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CRÓNICA NEGRA

Las balas de Prim

Llevo treinta años estudiando el atentado de Prim. Creo que nadie ha estudiado nada parecido durante tanto tiempo. Uno de los hitos de ese estudio es la visita que hice al Nuevo Museo del Ejército de Toledo, un gran museo que no se deben perder y en el que podrán disfrutar con la historia de España y su glorioso ejército.  


	Llevo treinta años estudiando el atentado de Prim. Creo que nadie ha estudiado nada parecido durante tanto tiempo. Uno de los hitos de ese estudio es la visita que hice al Nuevo Museo del Ejército de Toledo, un gran museo que no se deben perder y en el que podrán disfrutar con la historia de España y su glorioso ejército.  

La Comisión Prim de la Universidad Camilo José Cela y sus alumnos en prácticas de Criminología lo hicieron a la vez que avanzaban en su investigación del magnicidio: esta vez los asesinos no escaparán.

Ha habido ciento cuarenta y dos años de misterio, pero ni uno más. En el museo se exhiben algunos objetos que fueron del general Juan Prim y que son objeto de estudio forense. El primero y más voluminoso, la berlina, el coche, en el que fue tiroteado, y luego balas, una de ellas extraída del cuerpo del héroe de los Castillejos. En la antigua sede del museo, junto al del Prado, se exhibía una bala y una esquirla que habían estado en el interior del cuerpo del asesinado presidente del Consejo de Ministros, pero aquí la esquirla ya no se muestra como tal, sin que sepamos cuál es el nuevo criterio museístico.

El coche ha sido restaurado, y también la ropa, levita y levitón, que Prim llevaba cuando le dieron de trabucazos en la Calle del Turco. Pueden contarse ocho impactos. En la berlina fueron recogidos cuatro proyectiles, algunos con forma de medallón aplastado. En aquel tiempo los delincuentes cargaban sus armas de avancarga con cualquier cosa. La cosa incomprensible es que hayan puesto la bala que extrajeron del general en el interior de una cajita azul que antes no estaba, a la vez que retiraban la esquirla.

La Comisión Prim revisó todo. Sus médicos forenses, los prestigiosos profesores Delfín Villalaín, Teresa Ramos, José Antonio Lorente y Marimar Robledo, tomaron nota: revisaron los destrozos de las balas, los proyectiles, el interior del coche y sus costados, con agujeros como huevos de paloma. Igualmente, los criminólogos hicieron sus mediciones, pasaron las luces de Woods, que mostraron restos biológicos, a pesar del tiempo transcurrido. Lo que queda en el coche fue por primera vez tratado como lo que es: parte de la escena de un crimen. Y allí estaban una veintena de alumnos de Criminología tomando nota, porque la investigación en la Camilo José Cela es un acto docente.

Algunos de los alumnos, así como sus profesores, se preguntaban por qué se ha restaurado la berlina en la que mataron a Prim, así como la ropa. Pese a la acción del criterio cambiante de los conservadores, en las piezas se observa cómo fue el atentado, y las técnicas actuales pueden ayudar a desenmascarar a los asesinos. No hace mucho, en la Comunidad de Madrid circulaba un cuento que decía que intentaban tapar los agujeros del coche de Prim para que estuviera más bonito. Yo creo que esto es un chiste sin ninguna base, pero doy fe de que hay quien se lo ha creído.

Ni investigadores ni novelistas han investigado el crimen de Prim. Todas las referencias intelectuales remiten al libro del abogado Pedrol Rius, publicado en pleno franquismo. Ahora que estamos cerca del segundo bicentenario del nacimiento de aquel gran español y gran general que fue Juan Prim, acaba de concederse un premio de novela al hispanista irlandés Ian Gibson por un libro sobre Prim. Gibson es el hombre que no sabe dónde está enterrado Federico García Lorca. En el caso de Prim, retoma la vieja teoría del médico que escribe el epílogo de Pedrol y hace con ello una historia de ficción, al parecer sin otro aporte científico. Lo mismo que hizo el autor de otra novela publicada recientemente, que insiste en el cuento de hadas.

En el caso de Gibson, el hecho es que, cuando habla de Camilo, el del premio, dice que La familia de Pascual Duarte es "un librito", aunque ya hubiera querido él, como gato, lamer el plato, e insiste en su documentado estudio que no se dice a qué se dedica Pascual, cosa que, para quien lea fluido el castellano, está en la frase a la vuelta del viaje de novios, me esperan mis compañeros de juerga y labranza: ¿a qué se dedicaba Pascual, Gibson?

En el caso de Prim, durante generaciones, los intelectuales han huido de los papeles que tienen la respuesta. Puedo adelantarles, antes de las conclusiones sorprendentes de la Comisión Prim, que la Justicia hizo su trabajo: descubrió y documentó los asesinos del general, sus motivos y hasta el precio que cobraron. Fue el Poder Ejecutivo el que echó el freno.

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