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VUESTRO SEXO, HIJOS MÍOS

Los testículos del gran cazador

Queridos copulantes: Los animales que corren, saltan o cazan no se andan con bromas en lo tocante a sus testículos y los tienen muy pegaditos al cuerpo o protegidos entre los cuartos traseros. Pero los del hombre, en posición bípeda, quedan muy expuestos y son llamativos y colgones. Eso constituye una seria desventaja que convierte al macho humano en un animal vulnerable. ¿Por qué la naturaleza los hizo salir fuera cuando quería dotar de ventajas a un supuesto gran cazador?

Queridos copulantes: Los animales que corren, saltan o cazan no se andan con bromas en lo tocante a sus testículos y los tienen muy pegaditos al cuerpo o protegidos entre los cuartos traseros. Pero los del hombre, en posición bípeda, quedan muy expuestos y son llamativos y colgones. Eso constituye una seria desventaja que convierte al macho humano en un animal vulnerable. ¿Por qué la naturaleza los hizo salir fuera cuando quería dotar de ventajas a un supuesto gran cazador?
Se han sugerido diferentes explicaciones. La primera y más conocida es que el calor del cuerpo no es bueno para la producción de esperma, pues a elevadas temperaturas hay menos oxígeno disponible para su fabricación. Se ha demostrado que los hombres que, por su trabajo, permanecen muchas horas sentados en algún asiento poco transpirable o utilizan pantalones vaqueros muy ceñidos, que crean una zona cálida justo ahí, son más propensos a padecer esterilidad. Pero esto lo único que nos aclara es que los testículos no evolucionaron para colgar del cuerpo de un taxista o de un rockero. Por lo demás, hay animales que tienen los testículos internos y los espermatozoides se aguantan.

Hay otras explicaciones alternativas. Por ejemplo, se ha estudiado que las especies cuyo estilo de vida es agitado tienen los testículos externos y, en cambio, las que se mueven a un ritmo más lento los tienen internos. Probablemente se debe a que, dado que el tracto reproductor carece de esfínteres, la presión ejercida durante un ejercicio vigoroso haría que los animales violentos o activos derramasen el esperma, en caso de que tuvieran los testículos internos. En cambio, situando fuera del cuerpo los testículos, éstos quedan libres de presión y guardan mejor su contenido. Sí, pero los testículos externos tienen otros riesgos. Uno de ellos es que, durante la partida de caza, el gran macho reproductor puede dejar sus testículos colgando de algún arbusto florido, entremezclados con los demás pimpollos.

Los partidarios acérrimos de la hipótesis del cazador se pasan la vida proclamando la contribución de los primitivos cazadores al crecimiento de nuestro gran cerebro, insistiendo en que, gracias a la caza, evolucionó el lenguaje, se fabricaron los primeros utensilios, se desarrolló la vida social y un montón de cosas más. Pero yo creo que lo único que está demostrado es que la caza está relacionada directamente con el invento de las cojoneras    –rotundo término empleado, entre otros, por el padre Motolinia–, sin las cuales el glorioso cazador quedaría neutralizado y con voz de pito.

Un gorila.En la naturaleza, salvo raras excepciones –los humanos se estudian aparte–, los machos compiten por las hembras, a menudo empleando la violencia. El óvulo es un bien escaso, los espermatozoides son muy abundantes y tienen pocas oportunidades de fertilizar uno. Cada macho rivaliza con los demás, y siempre está en pie de guerra y tratando de seducir a las hembras. Sin embargo, las hembras no se van con cualquiera y sólo aceptan al mejor pretendiente.

Pero en algunas especies parece como si los machos hubieran perdido toda dignidad y las hembras hubieran perdido la vergüenza, porque cuando alguna de ellas entra en celo copula con todo aquel que no está moribundo. Tienen sus motivos, y otro día los explicaré. El caso es que los machos aguardan su turno, sin mosquearse, y todos contentos. ¿Cómo actúa, entonces, la selección? Pues mediante el fenómeno denominado competencia por el esperma. La hipótesis de Harcourt es que si una hembra en época de celo es cubierta por varios machos, el esperma de éstos compite dentro del aparato reproductor de la hembra, y sólo consigue fertilizarla el macho que tiene el esperma más abundante.

Esa es la razón de que, en las especies de primates con hembras promiscuas, los testículos de los machos sean muy grandes. Por ejemplo, los chimpancés, papiones o macacos forman grupos en los que machos y hembras conviven juntos y revueltos; y sí, los tienen grandes. En cambio, los gorilas, que son sultanes y no dejan que se acerque ningún otro macho a su grupo de hembras, compiten con la fuerza y no necesitan testículos grandes. Los gibones, que son monógamos, y los orangutanes, que son polígamos pero no sociales, los tienen proporcionados al tamaño de su cuerpo.

¿Y los hombres? No conocemos exactamente la naturaleza humana. Recordad que nuestros instintos son precarios. Sabemos que, en la mayoría de las culturas, los humanos son relativamente monógamos, o polígamos, que la competencia entre ellos es muy sutil, que no hay sociedades promiscuas y que, además, aunque los testículos del macho humano son vistosos, no son muy grandes.

Pero eso no es todo. Un pene capaz de depositar el semen más cerca del óvulo ahorra trabajo a los espermatozoides y da ventajas a su dueño. Y el pene humano, a diferencia de los testículos, es grande comparado con el de nuestros parientes más cercanos. ¿Será que los hombres compiten con su pene?
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