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CIENCIA

La paciencia de Plutón

El jueves pasado, el cielo de Cabo Cañaveral quedó durante unos segundos cicatrizado por la estela del cohete Atlas 5, que portaba en su interior una nave espacial del tamaño de un pequeño piano. El destino de ésta, una vez desprendida de su cohete propulsor, será iniciar, impulsada por el empuje térmico de su combustible de plutonio, un larguísimo viaje hasta los confines del Sistema Solar. Su nombre, New Horizons. Su objetivo, Plutón.

El jueves pasado, el cielo de Cabo Cañaveral quedó durante unos segundos cicatrizado por la estela del cohete Atlas 5, que portaba en su interior una nave espacial del tamaño de un pequeño piano. El destino de ésta, una vez desprendida de su cohete propulsor, será iniciar, impulsada por el empuje térmico de su combustible de plutonio, un larguísimo viaje hasta los confines del Sistema Solar. Su nombre, New Horizons. Su objetivo, Plutón.
Plutón.
Ustedes ya saben que el lanzamiento tuvo que ser abortado en dos ocasiones por culpa de las condiciones meteorológicas en Cabo Cañaveral, y que estuvo adornado por una incompresible polémica acerca del uso de energía nuclear en las misiones espaciales. Pero lo que ustedes no saben es qué es exactamente lo que la sonda va a encontrarse en su camino. Ni ustedes ni nadie, porque en realidad lo que esperan de ella los científicos es que desvele, precisamente, algunos misterios que aún están sin resolver en la planetología moderna.
 
Plutón es un planeta extraño. Parece mentira, pero fue descubierto hace poquísimo. Hasta que en 1930 el investigador Clyde Tombaugh lo cazó con su telescopio nadie había tenido noticia de su existencia. En marzo de aquel año un bibliotecario estadounidense llamado Falconer Madan desayunaba leyendo la prensa junto a su nieta de 11 años y leyó en voz alta la noticia del hallazgo de Tombaugh. Al preguntarse qué nombre le pondrían a aquel nuevo planeta, la niña, impresionada por una reciente lectura infantil sobre las mitologías griega y romana, le contestó: "Plutón sería una buena idea". La pasión de abuelo y los contactos que Madan tenía en el mundillo astronómico hicieron el resto.
 
Aquel cuerpo desconocido hasta entonces resultó ser un bicho raro. Su comportamiento, su órbita, su aspecto… no se correspondían con los de ningún planeta conocido. De hecho, muchos expertos consideran que si Plutón se hubiera descubierto en 1980, en lugar de en 1930, jamás habría sido considerado un planeta.
 
Plutón y Caronte, fotografiados por el Hubble en 1994.¿Qué es entonces este objeto de deseo de la última misión de la NASA? Una roca que orbita a una velocidad exasperantemente lenta alrededor del Sol (completa una vuelta cada 248 años terrestres) y cuyo diámetro es de sólo 2.730 kilómetros. Entre sus rarezas se hallan el modo en que rota sobre sí mismo, la excentricidad de su órbita y la presencia de una luna relativamente grande (tiene la mitad del tamaño que Plutón) y cercana (está 20 veces más cerca del planeta que la Luna de la Tierra), con la que mantiene una curiosa danza acompasada. De hecho, Plutón y Caronte (que es el nombre de su satélite) podrían ser el único planeta binario del Sistema Solar.
 
Ambos cuerpos habitan en el cinturón de Kuiper, junto a centenares de objetos menores, asteroides o cometas, y es difícil catalogarlos porque no ocupan el lugar de los planetas rocosos, como la Tierra, Marte, Venus o Mercurio, ni son bolas gaseosas como las que se encuentran en sus cercanías (Júpiter, por ejemplo).
 
En definitiva, que son un auténtico caramelo para la curiosidad científica. ¿Qué astrónomo va a sustraerse a la tentación de echar un vistazo cercano a estas dos rocas llenas de misterios?
 
Pues ahora es el momento. Bueno, mejor dicho, es el momento de esperar, porque, aunque la misión haya comenzado este jueves, el esperado encuentro de la sonda New Horizons con su destino plutoniano está previsto para julio de 2015.
 
Precisamente, la paciencia de los científicos que esperan este momento se ha visto aliviada a última hora. Plutón se aleja y se acerca a la Tierra en periodos larguísimos, que dependen de su lento orbitar. Por eso las oportunidades de lanzamiento idóneas no son muy frecuentes. Dejar pasar una puede suponer que una o varias generaciones de astrónomos se vean obligados a esperar a la siguiente.
 
Los científicos habían diseñado un doble plan de lanzamientos. El primero partía de la base de que la sonda fuera lanzada entre el 17 de enero y el 14 de febrero de 2006. En este abanico de fechas, es posible que la sonda se dirija en un primer viaje hacia Júpiter, gire varias veces alrededor de este planeta y, aprovechando su fuerza de gravedad, sea impulsada como una piedra lanzada por una honda hacia Plutón. De ese modo se produce un ahorro de tiempo considerable y el final de la misión puede preverse para 2015.
 
Júpiter.Afortunadamente, la misión ha podido enviarse al espacio esta semana, con lo que se cumple el primer paso del plan A. De no haber sido así, la segunda oportunidad estaba fechada entre el 2 y el 15 de febrero de 2007. Pero, en ese caso, sería imposible orientar la nave hacia Júpiter. Sería necesario que la New Horizons viajase directamente a Plutón sin asistencia gravitatoria de ningún planeta. Este viaje es mucho más lento, y tendría su final pasado el año 2020.
 
Es fácil imaginar lo que puede suponer para un científico esta dilatada espera. Algunos miembros del equipo de la misión han dedicado toda su vida profesional al encuentro con Plutón. Si el viento no hubiera dejado de azotar Cabo Cañaveral, todo su programa habría quedado pospuesto por un año, y el final de la misión, retrasado otros cinco años.
 
De momento, el primer paso está dado. Ahora quedan algunas fases de prueba y calibración de instrumentos en vuelo; luego, la preparación del delicado juego de carambola con Júpiter, en febrero o marzo de 2007, y, más tarde, ocho años de tedioso viaje, en el que la sonda permanecerá prácticamente desconectada, salvo por los chequeos anuales que se harán para comprobar su comportamiento.
 
La paciencia de los científicos es infinita. Al final, si todo sale bien, serán recompensados con el trabajo de la New Horizons sobre el terreno: un mapa de la composición de la superficie de Caronte y de Plutón, una completa definición de su aspecto geológico, algunas pistas sobre la existencia de una atmósfera carontiana, una ojeada a otros cuerpos del cinturón de Kuiper…
 
A veces, nosotros no sabemos siquiera qué vamos a hacer el próximo mes. Pero hay un puñado de astrónomos afortunados que ya tienen plan para los próximos nueve años. Y un planeta que les espera. ¡Suerte!
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