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VUESTRO SEXO, HIJOS MIOS

Mentirosa y complaciente

Queridos copulantes: vagina viene de la palabra latina vaina, o sea, como si fuera una funda para el pene. Pero es mucho más que eso. Millones de años de evolución han incorporado a la vagina únicamente las mutaciones capaces de hacer el coito cada vez más placentero para el macho. No para la hembra pues, aunque algunas humanas han aprendido a hacer de la necesidad virtud, la vagina es un órgano muy poco sensible y bastante incómodo.

Queridos copulantes: vagina viene de la palabra latina vaina, o sea, como si fuera una funda para el pene. Pero es mucho más que eso. Millones de años de evolución han incorporado a la vagina únicamente las mutaciones capaces de hacer el coito cada vez más placentero para el macho. No para la hembra pues, aunque algunas humanas han aprendido a hacer de la necesidad virtud, la vagina es un órgano muy poco sensible y bastante incómodo.

Este es otro de esos rasgos "injustos", pero ya os he dicho que los sexos no son complementarios, que no hay armonía pélvica entre ellos y que a la evolución le importa un bledo la justicia.

Allá por el Pleistoceno, cuando yo era feminista militante, me mosqueaba mucho con Peret (¿o era con Manolo Escobar?) cuando cantaba aquello de que las mujeres son un regalo del Señor. Pero, efectivamente, la vagina es un regalo de la evolución para su niño mimado que es el pene. Si se trataba de diseñar un mecanismo efectivo para extraer el esperma en un acto rápido y sencillo, no se puede negar que quedó de vicio. Cualquier artilugio que se use para dar placer sexual al macho tendrá que parecerse a la vagina y, seguramente, será un vulgar remedo.

La vagina humana es un recinto cálido que al pene, órgano exterior, con temperatura más baja, le provoca una inmediata sensación de calidez. Sus paredes son extremadamente suaves porque las mucosas epiteliales y el constante flujo le dan un tacto parecido al de un gel. Aprovecho para advertir a los chicos de que el grado de humedad no es un baremo muy fiable para considerar la excitación de una compañera sexual, porque la vagina de una mujer sana y fértil es un órgano húmedo siempre. Esta fue una adaptación realmente incómoda para las mujeres, pero necesaria para permitir la penetración sin celo y para mantener una reacción ácida protectora contra los agentes inflamatorios externos.

El tracto vaginal posee una gran elasticidad que lo hace capaz de adaptarse como un guante y estirarse a lo largo y a lo ancho sin perder la solidez y firmeza indispensables para ejercer presión. Las paredes vaginales no se parecen nada al típico tubo recto y liso con que se las representa a menudo, ya que están llenas de pliegues y arrugas carnosas y espesas que constituyen el lugar ideal de frotamiento para el miembro viril. El ángulo de penetración de la vagina tiene, de perfil, la forma suavemente curvada de "S", muy tumbada sobre el plano horizontal, que asegura un mayor roce y presión sobre la cabeza del pene en su movimiento de vaivén. Por si fuera poco, los músculos satélites son capaces de presionar y abrir y cerrar voluntariamente la entrada de la vagina. Sin embargo, para impedir rotundamente el paso del pene se requeriría un penoso esfuerzo muscular voluntario y sostenido que, salvo en casos de contractura, como en el vaginismo, resultaría imposible mantener mucho tiempo.

Una hembra receptiva de cualquier especie es irresistible para un macho sano e integrado en su medio natural. Siempre que ella tenga preparado un óvulo, su cuerpo lo proclamará, los machos lo sabrán enseguida, la contemplarán como un recurso escaso y, enseguida, se darán cornadas, mordiscos o picotazos entre ellos para ver quién fertiliza el óvulo y envía sus genes al futuro. Pero las hembras son fácilmente penetrables únicamente durante el celo y, el resto del tiempo, las paredes vaginales son finas, secas, están pegadas entre sí y la vulva permanece deshinchada. Sin embargo, la vagina de la hembra humana es especial porque resulta extremadamente acogedora para el pene en cualquier momento del ciclo y no necesita, ni siquiera, un óvulo preparado para bajar por las trompas porque, lo mismo que el resto de su cuerpo, escenifica constantemente un falso celo. Eso evita mucho jaleo entre los machos humanos y permite hacer vida social, formar parejas y darle un papá al nene.

La mujer puede dar placer sin participar en él. Es capaz de "beber sin tener sed" como decía Beaumarchais. Unas veces de forma involuntaria, como le sucedió a la Marquesa de O en la obra de Kleist, y otras veces por conveniencia. Los hombres no pueden hacer eso porque el pene es exigente, honesto, incapaz de mentir y egoísta. Si no hay placer, no hay eyaculación ni reproducción. El amante, indefenso ante el fantasma del gatillazo, es una imagen expresiva de la divergencia entre las estrategias femeninas y las masculinas. La vagina humana, al contrario que el pene, no es honesta ni exigente y sabe mentir muy bien, pero es generosa. Como no ha evolucionado para dar placer a la mujer sino al hombre que la penetre, no necesita mucha colaboración por parte de su dueña, porque su refinada morfología está diseñada para que la mujer más sosa y alelada pueda contar las telarañas de la lámpara mientras el marido cumple.

Es lamentable que, entre el esfínter uretral y el anal, no exista un esfínter vaginal. Si existiera se podría retener la hemorragia de la regla, exactamente igual que se retiene el pis entre un cuarto de baño y otro. Pero hay un motivo evolutivo para que no exista. Probablemente, un esfínter que se abriera honestamente sólo mediante la excitación y el deseo, pondría en peligro la capacidad de negociación sexual de las hembras y haría difícil cualquier intento de ofrecer sexo cuando la penetración resulta molesta, torpe o dolorosa, como en los primeros coitos o, también, cuando las mujeres deciden "beber sin tener sed", cosa que, por su propio interés y el de su familia, hacen con frecuencia. Quizá por eso, la selección natural retiró de la circulación a las mujeres capaces de oponer, cuando no estaban receptivas, un serio obstáculo físico, involuntariamente disuasorio e imposible de obviar con una mentira. Dicho en otras palabras, las hembras humanas que sólo eran susceptibles de ser penetradas cuando honradamente estaban excitadas, no se promocionaron bien y no fueron seleccionadas. La evolución no siempre se pone de parte del más honesto. Al menos, en este caso, no cabe lamentarlo porque, de otro modo, muchos de nosotros no estaríamos en este mundo.
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