Menú
PANORÁMICAS

¡Leónidas, y cierra Grecia! El primer gran choque de civilizaciones

Hay películas secretas que han influido en el ánimo de algunos artistas: El coronel Blimp (detestada por Winston Churchill), en el de Javier Marías; El señor de la guerra, en el de Juan Eduardo Cirlot (dio pie al extraordinario poema "Bronwyn"); El león de Esparta, en el de Frank Miller, que vio el péplum de Rudolph Maté siendo un crío, o sea, cuando las películas te marcan al rojo vivo el espíritu.

Hay películas secretas que han influido en el ánimo de algunos artistas: El coronel Blimp (detestada por Winston Churchill), en el de Javier Marías; El señor de la guerra, en el de Juan Eduardo Cirlot (dio pie al extraordinario poema "Bronwyn"); El león de Esparta, en el de Frank Miller, que vio el péplum de Rudolph Maté siendo un crío, o sea, cuando las películas te marcan al rojo vivo el espíritu.
A Miller le impresionó la posibilidad de que unos hombres lucharan por grandes valores, que la libertad y el honor pudiesen ponerse por encima de la propia vida. Y es que el sacrificio heroico y un tanto chulesco de los espartanos, junto a otros griegos, forma parte de la mitología colectiva de Occidente como símbolo de la rebeldía libertaria contra las amenazas imperialistas y totalitarias (aunque no fuesen los espartanos precisamente un modelo de democracia).
 
Los reyes persas son conocidos fundamentalmente por sus derrotas. A Darío lo pararon los atenienses en Maratón y Platea. Su hijo, Jerjes, creyó haber aprendido la lección, pero el destino de perdedor le esperaba en el paso de las Termópilas y en la batalla de Salamina.
 
300 traslada la letra, el color y el espíritu del cómic de Miller, mitificando el choque de civilizaciones en el angosto corredor de las Termópilas. Su director, Zank Snyder, ha volcado viñeta por viñeta el conflicto que han de afrontar el rey Léonidas y su guardia personal: la elección entre la libertad, aunque con el riesgo de la muerte, y la sumisión a un poder absoluto y arbitrario, con el premio de una vida aborregada.
 
"Sumisión". Así se llama el corto que le costó la vida a Theo van Gogh y lanzó al exilio a la diputada liberal holandesa Ayaan Hirsi Ali. Su culpa: denunciar la opresión de los sátrapas. Sumisión, simbolizada en la entrega de tierra y agua, es lo que pide el embajador persa a Leónidas (Gerard Butler). Demasiado para el carácter orgulloso del espartano, que lanza a los emisarios a comerse la tierra y beberse el agua directamente de lo más hondo de un pozo. No es el asesinato de los mensajeros algo de lo que deba enorgullecerse Leónidas, pero reconozcamos que previamente les había advertido sobre la hybris en sus palabras.
 
Hija de su tiempo, 300 se presenta como una miscelánea híbrida de referencias: el original comiquero de Miller, claro, pasado por el tamiz de la adaptación de El señor de los Anillos y de la Sin City de Rodríguez, pero también la pirotecnia de los gráficos en los videojuegos, el juego erótico de los videoclips (en el baile de la pitonisa, por ejemplo), el sincopado recitado de una obra de Shakespeare furioso (véase el Titus de Anthony Hopkins), la estética de un ejército en marcha como no se veía desde el Ran de Kurosawa y el gamberrismo de una adaptación operística de Calixto Bieito. Sin olvidar los referentes cinematográficos clásicos: aunque más marcial y musculosa, la hazaña bélica de Leónidas nos trae a la mente la última carga de la brigada ligera o a aquellos que murieron con las botas puestas (Raoul Walsh y Michael Curtiz, Errol Flynn siempre, también tuvieron que soportar a los filisteos de turno denostando sus películas por "fascistas").
 
No sólo resulta contemporánea en el tratamiento formal de la digitalización de los planos, también en el feminismo combativo de la reina de Esparta o en la mirada descreída sobre los asuntos religiosos, de los que se destaca la miseria moral y física de un clero corrupto.
 
Los espartanos eran famosos por hablar poco, pelear mucho y tomar una sopa negra que revolvía el estómago. Y aunque no abren mucho la boca, cuando lo hacen tienen una réplica precisa o un grito de guerra. Cuando el traidor Efialtes le ruega la rendición, Leónidas le desea, entre cruel y sarcástico, una vida eterna. O el desprecio olímpico del soldado espartano que, ante la amenaza de una tormenta de flechas, se congratula de poder luchar a la sombra. Eso sí: el doblaje al español es ridículo y patético, pero en el original inglés mantiene el empaque y el volumen profundo que se espera de una narración homérica en off (desde que Nuria Espert se esforzó por destrozar La edad de la inocencia no había escuchado un despropósito parecido).
 
¿"Híbrida" he dicho? Si el cómic de Miller fue premiado por el mundillo de la ilustración, la película de Snyder ha sido más bien vapuleada por la crítica, que la ha considerado un engendro bastardo, al tiempo que ha recibido el aplauso del público en forma de taquillazo. Miller, como ya hiciera con Sin City, la ha bendecido.
 
Las divergencias entre los comiqueros y la crítica cinéfila tienen mucho que ver con la fosilización de la recepción inherente a un arte como el cinematográfico, que, con un más de siglo de existencia, pretende alcanzar cierta dignidad no coherente con semejantes divertimentos. Sin contar los dogmas políticos. Pero el público palomitero, así como la crítica más viva y desprejuiciada, ha saludado 300 como un artefacto ruidoso y pendenciero que, en consonancia con la temática planteada, estalla en dolby surround y efectos digitalizados y se atreve a desafiar en su propio terreno la estética del videojuego.
 
Snyder dirige la película como el que conduce un fórmula uno. De cero a 300 en cuatro segundos, frenazo en la curva, de sexta reducimos a segunda y, de nuevo, a toda mecha. Mientras en el Irán fundamentalista, patria del concepto alianza de civilizaciones, se rompían la camisa ante la supuesta nueva agresión del Hollywood racista y occidentalista, el crítico del New York Times la describía como "igual de violenta que Apocalypto, pero doblemente estúpida" en una crítica igual de banal, aunque triplemente farisea, que la que escribió sobre la cinta de Gibson.
 
Si aprecia el cómic de Frank Miller, o combina sin dificultad la lectura de Herodoto con la matanza de zombis en Resident Evil, entonces no tendrá dificultad en disfrutar con la épica sin complejos de los trescientos leones de Esparta. Nietzsche comenzó su mutación de todos los valores prefiriendo la Carmen de Bizet a la fanfarria metafísica wagneriana. "Dionisiaca y ligera", la describía el filósofo del martillo irónico, y como un puñetazo-broma contra el heavy compositor alemán hay que interpretar su pulla. Del mismo modo, la versión cinematográfica del cómic de Frank Miller sobre la hazaña de los trescientos espartanos que pararon al ejército persa en las Termópilas hay que saborearla como una coca-cola bien fría en mitad del cambio climático, mucho mejor que uno de tantos vinos peleones que tratan de vendernos como supuestamente profundos y refinados.
 
 
300 (Estados Unidos, 2007). Dirección: Zack Snyder. Guión: Zack Snyder, Kurt Johnstad, Michael Gordon (basado en el cómic de Frank Miller). Intérpretes: Gerard Butler, Lena Headey, Rodrigo Santoro, Vincent Regan, Michael Fassbender. Calificación: Bizarra (7/10).
 
Pinche aquí para acceder al blog de SANTIAGO NAVAJAS.

Temas

0
comentarios