Menú
CÓMO ESTÁ EL PATIO

"Los nuestros", hartos de financiar a "los vuestros"

El flamante ministro de Educación, Cultura y Deportes hizo sus primeras armas en el cargo declarando su pertenencia a las filas del artisteo, olvidando la benéfica imparcialidad que debería informar todas sus actuaciones en tanto miembro del Consejo de Ministros del Reino de España.


	El flamante ministro de Educación, Cultura y Deportes hizo sus primeras armas en el cargo declarando su pertenencia a las filas del artisteo, olvidando la benéfica imparcialidad que debería informar todas sus actuaciones en tanto miembro del Consejo de Ministros del Reino de España.

Ahí adelantó por la izquierda al mismísimo Aznar, que a pesar de inundar con dinero público a todos los cineastas, actores, bailarines y artistas circenses que le solicitaron un trinque, al menos tuvo el detalle de declarar que su Ejecutivo sería (aparentemente) neutral en materia de cultura.

No teníamos constancia de que el actual ministro de Cultura hubiera iniciado carrera alguna en el campo de la interpretación para declararse tan voluntariosamente –"Soy de los vuestros"– miembro de las mesnadas culturetas. Probablemente su arranque verbal fue más un acto de buena voluntad que el refrendo público de una pasión artística hasta el momento sublimada. Lo pretendiera o no, el ministro hizo pública profesión de cariño a los que dedican su mucho tiempo libre a perjudicar al partido que le ha dado el cargo, pero cada uno es dueño de sus sentimientos y no seremos nosotros los que le enmendemos la plana.

Cabe esperar que ese afecto a las gentes de la cultura se quede en el terreno de lo íntimo y no trascienda al ámbito presupuestario, al menos no en tanta medida a como estamos acostumbrados tras los ocho años de Zapatero, porque hay cariños que, aunque no matan, perjudican bastante el bolsillo, en especial el de los menos pudientes.

La expresión "Soy de los vuestros" tiene implicaciones que su autor no ha explicado convenientemente. El ser de unos o de otros implica la existencia de dos bandos bien diferenciados que combaten, o al menos compiten, entre sí. Esos dos bandos, más allá de percepciones ideológicas, que en grupos tan amplios no cabe atribuir con uniformidad, necesariamente han de ser el de los que pagan impuestos y el de los que se benefician de su reparto. Unos pagan y otros cobran. No cabe diferenciación más clara para que el ministro haya decidido situarse en una de las dos trincheras, según prescribe la dialéctica schmittiana amigo-enemigo.

Sin embargo, cabría esperar de los políticos que se situaran en una saludable equidistancia de los dos bandos en conflicto, puesto que son ellos los que mandan sobre el motivo de la disputa: el dinero público. De hecho, deberían estar más próximos a los contribuyentes que a los depredadores, por aquello de la defensa del derecho de propiedad, que supuestamente tienen encomendada.

La responsabilidad es todavía mayor en un ministro con capacidad presupuestaria como lo es el que tiene la competencia del fomento de la cultura a través de los impuestos de todos. Ese ministro, a los depredadores, como mucho, debería haberles aclarado que, sin ser de "los vuestros", no alberga intenciones de perjudicarlos en exceso con relación a cómo los trataban los socialistas; muy injustamente, dicho sea de paso y pensando en los contribuyentes.

Pero, más allá de ese patinazo verbal, comprensible porque el artisteo impone mucho cuando uno se enfrenta a él en espacios cerrados, en especial si los artistas de turno acaban de llegar de una concentración a favor de un juez presuntamente prevaricador, lo cierto es que los planes que tiene D. José Ignacio Wert para el insostenible sistema de subvención al mundo de la cultura no van a alegrar precisamente a "los vuestros". Un proyecto que podríamos resumir en "Menos trinque público y más aportaciones privadas", en el caso de que los interesados las consigan, pero, eso sí, por medios pacíficos.

Esa parece ser la intención del ministro Wert, a tenor de sus declaraciones posteriores acerca de la necesaria reforma del sistema de subvenciones al cine español, que preserva las gabelas de una industria lamentable incapaz de mantenerse gracias al favor de sus clientes, como ocurre en la mayoría de los gremios.

Resulta ilusionante que por primera vez en la historia de España un gestor cultural haya decidido que los mecenas de nuestras artes escénicas sean personas o instituciones privadas. Es lo que ocurre en los países con las industrias más boyantes en el segmento del ocio, así que no es descartable que en pocos lustros hasta el cine español se financie con lo que produce.

"Los vuestros" tendrán que hacer la travesía del desierto subvencionador, pero, a cambio, "los nuestros" dejaremos de financiar chorradas ruinosas y, muchas de ellas, hasta ofensivas. Vaya una cosa por la otra, aunque por el momento, eso es algo que todavía está por ver. O mejor dicho, por wert.

0
comentarios