una deliciosa colección de falsificaciones de prendas deportivas...  La industria de la etiqueta tirada por los suelos.
 
Para artículos de hogar y menaje es mejor acudir al mercado cubierto de la Praça do Chile; y si lo que buscamos son sellos y monedas, la Feira Numismática, que se celebra en la Praça do Comercio, en la esquina de la Rua de Alfandega. Muy cerca, junto al río, en la Estación Cais do Sodré, está el Mercado 24 de Julhio, un animado mercadillo de pescado y flores junto al Mercado da Ribeira, que merece una visita aunque sólo sea para sacar unas fotos.

En la vecina Francia, París ha convertido sus mercadillos en una atracción turística de primer orden. Los mercadillos de segunda mano están en los antípodas de las tiendas de las grandes firmas, asentadas en la Rive Droite, pero en ellos se pueden encontrar artículos tan interesantes, o más.
 
Un mercadillo de antigüedades parisino.Los mercadillos callejeros son toda una tradición, parisina desde hace siglos, y en la actualidad se mantienen varios rastros (en la Porte de Vannes, en la Porte de Mongtreuil y en la Plaza d'Aligre), aunque los más famosos son los de Saint Ouen: más de 2.500 puestos de segunda mano, de trastos, de antigüedades.
 
Londres no podía ser menos. Antigüedades, ropas, baratijas, comida o flores son su principal oferta. En los mercados de los distritos centrales se puede ver a los últimos cockneys londinenses auténticos. La ciudad más consumista de Europa genera millones de piezas para la reventa.
 
Entre los más famosos está el mercadillo de Petticoat Lane (Middelsex Street), que tiene ya más de doscientos años. Su nombre viene de las enaguas (petticoats) que vendían los hugonotes. Los domingos se instalan más de mil puestos, en su mayoría de bengalíes y caribeños. Entre semana hay otra versión más modesta en la cercana Wentworth Street.
 
Para comprar antigüedades está el turístico mercadillo de Portobello Road. También imprescindibles son los mercadillos de Camden Lock, con artesanía, curiosidades, ropa, alimentos naturales y antigüedades, y el de Brick Lane, el más barato y típico mercado del East End, donde se vende fruta, verdura, ropa y artículos para el hogar.

De otro cariz son los mercadillos de Viena, más centrados en las antigüedades con toque clásico. Naschmarkt  (Linke Wienzeila Platz), al aire libre,  y el Mercado de Antigüedades de Am Hof tienen mucho que ofrecer.
 
Los de Berlín tiene un tono más multiétnico, como corresponde al talante de esta ciudad. Existen muchos, en todos los barrios, pero los más importantes son los de Türkenmarkt, muy turístico, el de Alexanderplatz, el de Schöneberg y el del distrito de Mitte, conocido como Ackerhalle.

¿Y qué decir de nuestro Rastro madrileño? Sin duda, es uno de los más abigarrados y completos mercadillos del mundo, y no ha perdido su carácter castizo, pese a la internacionalización de la oferta de los puestos y la pérdida de alguna de sus zonas más auténticas, en las que la piqueta rehabilitadora ha entrado con mano firme.

Un bazar marroquí.Si damos un salto, la magia de África se infiltra en los intrincados bazares de las ciudades marroquíes y en los mercados callejeros de las ciudades al borde del desierto; y, más al sur, en las calles de todas las ciudades del sur y el oriente del continente.
 
Uno de los mercados callejeros más representativos es el formado por los diversos zocos de Fez, situados en el laberinto de callejuelas de la vieja medina. Cada gremio tiene su zoco: carpinteros, orfebres, tejedores y curtidores, tintoreros.... Son calles irresistibles que seducen al visitante, con sus artículos de cuero, sus alfombras, sus tejidos y sus objetos de cobre (sobre todo los platos); sus dátiles, su té moruno, sus babuchas y chilabas... Es el gran paraíso del regateo, un arte común en casi todos los mercados al aire libre del mundo.

En América los mercados tienen otro aire, pero su colorido resulta igual de atractivo. Los mercadillos nos permiten conocer el mundo indígena de la zona, como ocurre en uno de los más famosos del continente, el de Chichicastenango, la ciudad sagrada de los mayas-quichés, en Guatemala. Aquí, viendo el increíble colorido de los tejidos hechos a mano y de los productos agrícolas que los mayas de las montañas próximas exponen (jueves y domingo) en el mercado central, es fácil imaginarse cómo fue la vida cotidiana de aquella vieja civilización.

Al otro lado del mundo, en el Sudeste Asiático, los famosos mercados flotantes de Bangkok representan la esencia de Tailandia. En los canales de Thonburi, más concretamente en el Khlong Bang Khu Wiang, hay un pequeño mercado flotante que ha logrado guardar el sabor de lo tradicional. Otro mercado flotante, más turístico aún, es el de Wat Sai.
 
De un tono muy diferente son los mercados al aire libre de Asia Central y la India, donde casi toda la actividad comercial se desarrolla en la calle. Los mercados se envuelven en olores a especias y fruta, en ruidos y bullicios de tonos exóticos, en imágenes que parecen sacadas de otra época, con personajes sorprendentes, entre los que no faltan los barberos o los echadores de cartas y los encantadores de serpientes.
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