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CRÓNICA NEGRA

Las dos puntas del crimen

Por arriba, el crimen elaborado, como el de la maleta, en Cádiz: se investiga quién pudo introducir un cuerpo contorsionado en el interior de una valija de 30x60 después de darle muerte. Por abajo, el asesinato de bebés a manos de sus propias madres: en un mismo día, dos presuntos casos, uno en Madrid y otro en Valencia: uno, en una familia española con problemas; el otro, en una familia de inmigrantes ilegales. El crimen hartamente pensado y el tercermundista. Las dos puntas al mismo tiempo.

Por arriba, el crimen elaborado, como el de la maleta, en Cádiz: se investiga quién pudo introducir un cuerpo contorsionado en el interior de una valija de 30x60 después de darle muerte. Por abajo, el asesinato de bebés a manos de sus propias madres: en un mismo día, dos presuntos casos, uno en Madrid y otro en Valencia: uno, en una familia española con problemas; el otro, en una familia de inmigrantes ilegales. El crimen hartamente pensado y el tercermundista. Las dos puntas al mismo tiempo.
El compañero sentimental de Betsabé, la chica venezolana metida a presión en la maleta, fue detenido por la policía como sospechoso y posteriormente se suicidó, sirviéndose para ello de su propia ropa, en un calabozo del Puerto de Santa María. Ahora será casi imposible aclarar totalmente el enigma. Fuera quien fuese el que colocó a la chica en posición ultrafetal, su intención era clara: hacer desaparecer el cadáver, en la creencia, compartida con el Vampiro de Londres, de que sin cuerpo no hay delito. Recomiendo al respecto la novela Corpus delicti, de Andreu Martín.
 
En nuestro país hay varios casos en que las sospechas se ciernen sobre el círculo íntimo de la víctima pero la falta de pruebas concluyentes impide actuar a la policía. Recuerdo, en concreto, la desaparición de una señora de buen ver que se hizo humo sin llevarse nada, incluso dejando las bragas en la lavadora. Su caso no ha podido ser resuelto. En esa misma situación estaba la inexplicable huida de Betsabé, que se ha revelado un asesinato minuciosamente preparado.
 
En la casa de Betsabé no se ha hallado nada que permita saber qué sucedió. El criminal buscó un lugar apartado, cerca de la autopista Cádiz-Sevilla, vecino a la Venta del Algarrobo, y con una pala enterró la maleta, con su fúnebre carga. Si la naturaleza, en forma de lluvia, no hubiera descubierto el lugar, es posible que el autor siguiera burlándose de la justicia. Pero, como suele pasar en la historia del crimen, los asesinos se equivocan en la letra pequeña.
 
Ésa es la gran tragedia de confiarlo todo a la ciencia. Soy culpable de haber dicho en televisión que creo más en Dios que en el ADN, y los tiempos parecen darme la razón. El éxito de la serie House revela que no todo es dejar el diagnóstico a las grandes pruebas, como el TAC o la resonancia magnética, sino que hace falta un médico-pensador que confeccione el diagnóstico a partir del instinto. Un médico-detective.
 
Ahora sólo falta que las grandes series del tipo de CSI provoquen la llegada del policía que recupere y actualice a Sherlock Holmes. Es decir, que, además de aprovechar lo aprovechable del ADN, la investigación criminal ha de ser sobre todo un trabajo de reflexión, en el que se aproveche cuanto esté a mano: olfato, intuición, trabajo deductivo y ciencia forense.
 
En el asunto de Betsabé, todo empezó como con Plinio, el jefe de la policía municipal de Tomelloso, aplicando la psicología: en la Venta del Algarrobo apareció un vecino diciendo que había encontrado una maleta semienterrada en un paraje cercano. Y dos policías que paraban por allí a tomar café se acercaron por si la cosa tenía interés delictivo. Acertaron plenamente. La ciencia les ilustró sobre la data de la muerte y la causa de la misma. Lo siguiente fue la detención del sospechoso, que, como se ha dicho, terminó sus días de forma radical e inesperada. No obstante, la investigación estaba encaminada, con una pizca de Séneca y gramos de Leonardo en el estudio de cadáveres. Ahora sólo falta la moraleja: un vecino cualquiera, de una región española, es capaz de tramar una desaparición y muerte que, de no ser por la lluvia, jamás se habría descubierto.
 
En el polo opuesto, dos bebés amoratados. Han sufrido una muerte violenta. El de Madrid estaba envuelto en un chándal y oculto en el armario del cuarto de baño; el de Valencia, también en la casa de sus padres, con lo que parecían golpes brutales. Esto era algo frecuente cuando las chicas se venían de los pueblos a la capital o a las grandes ciudades y quedaban embarazadas sin quererlo. Eran tiempos en que las madres solteras estaban mal vistas y eran señaladas por la calle. Además de la pobreza y el hambre, estaba la humillación.
 
Esos tiempos han vuelto: en esencia, porque los poderes públicos son incapaces de estudiar la violencia y cortarla en su raíz. Ni siquiera han sido capaces de hacer que penetre en las capas necesitadas un mensaje tan sencillo como éste: hoy día nadie tiene por qué desprenderse violentamente de un hijo no deseado; hay muchas parejas que desean adoptar; nadie mira mal a una madre soltera. Los servicios sociales son capaces de ayudar y socorrer a éstas. En caso, claro, de que puedan llegar hasta ellas.
 
El asunto preocupante es que la izquierda, pero también la derecha, procura no dar relieve a la inseguridad y a la violencia. Algunos se escudan en que esos comportamientos pueden ser imitados. El síndrome Copycat, como si dijéramos. La cosa es tan antigua que, en los tiempos de Franco, a El Caso se le impedía publicar más de un crimen de sangre por semana. Para los políticos papanatas, lo que no se conoce no existe; y por eso hacen que desaparezcan los espacios de sucesos de los periódicos y las televisiones. En vez de eso, lo que deberían hacer es impedir la inseguridad y el crimen callejeros.
 
 
FRANCISCO PÉREZ ABELLÁN, presentador del programa de LIBERTAD DIGITAL TV CASO ABIERTO.
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