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CIENCIA

Genes que cotizan en bolsa

En cuestión de 24 horas –entre el martes y el miércoles–, las farmacias de Estados Unidos han pasado de revolucionar el mercado sanitario con un nuevo kit de pruebas genéticas personalizado a retirar el susodicho súbitamente de la circulación. De manera que la revolución tendrá que esperar.

En cuestión de 24 horas –entre el martes y el miércoles–, las farmacias de Estados Unidos han pasado de revolucionar el mercado sanitario con un nuevo kit de pruebas genéticas personalizado a retirar el susodicho súbitamente de la circulación. De manera que la revolución tendrá que esperar.
La historia comenzó con el anuncio de la compañía Walgreen (una de las principales redes norteamericanas de distribución de medicamentos) de la puesta a la venta de una herramienta para extraer material genético a domicilio. Se trata de un pequeño recolector de saliva junto con un sencillo libro de instrucciones y un sobre franqueado. Por un precio de entre 79 y 249 dólares, cualquier comprador podría extraer material genético de su boca, enviarlo a Pathway Genomics Corporation y recibir en su casa un informe completo sobre su propensión a padecer determinadas enfermedades. Algo así como un test de embarazo pero realizado a priori y con datos sobre múltiples aspectos de la salud.

Antes incluso de comercializar el primer kit, la propia empresa retiró su oferta, ante los temores de que no fuera capaz de garantizar la confidencialidad de los datos.

El escenario es el que sigue: cualquier persona puede extrae un fluido corporal propio lleno de ADN y enviarlo al centro médico de referencia. En cuestión de días sabrá con cierto grado de exactitud su propensión a padecer males como la diabetes o el alzheimer. Evidentemente, no se tendrán datos concretos sobre el momento en que esa enfermedad aflorará, ni sobre su gravedad, pero sí una preocupante tabla de probabilidades de sufrirla.

Esta práctica empieza a ser habitual en los centros médicos del mundo desarrollado, pero siempre se ha practicado bajo el estricto control del espacio clínico. La novedad consiste en el envío de los datos a la casa del paciente: es probable que nunca le lleguen, que le lleguen tarde y, lo que es peor, que le lleguen a la persona equivocada, con lo que se quebraría el obligado principio de confidencialidad.

Walgreen no necesitaba permiso de la FDA (la agencia americana que se encarga de dar licencias de comercialización para medicamentos y alimentos), pues su kit no es un medicamento, sino una herramienta de diagnóstico, pero ha preferido esperar a que ese organismo le dé el visto bueno. Quiere curarse en salud (nunca mejor dicho) ante las posibles fugas en la entrega de información íntima.

El anuncio de la comercialización del producto, como no podía de ser otro modo, hizo subir las acciones de Walgreen casi al mismo ritmo que bajaron tras la retirada.

La noticia nos enfrenta a una tendencia imparable en el mercado de la salud. Es evidente que el mercado está esperando con los brazos abiertos la irrupción de los test genéticos de consumo masivo. Si tuviera que apostar por un producto farmacéutico que va a triunfar en las estanterías de las farmacias en 2011, lo haría por cualquiera que llevara la palabra genético en la etiqueta. No sólo eso: ya se están ofreciendo tratamientos parafarmacéuticos para adelgazar basados en supuestos test genéticos previos que determinan (en teoría) el origen de nuestro sobrepeso y la propensión a engordar.

La farmacogenómica es una parcela sanitaria de inmensas posibilidades. Parte de lo que nuestro organismo sufrirá en el futuro está anunciado ya en algún lugar secreto de nuestros genes. El abanico de enfermedades de las que se descubre un componente genético (desde el cáncer a ciertas enfermedades mentales, pasando por numerosos desórdenes metabólicos y alergias) crece cada mes. De manera que la medicina preventiva del futuro no se entenderá sin el rastreo de la información que atesora el ADN de cada paciente. Sin embargo, ese mismo ADN también conserva pistas de informaciones algo más sensibles e íntimas sobre nuestro origen, personalidad y familia.

El caso de la tribu havasupai es significativo. Estos indios americanos que habitan en las proximidades del Gran Cañón del Colorado han mostrado una increíble predisposición natural a sufrir diabetes del tipo 2. Tanto, que fueron seleccionados para rastrear su herencia genética en busca de las claves de esta complicada enfermedad. Durante años participaron en investigaciones médicas ofreciendo su sangre y sus genes. Pero los investigadores no buscaron en tan preciado material sólo las trazas de la diabetes. Los genes desvelaron otras informaciones mucho más íntimas. Se descubrió que los ancestros de los havasupai procedían de Asia y que su raza era en realidad producto del mestizaje entre asiáticos y americanos primitivos. El dato derrumbaba de un plumazo la cosmogonía de la tribu. La religión de los havasupai propone un curioso mito originario según el cual los primeros miembros del clan nacieron a las faldas del Gran Cañón y fueron encomendados de la eterna salvaguardia de las entrañas de esas montañas.

La información genética acabó para siempre con la tradición havasupai, y la Universidad de Arizona (responsable de los estudios) fue condenada a pagar 700.000 dólares a los miembros de la tribu, en lo que parece el primer caso judicial en el que se tasa el valor de una creencia religiosa.

Los genes son traicioneros. Pero a buen seguro se encuentran entre las armas más poderosas con las que contaremos muy pronto para cuidar nuestra salud.

El mercado del ADN no ha hecho más que dar sus primeros pasos.


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