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PANORÁMICAS

Kafka en la oficina infernal

Era Kafka un diligente y probo oficinista del multicultural imperio austro-húngaro. Un checo de cultura judía escribiendo en alemán, con eso les digo todo. Dotado, o maldecido, con una extrema sensibilidad, K. debió haber sentido con una dolorosa exactitud la rutina de esa moderna galera que es la burocracia. La combinación de mediocridad laboral y contacto diario con unos compañeros vulgares contribuyó a que se sintiera poco más que un insecto. Como vehículo de escape construyó unas parodias salvajes y humorísticas, crueles pero humanitarias, que han erigido en la obra emblemática del siglo XX.

Era Kafka un diligente y probo oficinista del multicultural imperio austro-húngaro. Un checo de cultura judía escribiendo en alemán, con eso les digo todo. Dotado, o maldecido, con una extrema sensibilidad, K. debió haber sentido con una dolorosa exactitud la rutina de esa moderna galera que es la burocracia. La combinación de mediocridad laboral y contacto diario con unos compañeros vulgares contribuyó a que se sintiera poco más que un insecto. Como vehículo de escape construyó unas parodias salvajes y humorísticas, crueles pero humanitarias, que han erigido en la obra emblemática del siglo XX.
El jefe lo es todo, dice Lars von Trier
Y a este paso, del siglo XXI. Lars von Trier, el duendecillo cinematográfico danés, deja sus pesadas y superficiales disecciones de los Estados Unidos (la fallida, por el momento, trilogía "América, tierra de oportunidades": Dogville, Manderlay, Washington -en producción-) para sumergirse en lo que mejor se le da: el feroz retrato de sus compatriotas, una pandilla, por lo que nos cuenta, de idiotas sentimentales, unos haraganes despreciados por sus convecinos suecos, islandeses, alemanes… aunque finalmente termine siempre abrazado a ellos en una euforia de patriotismo inverso.
 
Si hace años rodó con The Kingdom, a través de los ojos de unos limpiaplatos retrasados, los milagros y corrupciones de un hospital, más allá de Urgencias y Twin Peaks, ahora introduce una cámara epiléptica en las oficinas de una empresa de informática danesa que va a ser comprada por una más grande islandesa. El dueño de la empresa opada se hace pasar por un trabajador más, y contrata para el proceso de negociación a un actor que interpretará el papel del verdadero dueño, “el jefe de todo esto”.
 
Los malentendidos, triples sentidos, ambiciones, frustraciones, odios y amores que se encuentran tapados en la olla a presión del ambiente opresivo de una oficina, irán estallando sucesivamente en un crescendo, no muy bien articulado, de puñetazos, insultos, declaraciones matrimoniales y sometimientos sexuales. En fin, lo de todos los días en todas las oficinas del mundo. Y aunque en los mejores momentos recuerda las gloriosas comedias de Billy Wilder, el guión poco trabajado no acaba de cuajar y la faena resulta de aliño, desligada y a trompicones.
 
Kafka sería hoy guionista de grandes cadenas de televisiónLo que sería una comedia estimable en cualquier otro director resulta ser, por las expectativas autorales, una creación fallida en Triar. Tanto ha publicitado su carácter genial e iconoclasta que aparece atrapado en la ortodoxia de la vanguardia. Más preocupado por epatar a las revistas y a los festivales cinematográficos con titulares sensacionalistas, lo más relevante de esta última producción resulta ser un supuestamente ingeniosísimo artefacto informático denominado “Automavisión” que, según el director, es “un sistema de cámara y de sonido desarrollado para limitar la influencia humana y dejar la puerta abierta al azar con el fin de proporcionar a la obra una visión “sin idea”, libre de la fuerza de la costumbre y de la estética".

Lo que también se podría interpretar como un as en la manga del personaje atrabiliario, maniático y caprichoso, con delirios de grandeza, que Trier ha construido con la ayuda de unos medios de comunicación más interesados en el glamour, aunque sea de un aparente loco, que en lo estrictamente cinematográfico. Finalmente, los continuos cortes en el plano resultan una molestia, aunque la presunta innovación le sigue garantizando al director danés un puesto en la galería de freaks adorables.

Y más destaca la inocencia presuntamente transgresora de la película en contraste con bombas de profundidad temáticamente semejantes que rondan por la peligrosa pantalla televisiva. Ignoro si le ha influido directamente; el caso es que en los últimos años dos series de televisión, la original inglesa The office y su versión norteamericana, han desarrollado con mucha más radicalidad formal y brutalidad en los planteamientos sociales lo que ahora Trier ensaya cinematográficamente. Típicamente ignoradas por las televisiones españolas, que quizás con razón parecen creer que el sarcasmo y la dureza está más allá de las posibilidades del público indígena, tanto la claustrofóbica serie inglesa como la americana podrían haber sido escritas por Kafka, que hoy en día sería un ¿feliz? guionista para la Fox, la NBC o la BBC.

 

El jefe de todo esto. Dinamarca, Suecia y Francia, 2006. Dirección y guión: Lars von Trier. Intérpretes: Jens Albinus, Peter Gantzler, Fridrik Thor Fridriksson, Louise Mieritz, Iben Hjejle, Casper Christensen.
Calificación: Sarcástica 7/10
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