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125º ANIVERSARIO DE SCIENCE

Grandes enigmas de la ciencia

Science, la revista más prestigiosa e influyente de diseminación, difusión y divulgación de la ciencia, cumple 125 años, y para celebrarlo ofrece un magnífico especial sobre los retos más fascinantes de la ciencia moderna. Si sus fundadores, un periodista de Nueva York llamado John Michels y el padre de la bombilla y de más de un millar de patentes, Tomas Alva Edison (1847-1931), levantaran la cabeza se quedarían doblemente sorprendidos al ojear los últimos números de su publicación.

Science, la revista más prestigiosa e influyente de diseminación, difusión y divulgación de la ciencia, cumple 125 años, y para celebrarlo ofrece un magnífico especial sobre los retos más fascinantes de la ciencia moderna. Si sus fundadores, un periodista de Nueva York llamado John Michels y el padre de la bombilla y de más de un millar de patentes, Tomas Alva Edison (1847-1931), levantaran la cabeza se quedarían doblemente sorprendidos al ojear los últimos números de su publicación.
Detalle de una portada de la revista SCIENCE.
Por un lado, por que comprobarían que la ciencia aún no ha resuelto los grandes enigmas que preocupaban a sus coetáneos y, por otro, porque han surgido nuevos retos que ni siquiera se plantearon las mentes más abiertas y visionarias de su época.
 
Sin duda alguna, desde que Edison encendió la luz la ciencia ha avanzado de forma vertiginosa, hasta erigirse en uno de los pilares sobre los que se asienta la sociedad moderna. Junto con su competidora, la británica Nature, Science ha sido el escaparate en el que los investigadores más prestigiosos han divulgado sus hallazgos y donde se han debatido las polémicas que suscitaron en la comunidad científica.
 
Éste fue su leitmotiv desde su primer número, que se publicó un 3 de julio de 1880 con el lema comercial 'El periódico semanal del progreso científico'. En su portada anunciaba desde el potencial de la electricidad en los ferrocarriles hasta las últimas observaciones de las Pléyades, temas que hoy hacen sonreír a los científicos enfrascados en la física de partículas, los púlsares y agujeros negros, la superconductividad o la teletransportación. La bombilla de Edison ha dejado paso al LED.
 
Indudablemente, el conocimiento científico se ha enriquecido de forma casi exponencial en el último siglo y medio. Y ha arrojado luz sobre los enigmas clásicos de la ciencia, como el origen del universo y su naturaleza. Hoy los cosmólogos nos confirman que el universo se expande como un globo de helio, pero saben muy poco sobre su composición.
 
Vista de la Tierra.¿De qué está hecho el cosmos? La materia con la que están hechas las estrellas, los planetas y los humanos apenas representa el 5% de toda la que hay en el espacio. El 95% del universo es una combinación de materia y energías oscuras que traen de cabeza a los científicos, que de paso se devanan los sesos en cómo unificar las fuerzas que rigen en el universo. En el siglo XIX Maxwell unió la electricidad y el magnetismo en una única fuerza que llamó "electromagnetismo"; y hacia 1968 Weinberg y Salam, trabajando independientemente, mostraron la conexión que subyace entre ésta y la fuerza nuclear débil. Así nació la fuerza electrodébil. Pero quedan por unificar dos fuerzas rebeldes: la gravedad y la nuclear fuerte, el loctite que mantiene juntos los núcleos atómicos.
 
Otros miran al cielo con otra inquietud: ¿hay vida allí fuera? ¿Estamos completamente solos en el Universo? Probablemente no. Cuesta imaginar que no haya ninguna forma de vida en los cientos de miles de millones de galaxias que flotan en el universo observable. El reciente descubrimiento de 150 sistemas solares en las proximidades del nuestro, que podrían reunir unas condiciones similares a las terrestres para que germine la vida, ha alentado la búsqueda de "alienígenas". La exobiología, la ciencia que estudia la vida en el espacio, está ayudando a comprender otro de los interrogantes que desde siempre han inquietado al ser humano: ¿cómo y dónde surgió la vida en la Tierra?
 
Los biólogos han conseguido aislar uno por uno los ingredientes que conforman la vida, pero al juntarlos en el laboratorio no funcionan. También tienen claro que las primeras formas vivientes aparecieron hace entre 3.500 y 3.800 millones de años, pero desconocen de qué surgieron y dónde se crearon. Cada científico involucrado tiene su propia teoría del origen de la vida, y para la desesperación de todos ellos hay que añadir que ni siquiera se ponen de acuerdo en definir qué es la vida. En cualquier caso, ésta se ha diversificado en un maravilloso abanico de formas que han colonizado los ambientes más dispares, desde los confortables hábitats tropicales hasta las aguas hirvientes de las chimeneas submarinas y las aguas tan corrosivas como el ácido sulfúrico.
 
Nadie sabe hoy cuántas especies de animales y plantas comparten el Planeta Azul, y aún menos la cifra de formas que completan el misterioso mundo microscópico. ¿Qué determina, pues, la diversidad de especies actuales y pasadas? Esta cuestión enlaza irremediablemente con otra de nuestras inquietudes: conocer nuestros orígenes.
 
La aparición del hombre es, con diferencia, uno de los enigmas más debatidos dentro y fuera de la comunidad científica. Salvo los creacionistas, ningún científico tiene la certeza de cómo apareció el hombre. Hasta ahora los fósiles no han permitido completar el puzzle de la evolución humana. Tal vez la genética ayude a resolverlo. La secuenciación del genoma humano permite enfocar el tema desde una nueva perspectiva: ¿qué cambios genéticos se operaron para convertirnos en lo que somos? Es más, ¿existe una base biológica de la conciencia, un rasgo atribuido clásicamente al hombre?
 
El estudio de nuestro exclusivo ADN y su comparación con el también exclusivo de otras criaturas, desde el ratón a la mosca o la levadura, tal vez permita avanzar en esta dirección. De momento, la lectura del genoma humano ha abierto una brecha que ha alcanzado hasta a los filósofos: ¿por qué tenemos tan pocos genes? Antes, los expertos creían que para dar vida a una criatura tan compleja como el Homo sapiens eran necesarios muchos más genes que para, por ejemplo, animar un caracol. Cifraron nuestro contenido genético en 100.000 ó 150.000 genes. Los responsables del Proyecto Genoma dicen que la cifra es de ¡25.000! O sea, que tenemos los mismos que la planta de la mostaza o el gusano Caenorhabditis elegan.
 
La ciencia tiene ahora la tarea de explicar cómo, con una misma cantidad de genes, muchos de ellos compartidos, pueden diseñarse dos criaturas tan dispares, una animal y otras racional.
 
Leonardo da Vinci: EL HOMBRE DE VITRUVIO.Pero esta parquedad genética es sólo uno de los enigmas científicos que afectan al hombre. Los editores de Science destacan otras cuestiones sin responder de la naturaleza humana, como la forma en que el cerebro almacena y recupera información.
 
Muchos retos de la biomedicina tienen que ver con nuestra salud: ¿cuánto tiempo podrá extenderse la vida humana? ¿Qué relación hay entre nuestro perfil genético y la propensión a sufrir una determinada enfermedad? ¿Qué controla la regeneración de órganos? ¿Cómo una célula de la piel puede convertirse en una neurona? ¿Podremos apagar selectivamente la respuesta de nuestro sistema inmune? ¿Es factible una vacuna efectiva contra el sida?… La actividad humana también ha abierto nuevos interrogantes que ni imaginó el Mago de Melon Park, o sea, Edison: ¿qué temperatura alcanzará el calentamiento global? ¿Para cuándo un sustituto barato del petróleo? ¿Qué tipo de energía lo sustituirá?
 
Es probable que los científicos encuentren la respuesta a sus inquietudes con la ayuda de los cada vez más potentes ordenadores, una herramienta fundamental en la labor científica. Pero la computación tiene un límite que viene marcado por unas simples cuestiones de ingeniería informática: cuál es la energía límite que puedes meter dentro de un microchip sin fundirlo, a qué velocidad máxima puedes mover un bit en tu memoria de silicio, cuánto puedes hacer crecer a tu ordenador y que aún siga cabiendo en una habitación…
 
Preguntas y más preguntas. Pero ¿qué sería de la ciencia sin grandes retos y enigmas insolubles? Las 125 preguntas que plantea Science son alimento para las mentes más inquietas del estamento científico, e indudablemente disparan la curiosidad y la imaginación de los legos en la materia.
 
Sin ir más lejos, siéntese en un cómodo sofá y reflexione sobre alguna de las siguientes enigmas de la ciencia: ¿Qué acabó con los dinosaurios? ¿Hay más de un universo? ¿Qué pasaría si se metiera en un agujero negro? ¿Hay partículas más pequeñas que los quarks? ¿Cuál es la rayo láser más potente que pueden construir los científicos? ¿Será la fusión la energía del futuro? ¿A qué se deben las eras glaciares? ¿Hay vida en el sistema solar? ¿Podrá ser curado el cáncer? ¿Por qué dormimos y soñamos cuando lo hacemos? ¿A qué es debida la esquizofrenia? ¿Y el autismo? ¿Cuál es le límite de aprendizaje de las máquinas? ¿Controlan las feromonas nuestra conducta sexual?…
 
Y una para los más sesudos: ¿podrá la mecánica cuántica explicar la realidad?
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