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CÓMO ESTÁ EL PATIO

¿Mejor tirar la toalla?

La promesa de una victoria segura que finalmente no se materializa hunde en la confusión a las personas que creen que España puede llegar a ser un país normal. Los que piensan que esta vez, por fin, el país va a quedar vacunado contra el socialismo por varias décadas igual acaban con depresión, pues más temprano que tarde volverán a constatar que la mayoría es inmune a la realidad y prefiere mil veces el anuncio de una utopía, aunque en el camino pierda hasta la camisa.


	La promesa de una victoria segura que finalmente no se materializa hunde en la confusión a las personas que creen que España puede llegar a ser un país normal. Los que piensan que esta vez, por fin, el país va a quedar vacunado contra el socialismo por varias décadas igual acaban con depresión, pues más temprano que tarde volverán a constatar que la mayoría es inmune a la realidad y prefiere mil veces el anuncio de una utopía, aunque en el camino pierda hasta la camisa.

Si los españoles tuvieran cierta madurez política, Zapatero no estaría destrozando nuestro futuro y el de las siguientes generaciones, porque jamás habría llegado al poder. Constatada la necedad expansiva del español medio, capaz de entregar el gobierno del país a un indocumentado sonriente tras una tragedia terrorista y revalidar la decisión cuatro años más tarde a pesar de que las limitaciones del personaje ya no podían ocultarse, no conviene confiar demasiado en que la derecha sociológica pueda ganar en las próximas décadas la batalla de las ideas para imponer su agenda. Si ni siquiera es capaz de convencer a los dirigentes del partido al que vota mayoritariamente, no es previsible que pueda hacer entender a la mayoría de izquierdas que sus ideas perjudican a todos, pero especialmente a los que las profesan desde los sectores medios y bajos de la sociedad.

Que no. Que es absurdo agotarse intentando convencer de su error a quienes han decidido degradarse con unos principios que fomentan la esclavitud moral. Mejor dejarles en su camino hacia la inmolación y limitarse a tener la precaución de apartarse del trayecto antes de ser arrollado.

La tentación de limitarse a contemplar el paisaje con cierta distancia es muy poderosa, aunque el panorama sea tan patético como el que nos rodea. No vale la pena insistir en los efectos de una forma de hacer política cuando están a la vista de todos y la mayoría prefiere obviar la evidente relación de causa-efecto. España es socialista, sólo que los votos se reparten entre un partido radical, el PSOE, y otro más moderado, el PP.

Para la mayoría de ciudadanos con derecho a voto, Zapatero no es el responsable de la crisis, los socialistas defienden a los más pobres, recortar las pensiones es solidario y hay que acabar con el modelo capitalista de mercado, por poner algunas ideas-fuerza que la sociedad española tiene interiorizadas como verdades absolutas. Por supuesto, la derecha política está de acuerdo con la mayoría de ellas.

En esta tesitura, ¿qué pinta un ciudadano de bien como usted preocupándose por el destino de una manada que prefiere despeñarse siguiendo al Talantudo? Muy poco. Es hora de preocuparse de uno mismo y de la familia, de mantener el trabajo, de ahorrar para el futuro sin depender del estado, de ganar dinero, cuanto más mejor, porque eso es moral, ético y bueno para usted y los suyos; de educar a los hijos, de compartir tiempo libre con ellos, de practicar con asiduidad otras actividades menos aeróbicas con la pareja... En fin, de hacer todo aquello que nos gusta y nos eleva como seres humanos.

Y ya vendrán tiempos distintos. O no, vaya usted a saber, pero en todo caso los buenos seremos un poquitín mejores, que es, en última instancia, lo que pretendemos. Al menos para nuestros hijos.

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