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TWO YUPA Y EL VIRUS DEL PAPILOMA HUMANO

La ciencia de Sálvame

Me gusta la prensa del corazón, la crónica social, el comentario rosa. Leo (o al menos veo) las revistas de papel couché, sigo la actualidad de algunos personajes de la vida social y podría incluso charlar un buen rato sobre la vida privada de algunos de ellos. Sí, también veo Sálvame de cuando en cuando. Y aunque nunca he albergado el menor sentimiento de culpa por ello, menos voy a hacerlo ahora que la ciencia ha salido al rescate de nuestra pasión por el cotilleo.

Me gusta la prensa del corazón, la crónica social, el comentario rosa. Leo (o al menos veo) las revistas de papel couché, sigo la actualidad de algunos personajes de la vida social y podría incluso charlar un buen rato sobre la vida privada de algunos de ellos. Sí, también veo Sálvame de cuando en cuando. Y aunque nunca he albergado el menor sentimiento de culpa por ello, menos voy a hacerlo ahora que la ciencia ha salido al rescate de nuestra pasión por el cotilleo.
Resulta que los antropólogos han puesto la lupa en uno de los comportamientos más arraigados en nuestra humana condición: el deseo de saber cosas de los demás. Y nos cuentan que ya cuando éramos primitivos habitantes de la cavernas, el chisme funcionaba como catalizador social.

Nuestros ancestros tenían pocas oportunidades de contacto con congéneres extraños a su propio clan. La vida social del cromagnon se reducía al trato con los pocos individuos de su parentela y los esporádicos encuentros con seres de otras familias que invadiesen su terreno natural. Así las cosas, existía poca práctica en el establecimiento de alianzas, en la distinción a primera vista entre amigos y enemigos. Y, sin embargo, esa distinción podría ser vital para establecer pareja, saber con quién se podía compartir alimento o defenderse de la rapiña de enseres.

Fue así como los individuos mejor dotados para la empatía, es decir, aquellos cuyo cerebro desarrolló mejores herramientas para detectar el estado de ánimo del prójimo, gozaron de una mayor expectativa de supervivencia y distribuyeron mejor sus genes. De algún modo, nuestra mente es genéticamente heredera de los más cotillas de nuestros ancestros. Nosotros, como ellos, sentimos una atracción especial por las noticias de la vida cotidiana del vecino. Priorizamos las malas nuevas si se trata de vecinos que nos disgustan y disfrutamos más aún conociendo datos íntimos del devenir de seres especialmente prominentes. Hace 30.000 años, un ser prominente era un macho alfa, un competidor por la pareja o la comida, un individuo especialmente poderoso. Hoy, alguien especialmente expuesto a los medios de comunicación.

Quede pues, claro, que seguir la prensa rosa no es más que poner en práctica un milenario mandato de nuestros genes: "La ciencia lo dice y yo no miento", tal como nos glosaban las míticas botellas de Anís del Mono.

Pero una cosa es creer que me gusta Jorge Javier Vázquez porque soy humano y otra es tolerar que los programas del cuore se terminen convirtiendo en plataformas prime time de divulgación científica. Viene esto a cuento de la conferencia sobre el virus del papiloma humano que nos dio en medio de la emisión de uno de los Sálvame de esta semana la docta Two Yupa. Esta joven tailandesa (que ya de por sí es un ejemplo de lo que la magia de la ciencia puede hacer con los cuerpos) orla su curriculum con varios logros, como el de haber mantenido un qué sé yo con Rappel (otra joya de la ciencia patria)... y el de haber mantenido un yo qué sé con Rappel. Con tales antecedentes, la muchacha nos deleitó en horario preinfantil con un discurso sobre un "grave tema que afecta a todas las mujeres", sobre todo –añadió– en su país.

Two Yupa.Habló del virus del papiloma como si lo acabara de descubrir, y describió con gracia su modo de contagio, la etiología de la enfermedad que produce y la estrategia preventiva más adecuada. Clínex en ristre, nos explicó sobre su propio cuerpo esculpido cómo ha de limpiarse toda dama de buena familia tras hacer sus aguas menores y nos aseguró que, siguiendo este consejo, nuestras niñas quedarían protegidas contra el virus. Aplausos de entusiasmo del público y paso a otro tema más mundano.

Me pregunto cuántas niñas menores de 14 años estarían viendo la televisión esa tarde, y cuántas madres desconocedoras de los entresijos de la epidemiología tomaron por buenos los consejos de la Doctora Yupa. Pero lo cierto es que, más allá de la broma, se hace necesaria una reflexión, ahora sí, algo más seria. Nos encontramos en plena discusión científica sobre la pertinencia o no de vacunar a nuestras hijas contra el virus del papiloma humano, un microorganismo directamente relacionado con la aparición del cáncer de cuello de útero y que está presente en más de la mitad de la población adulta. En realidad, este virus no se contagia por contacto con fluidos de otra persona o falta de higiene. Su transmisión es sexual. Buena parte de las mujeres que han iniciado su actividad sexual terminan contrayéndolo en algún momento de su vida. Esto es así porque probablemente también está presente en un porcentaje muy elevado de hombres, aunque en el caso masculino las consecuencias son menos llamativas.

La mayoría de las mujeres pueden pasar toda su vida con el virus sin sintomatología alguna. Algunas desarrollan papilomas en el aparato genital que son fácilmente tratables. Y en un porcentaje reducido de casos el virus provoca una patología cancerosa. El 99 por 100 de los cánceres de cérvix son provocados por él. De manera que si elimináramos el germen podríamos acabar con una enfermedad que mata a unas 300.000 mujeres al año en el mundo.

Ahora contamos con la vacuna para hacerlo y, suministrada antes de que tengan su primer contacto sexual, puede proteger a las mujeres con grandes dosis de seguridad. La vacuna no está exenta de riesgos. En España se han producido algunas docenas de reacciones adversas, que obligaron a paralizar la vacunación en Valencia de manera momentánea. Además, no hay consenso científico sobre la necesidad de incluirla en el calendario habitual de inmunizaciones. Pero sin duda es una herramienta poderosa para lograr erradicar un mal profundamente ligado al desarrollo de la mujer.

Por supuesto, de todo esto no está obligada a saber la tal Two Yupa, ni siquiera algunos de los contertulios del programa, ni el propio conductor. Pero seguro que a ninguno de ellos les falta sentido común, y se echó de menos alguna invocación al mismo.

La diferencia entre el periodismo del corazón y el periodismo científico es que, si bien en ambos casos hay buenas y malas praxis, en el caso de la divulgación de la salud un mal periodismo puede matar. Nuestras niñas no estarán protegidas contra el virus del papiloma con sólo limpiarse con decencia según las técnicas de Doña Two. Pero esos consejos han llegado a quién sabe cuántas mentes desprevenidas. ¿Cabe esperar una rectificación? Ojalá. Voy a seguir disfrutando de Sálvame con esa esperanza.
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