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DRAGONES Y MAZMORRAS

La Feria se serena

Me dicen entre bambalinas que la Feria del Libro de Madrid es ya agua pasada. Me extraña, porque todavía faltan unos días, pero ocurre que las mejores expectativas han sido cumplidas. Los libreros, dejando de lado las críticas a la estrechez de las casetas, han superado con creces las ventas, en el mismo lapso, de 2004; el tema elegido: Los jóvenes y los libros, con el telón de fondo del Año Quijote, ha permitido que todo transcurra como la seda. Incluso Letizia (la Princesa de Asturias) se paseó a solas por el recinto, sin que nadie la reconociera. Ventajas de ser del pueblo y del montón.

Me dicen entre bambalinas que la Feria del Libro de Madrid es ya agua pasada. Me extraña, porque todavía faltan unos días, pero ocurre que las mejores expectativas han sido cumplidas. Los libreros, dejando de lado las críticas a la estrechez de las casetas, han superado con creces las ventas, en el mismo lapso, de 2004; el tema elegido: Los jóvenes y los libros, con el telón de fondo del Año Quijote, ha permitido que todo transcurra como la seda. Incluso Letizia (la Princesa de Asturias) se paseó a solas por el recinto, sin que nadie la reconociera. Ventajas de ser del pueblo y del montón.
Los Príncipes de Asturias, en una caseta de la Feria del Libro de Madrid.
Sin embargo, hay entre los libreros un malestar soterrado y extraferial que una simple visita de Zapatero, por ejemplo –a quien no se le ha visto el pelo–, podría transformar en zapatiesta. Y es que la ministra de Cultura, que ha recibido de inmediato a los titiriteros y a los cineastas, no se ha dignado recibir todavía a los libreros, por lo que hay un descontento más que mediano.
 
Además, a la hora de escribir este artículo estaba previsto un acto que no puede sentar peor al gremio: al periódico ABC no se le ha ocurrido otra cosa que anunciar a bombo y platillo un nuevo deporte, el crossing –con el sugerente lema: "Léeme, cámbiame, regálame"–, que consiste en regalar libros nuevos a cambio de todos los viejos que les quieran llevar. Una especie de Plan Renove cuya finalidad, se sospecha, no sería otra que la de liberar los almacenes de ABC de restos de sus promociones. Menos mal que, como dije, los libreros han vendido lo suyo; de no haber sido así, ya veríamos cómo reaccionaban ante lo que consideran una competencia desleal, cuando no un sabotaje al verdadero objetivo de la Feria: vender libros.
 
En cuanto a los actos colaterales, han sido tan numerosos como previsibles, dado el tema. El único que se salía un poco de lo corriente fue la presentación de un programa informático para escribir sonetos presentado por un joven profesor de física, Pablo Gervás, en la carpa de las Universidades Públicas de Madrid. Dicho programa, llamado WASP (The Wishful Automatic Spanish Poet) –Waspo para los amigos– pretende generar estructuras poéticas similares a las de los sonetos del Siglo de Oro por medio de la métrica clásica. Ahí es nada.
 
Desgraciadamente, el resultado, aunque interesante, no llega a la perfección de los modelos, pero se me ocurre que, más que para versificar por cuenta propia, este instrumento puede ser utilísimo para traducir poesía rimada. Si lo menciono es por su escasa repercusión en la prensa, y este año no se pueden quejar los organizadores de que les hayan ninguneado. No ha habido suplemento literario, emisora de radio ni de televisión que no le haya preguntado a Teodoro Sacristán mil veces lo mismo. Santa paciencia.
 
También he asistido a una recreación del Diálogo de los perros hecha por los alumnos de un instituto de Enseñanza Media (espero que se siga llamando así) de Madrid, tras haber escuchado la introducción al mismo realizada por el novelista y premio Cervantes José Jiménez Lozano y por el ex director general de Bellas Artes Joaquín Puig de la Bellacasa. La misión de este último era la de evocar el contexto histórico y cultural en que se desarrollaba la obra, con muchas alusiones a la pintura, que conocía por entonces un momento estelar, y aprovechó la ocasión para recordar a los alumnos lo fácil que era visitar el Museo del Prado, situado a diez minutos de la carpa. Respecto a Jiménez Lozano, huelga decir cuáles son sus méritos para explicar muchos de los intríngulis de la escritura de los clásicos, en particular, y de la escritura en general.
 
Entre otras apreciaciones, JJL lanzó tres ideas que resumían su intervención: 1) clásico es el que dice cosas verdaderas, 2) hablar es decir las cosas como son, y 3) la ironía es compasión. Esto último me parece particularmente acertado, pues siempre entendí que Cervantes, en la situación que fuere, ante la duda optaba por la compasión y la misericordia, por medio precisamente de la ironía. Los chicos leyeron tres recreaciones diferentes de la obra realmente brillantes, y nos dieron a entender que, en este proceloso mundo, la literatura sigue siendo una de las principales tablas de salvación. Fueron tres puertas abiertas a la esperanza de un futuro que, en ese momento, no me pareció tan incierto, después de todo.
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