Menú
CIENCIA

Gracias, cambio climático

Si usted es de los que no dejan pasar de largo una sola noticia sobre el cambio climático, de los que se considera a la última en temas de calentamiento global y se cree al pie de la letra las últimas consignas de los ecologistas, siento comunicarle que no es nada original. De hecho, el tema al que le dedica su tiempo es tan viejo, casi, como la Humanidad.

Si usted es de los que no dejan pasar de largo una sola noticia sobre el cambio climático, de los que se considera a la última en temas de calentamiento global y se cree al pie de la letra las últimas consignas de los ecologistas, siento comunicarle que no es nada original. De hecho, el tema al que le dedica su tiempo es tan viejo, casi, como la Humanidad.
Los defensores de la teoría del calentamiento de la Tierra aseguran que existe un consenso científico prácticamente general sobre los efectos de la actividad humana moderna en el clima planetario. De ser así, las últimas generaciones de hombres y mujeres que hemos habitado este pedazo de Sistema Solar seríamos responsables de una modificación en el patrón de las temperaturas con nefastas e impredecibles consecuencias.
 
En este diario digital ya se ha discutido con gran autoridad sobre las verdades y mentiras de tal postulado catastrófico. Lo que vengo a proponerles es la idea de que, sea verdadera o falsa, pertenezca al mundo de la confirmación científica o de la especulación ecoalarmista… lo único indiscutible es que la amenaza de un cambio climático no es nada novedosa. Y es que cada vez existen más datos que demuestran que las primeras actividades agrícolas de nuestros ancestros, miles de años antes de que se nos ocurriera quemar carbón y construir tubos de escape para coches, ya causaron un cambio de temperaturas del que hoy todos nos beneficiamos.
 
Si se confirma esta idea no sólo nuestra generación quedaría exculpada de haber sido la primera “calentadora terrestre” de la historia, sino que estaríamos ante un claro ejemplo de los beneficios indiscutibles del aumento de las temperaturas.
 
Vayamos al caso. Recientes estudios paleoclimáticos sugieren que grandes concentraciones de CO2 fueron emitidas a la atmósfera hace 8.000 años, a pesar de que el ciclo natural del planeta se encaminaba hacia una reducción. Tres mil años después, el mismo suceso ocurrió con el metano, que es otro gas de efecto invernadero.
 
Lo más curioso es que, si eso no hubiera ocurrido, es probable que ni yo habría escrito ahora este artículo ni usted podría leerlo. Sencillamente no existiríamos. O, al menos, nuestra sociedad no habría avanzado tanto como para producir un medio como Libertad Digital.
 
El carbono y el metano acumulados en aquellos dos acontecimientos prehistóricos favorecieron un aumento sutil de las temperaturas en lo que hoy son Norteamérica y Europa. Sin él, la media de temperaturas en estas regiones sería hoy 4 ó 5 grados más baja y la práctica de la agricultura habría sido imposible. Y, claro, sin el auge de la agricultura nuestras sociedades jamás habrían evolucionado .
 
El destino que la naturaleza le tenía deparado al hemisferio Norte era muy distinto al real. Canadá y el norte de Estados Unidos iban encaminados hacia una glaciación fatal, y quizás buena parte de Europa también. Por el contrario, en los últimos milenios esta zona del planeta ha disfrutado de un clima bastante estable.
 
Y quién fue el responsable de este cambio de planes. Nada más y nada menos que el ser humano. El climatólogo William F. Ruddiman ha descubierto que las actividades humanas relacionadas con la ganadería (sobre todo la deforestación extensiva y la irrigación de pastos) pudieron aumentar de golpe el aporte de CO2 y metano a la atmósfera.
 
Es sabido que el clima se comporta de manera cíclica. El estudio de bloques de hielo extraídos de la Antártida y Groenlandia nos permite indagar en el clima pasado, ya que estos bloques conservan en su interior burbujas de aire atrapadas hace miles o cientos de miles de años. Uno de esos bloques fue analizado en los años 90 del siglo pasado desde la estación antártica Vostok. En él se descubrieron ciclos regulares de aumento y disminución de las temperaturas durante los últimos 400.000 años. Dichos ciclos parecen coincidir con los ciclos de actividad del Sol y las relaciones de rotación entre el Sol y la Tierra.
 
Sin embargo, Ruddiman ha hallado en este patrón algunos momentos incoherentes. Hace 8.000 y hace 5.000 años, cuando la naturaleza debía haber arrojado una disminución de las temperaturas, los registros muestran todo lo contrario. El factor causante de ese cambio no puede ser otro que un factor humano. Los tiempos coinciden con hitos en la expansión de la ganadería y la agricultura, y se sabe que muchas de estas actividades generan gases de efecto invernadero. La acumulación de ganado genera metano (emitido por las heces de los animales), y la agricultura por inundación, como la del arroz, también, ya que el vegetal descompuesto es una fuente de este gas.
 
Por otro lado, la deforestación de grandes extensiones de bosque es una fuente indudable de carbono, bien por la quema de la leña talada o bien por su simple descomposición natural. Curiosamente, los seres humanos comenzaron a realizar prácticas masivas de deforestación hace 8.000 años en Europa y en China, y en esta última comenzó a usarse extensivamente la agricultura de inundación hace unos 5.000.
 
La propuesta de Ruddiman es tan atractiva como provocativa, y ha despertado tanto aplausos como críticas entre sus colegas. Pero no deja de ser sorprendente, y sugiere, si me lo permiten, un pensamiento final. ¿Y si hubieran existido ya los movimientos ecologistas hace 8.000 años? ¿Se habría convencido a los gobiernos del mundo entero para que firmaran un protocolo en contra del auge de la ganadería y la agricultura?
 
No lo pensemos más: sigamos disfrutando de Libertad Digital, cuya invención se la debemos, sin duda, al cambio climático más beneficioso de la historia.
0
comentarios