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LA ESTRICTA GOBERNANTA

La periquita real

La periquita real es una especie que se creía en vías de extinción y, sin embargo, ha sido avistada de nuevo recientemente.  


	La periquita real es una especie que se creía en vías de extinción y, sin embargo, ha sido avistada de nuevo recientemente.  

No todas las periquitas que se columpian en los reales sitios son periquitas reales. La mayoría pertenecen a un género común, más abundante, y son modestas, apenas alborotan y desaparecen tranquilamente, conformándose con un cañamón.

Por el contrario, las auténticas periquitas reales, también conocidas en España como favoritas y en Francia como maîtresses royales, son otra cosa muy distinta y tienen su peligro. Pertenecen a una especie mucho más soberbia y agresiva, y la gente las aprecia poco, ya que están especializadas en parasitar los nidos de los machos alfa y desplazan a la legítima propietaria de los huevos.

Desde un punto de vista morfológico, la periquita real es una rara avis porque, aunque consigue volar muy alto, se mueve como una lagartija, tiene más conchas que un galápago, se pega como una sanguijuela y se adorna con un plumero que se le ve mucho. Para reconocer a una auténtica periquita real hay que atender a estas características, que todo observador debe tener en cuenta.

  • Es un ave mensajera y de confianza. Resulta ideal para enviarla a hacer recados al otro extremo del planeta.
     
  • Es inteligente, espabilada, mundana, sabe idiomas y tiene acceso a una extensa red social.
     
  • Sabe hacerse la imprescindible gracias a su habilidad para detectar quién puede hacer qué a quién en determinado momento, y guarda una agenda valiosísima que le permite realizar todo tipo de contactos interesantes.
     
  • La periquita real auténtica no se conforma con una ración de alpiste. Es ambiciosa, ama el dinero, los joyones de esmeraldas con historia, los aviones privados, los yates y el lujo en general.
     
  • Casi siempre ha alcanzado una edad madura, porque el oficio requiere experiencia y aplomo. Por lo tanto, se le cuentan más tiros que a la bandera del tercio, conoce bien a los hombres y posee una buena cama.
     
  • Contrariamente a lo que se pueda creer, la periquita real no siempre luce un plumaje espectacular. Sin embargo, posee la habilidad de hacer creer al macho dominante que es una hembra interesantísima y digna de un rey.
     
  • Como compañera de juegos y aventuras, resulta inapreciable para el gran macho. Es la reina de la noche, bailona y risueña. Se puede contar con ella para todo, lo mismo si se trata de la caza del elefante como del salto del tigre.

En nuestro país, la auténtica periquita real ha sido más bien escasa. No lo fueron Elena Sanz, amante de Alfonso XII, a la que Isabel II llamaba "mi nuera ante Dios", ni Carmen Ruiz Moragas, la amante de Alfonso XIII. Ambas tuvieron que abandonar sus carreras, fueron sumisas y fieles, sufrieron por ser las otras y dieron a luz bastardos reales que se beneficiaron poquísimo de sus padres.

Todas las periquitas reales son adúlteras por naturaleza; pero su peligro consiste en que les gustaría dejar de serlo, y en el fondo su máxima aspiración es acabar como parejas titulares del gran macho alfa. Inés de Castro sólo lo consiguió después de muerta. En vida fue amante de Pedro de Portugal y llegó a contraer matrimonio secreto con él porque el rey Alfonso no consentía el himeneo. Su destino fue trágico, no tanto porque murió asesinada por los nobles con el beneplácito de su suegro como porque cuando Pedro llegó al trono la mandó desenterrar, engalanar su cadáver y obligó a la corte a rendirle pleitesía como reina. Eso no se le hace a una dama.

Luis XIV.No fue la única que llegó a casarse con su monarca. Enrique VIII seguía la rutina de contraer matrimonio con sus amantes después de cortar las cabezas de sus esposas. Luis XIV, que tuvo famosas maîtresses, contrajo matrimonio con Madame de Maintenon, aunque, eso sí, fue un matrimonio morganático. En Francia, a las maîtresses royales se las acusaba de tener la culpa de todas las desgracias del pueblo. Curiosamente, el pobre Luis XVI, único monarca francés que no tuvo queridas, pagó con la guillotina los excesos de sus antecesores.

Ya en nuestra época, dos señoras han conseguido casarse con sus reales amantes: una fue Wallis Simpson, ejemplo de periquita con apariencia de loro que se pegó de tal manera a la chepa de Eduardo VIII que éste no tuvo más remedio que abdicar. La otra es Camilla Parker, casada con el príncipe Carlos, su amante de toda la vida. Camilla era más gorda, fea y mayor que Diana, la esposa oficial, pero dicen que seducía a Carlos hipnotizándolo con el movimiento giratorio de un támpax. En esto de la seducción cada cual desarrolla su propia especialidad y las rarezas siempre tienen su público. Camilla llegará a reina de Inglaterra si Dios permite que su marido sobreviva a su madre.

No todas las reinas se han disgustado porque sus esposos tuvieran líos. Catalina de Braganza jugaba a las cartas con su marido Carlos II de Inglaterra y sus dos amantes: la famosa favorita Nell Gwyn, con la que Catalina se llevaba muy bien, y Luisa Portsmouth. Se ha dado incluso el caso de que algunas reinas, como Sissi, buscaron ellas mismas una amante de su agrado para disfrute de su esposo.

Hubo favoritas que tuvieron un pasado de putón desorejado. Por ejemplo, Madame du Barry, conocida en los burdeles como Mademoiselle Beauvernier, aunque en realidad se llamaba Juana Bécu. En este sentido, también ha circulado en torno a Wallis Simpson un rumor que dice que adquirió formación profesional, y tal vez un doctorado, en los prostíbulos de Hong Kong.

Jaime Peñafiel suele desear "larga vida al rey", pero yo deseo larga vida a la reina, porque, en caso de que ésta finara, la otra puede acabar como Camilla y Wallis. Recordemos que hoy día cualquier mujer puede llegar a reina, da igual si está divorciada, si es madre soltera o si ha sido amante de un capo de la mafia. Y si hay que escoger entre estas dos alemanas, personalmente, yo prefiero a la griega. A mí la otra me parece un peligro, y me gustaría tomar medidas preventivas contra ella. A ver, para empezar, que saque las fotos de juventud y muestre cómo tenía entonces la nariz y confiese cuántas operaciones de cirugía estética se ha perpetrado desde entonces.

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