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MEDIOAMBIENTE

La boina de Madrid

Esta semana, Alberto Ruiz-Gallardón se ha dirigido a los madrileños con un mensaje tranquilizador. "Ahora tenemos una calidad del aire mejor que la que Madrid ha tenido nunca", ha afirmado. Muy orgulloso de su política medioambiental, aseguró que la capital cumple con todos los parámetros de la normativa europea, excepto el relativo al dióxido de nitrógeno. Además, se jactó de haber reducido en un 42% las emisiones de CO2.


	Esta semana, Alberto Ruiz-Gallardón se ha dirigido a los madrileños con un mensaje tranquilizador. "Ahora tenemos una calidad del aire mejor que la que Madrid ha tenido nunca", ha afirmado. Muy orgulloso de su política medioambiental, aseguró que la capital cumple con todos los parámetros de la normativa europea, excepto el relativo al dióxido de nitrógeno. Además, se jactó de haber reducido en un 42% las emisiones de CO2.

Casi al mismo tiempo que el primer edil del consistorio capitalino realizaba estas afirmaciones, el fiscal de Medio Ambiente, Antonio Vercher, anunciaba el inicio de una macroinvestigación para comprobar si las grandes ciudades españolas, incluida Madrid, están maquillando sus mediciones de contaminación atmosférica. Lo hace después de que –el 28 de enero– advirtiera a la Villa y Corte por el mismo asunto y de que varios medios de comunicación, entre ellos éste, se hicieran eco de las sospechas de que los medidores de polución no están recogiendo datos fiables para hacerse una idea certera del estado del aire que respiramos.

Según la propia Fiscalía, el estudio de la calidad atmosférica llevado a cabo de manera independiente por el Seprona podría arrojar datos mucho más preocupantes que los que se empeñan en mostrar el alcalde madrileño y su equipo.

Por si fuera poco, España cuenta en su currículo con una reclamación ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, fechada en noviembre de 2010, por incumplimiento reiterado de la normativa sobre calidad del aire y por no tomar medidas efectivas para reducir el impacto de las partículas microscópicas en suspensión tipo PM10 y PM2,5, que se ha demostrado son altamente perjudiciales para la salud.

En este contexto, no parece descabellado analizar con lupa las declaraciones de Gallardón. Y al hacerlo descubrimos demasiadas fallas en su aparentemente sólido discurso.

En primer lugar, sorprende la ligereza con que quita importancia al dato de las emisiones de dióxido de nitrógeno (NO2). Parece que, al reconocer una pequeña desviación al alza de estas medidas, quiere convencernos de que este gas es intrascendente. Veamos:

En presencia de luz solar, el NO2 se disocia en nitrógeno y oxígeno. Éste reacciona con moléculas del ambiente para producir ozono. El ozono es un conocido contaminante que irrita las mucosas respiratorias de quien lo inhala. Por otra parte, el NO2 reacciona con el radical OH para producir partículas de ácido nítrico, que se dispersan en el ambiente en forma de lluvia, rocío o niebla. Es la famosa lluvia ácida.

Muchas especies animales y vegetales se ven muy afectadas por este desequilibrio en la composición química del aire; y, lo que es peor, el NO2 puede irritar los pulmones, causar bronquitis y pulmonía, así como una disminución significativa de la resistencia respiratoria a las infecciones.

Los efectos de la exposición a corto plazo no son claros, pero la exposición continua o frecuente a concentraciones mayores a las registradas normalmente en el aire puede causar un incremento en la incidencia de las enfermedades respiratorias en los niños, el agravamiento de las afecciones que padecen los individuos con asma y demás enfermedades respiratorias crónicas.

Cuando el alcalde reconoce un ligero incumplimiento en 2010 de los niveles máximos de NO2, está ocultando que el dato no es más que una media. Es decir: durante algunos momentos del año, en la capital se ha estado respirando aire que superaba con creces ese límite de seguridad.

Con igual descaro, Gallardón incluye en su lista de éxitos una reducción de las emisiones de CO2 que no viene a cuento. Primero, porque la política energética en materia de reducción de emisiones de carbono no es competencia exclusiva de su ayuntamiento. Segundo, y más grave, porque el CO2 no es un contaminante. Puede ser un gas de efecto invernadero, puede estar relacionado con el calentamiento global... pero no contamina. Más bien al contrario, el CO2 es una fuente de vida.

Por último, sería de agradecer una mayor precisión en la comunicación de los datos referidos a las partículas en suspensión. ¿Cumplimos por igual los límites de partículas PM10 y PM2,5? Estos límites ¿son los que marca la Unión Europea o los que aconsejan las autoridades sanitarias (mucho más estrictos que los de la obsoleta normativa comunitaria). ¿Tiene el alcalde algo que decir a las publicaciones científicas que recientemente han alertado de un aumento de las muertes por enfermedades cardiovasculares relacionadas con la absorción de partículas PM2,5?

Si el consistorio madrileño no quiere dar explicaciones más claras, los ciudadanos nos veremos obligados a dudar de su palabra. Más aún cuando estamos sometidos día a día a la pavorosa realidad que arrojan imágenes como estas dos, tomadas por el autor de estas líneas hoy mismo, o esta otra, con su lapidario pie de foto. ¿Es este el cielo de Madrid que Gallardón alcanza a ver tras los cristales de su coche oficial?

 

http://twitter.com/joralcalde

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