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CIENCIA

Homeopáticos a la fuerza

Leo en el Diario de León que los fármacos homeopáticos son "cada vez más demandados por la población". La noticia es una reproducción literal de los argumentos pro homeopatía que se sirven en el curso de formación que patrocina el Colegio de Farmacéuticos y que vienen a ilustrarnos sobre la extensión de la práctica homeopática en más de 80 países y sobre las supuestas bondades de aquéllos, que pueden ser prescritos sin intervención de médico alguno y encontrarse en miles de farmacias españolas.


	Leo en el Diario de León que los fármacos homeopáticos son "cada vez más demandados por la población". La noticia es una reproducción literal de los argumentos pro homeopatía que se sirven en el curso de formación que patrocina el Colegio de Farmacéuticos y que vienen a ilustrarnos sobre la extensión de la práctica homeopática en más de 80 países y sobre las supuestas bondades de aquéllos, que pueden ser prescritos sin intervención de médico alguno y encontrarse en miles de farmacias españolas.

Justo al tiempo que el periódico leonés regala un par de páginas a los seguidores de Hahnemann, la Asociación Médica Británica –es decir, la voz autorizada de los facultativos del Reino Unido– cursa una petición al Servicio Nacional de Salud para que se deje de financiar con fondos públicos la prescripción de productos homeopáticos y éstos dejen de ser vendidos como medicamentos.

La petición se basa en que ninguno de los ensayos clínicos que se han llevado a cabo en las últimas décadas ha sido capaz de demostrar que la homeopatía funcione terapéuticamente, más allá del efecto placebo. Al carecer de un corpus científico que la avale (algo que debería exigirse a cualquier modalidad médica que pretenda gozar de los favores de la Administración del Estado), la homeopatía queda claramente confinada en el cajón de las medicinas alternativas; o, como dice literalmente en la petición de la Asociación Médica Británica, en el de las "pseudociencias". Uno de los médicos participantes en la comisión encargada de elevar la petición al Gobierno fue muy tajante:

Nos arriesgamos, como sociedad, a retroceder al estado del pensamiento mágico, cuando la ciencia inventada pasaba por discurso racional.

En el Reino Unido, igual que en España, cualquiera puede acceder a un producto homeopático, en farmacia y sin receta. En el caso británico, los expertos han pedido reiteradamente que el acceso sea limitado (cuando no directamente prohibido), a menos que se informe claramente en las etiquetas de estos frascos que se trata de "diluciones que actúan como un simple placebo". Es decir, se pretende que dejen de ser considerados medicamentos y que formen parte de la gama de productos no terapéuticos que se pueden encontrar en las farmacias. Aunque los placebos en ocasiones funcionen, no pueden considerarse medicamentos, al carecer de principio activo alguno. Por lo tanto, deberían de dejar de contar con el beneplácito y el apoyo económico de la sanidad pública, que, en el caso del Reino Unido, invierte en ellos 6 millones de dólares al año.

Vivimos en un tiempo en el que a la ciencia se le exige, y con razón, absoluta transparencia. Pedimos el etiquetado y la trazabilidad absoluta de los alimentos que compramos en el mercado; queremos que las etiquetas muestren los datos nutricionales, los índices glucémicos, los riesgos alergénicos, las cantidades exactas de cada ingrediente... Y hacemos bien. Exigimos que se advierta de la presencia en una salsa de semillas modificadas genéticamente. Nuestros teléfonos móviles informan del índice de absorción de las radiofrecuencias que emiten y reciben, y el microondas alerta sobre los efectos de su uso incorrecto.

En cambio, los productos homeopáticos gozan de una inadmisible impunidad informativa. En ningún lugar se resalta que no son medicamentos, ni se informa sobre la cantidad real de sustancia supuestamente curativa que contienen. Como ha dejado escrito Fernando Frías, un remedio homeopático de dilución 30CH (una dilución habitual) contiene una molécula de principio activo por cada 7.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000 de gránulos. Esa es la cantidad de píldoras homeopáticas que un ser humano debería ingerir para juntar una sola molécula de medicamento supuestamente curativo.

Es decir, las bolitas o gotas homeopáticas no contienen nada, tienen la misma cantidad de agente curativo que un vaso de agua destilada.

Los defensores de esta pseudomedicina aducen que, si eso es así, al menos habría que inferir que la homeopatía no es perjudicial, que es una de las condiciones que las autoridades sanitarias imponen para la obtención de licencias de venta. Ahora bien, los médicos británicos han desmontado también esta idea. "Cada vez hay más pacientes que renuncian al consumo de fármacos prescritos por sus doctores y se lanzan en brazos de la homeopatía". El efecto secundario de estas prácticas se produce, de ese modo, por omisión. Abandonar una terapia que sí es efectiva puede conducir al empeoramiento o cronificación definitiva del mal.

Que se lo digan si no a los viajeros británicos que en 2006 siguieron los consejos de varios médicos homeópatas de protegerse con diluciones contra la malaria en sus viajes a África. La propia Sociedad de Homeópatas británica hubo de salir a la palestra a alertar de que estas píldoras no sustituyen a las medidas químicas profilácticas, a la vacunación o a las terapias contra enfermedades crónicas graves. En realidad, no deberían sustituir a nada, y por lo tanto no deberían ocupar espacio en los anaqueles de las farmacias. Pero la realidad es que se siguen expendiendo... bajo unas condiciones de control e informativas más laxas que las exigidas a los medicamentos y a los alimentos.

Todos tenemos derecho a sentirnos curados por la técnica que nos dé la gana. Pero también a alzar la voz cuando nos sentimos estafados; y, sobre todo, a exigir que con nuestro dinero no se financie actividad alguna sin la suficiente justificación clínica y científica. No queremos ser homeopáticos a la fuerza.

 

JORGE ALCALDE también tuitea: twitter.com/joralcalde

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