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CÓMO ESTÁ EL PATIO

Fostiatus contra los mercados y la perra realidad

Los socialistas españoles no están dispuestos a acatar las normas impuestas por los mercados, o al menos eso es lo que dicen Rubalcaba y su escudero a tiempo parcial Fostiatus. También en eso son indistinguibles de sus colegas griegos, que han hecho de la rebelión contra la realidad su principal programa de gobierno.


	Los socialistas españoles no están dispuestos a acatar las normas impuestas por los mercados, o al menos eso es lo que dicen Rubalcaba y su escudero a tiempo parcial Fostiatus. También en eso son indistinguibles de sus colegas griegos, que han hecho de la rebelión contra la realidad su principal programa de gobierno.

Como buenos adolescentes, los socialistas pretenden eludir su responsabilidad en los desastres causados por su gestión atribuyendo la desgracia general que padecemos a una ominosa conjura de unos entes fantasmagóricos denominados "mercados", sin saber, tampoco en esta ocasión, qué quieren decir con esa palabra tan en boga.

Los mercados son malos porque lo dice Rubalcaba y lo confirma Fostiatus, así que para qué investigar más. Al votante medio de izquierdas, anticapitalista vocacional, le suena bien eso de rebelarse contra algo llamado "mercado", y el ver a sus líderes políticos fingiendo una pose aguerrida contra esa dictadura les resulta fascinante.

Unos y otros, como ya ha quedado dicho, prefieren vivir ajenos a una realidad que con tozudez escasamente progresista se niega a validar sus premisas ideológicas. Los albañiles que trabajan en un andamio a veinte metros del suelo también tienen serias discrepancias con la Ley de la Gravedad, porque si tal principio no existiera podrían trabajar mucho más tranquilos. Lo que no harán nunca es rebelarse contra ella, porque de llevar adelante su desafío lo más probable es que acabasen reventados contra el puto asfalto. Pero como la política no es un trabajo manual cuyo desempeño ha de observar taxativamente las leyes de la naturaleza para evitar desgracias, a Rubalcaba y Fostiatus les resulta prácticamente gratis discrepar de las normas comunes que regulan la economía, cuyo funcionamiento también ignoran completamente.

Y el caso es que eso que los dos paladines de la rebelión incívica llaman "mercados" opera con unos mecanismos cuya sencillez no difiere en exceso del funcionamiento de un chupete. Cuando los gobiernos no recaudan lo suficiente para que los socialistas derrochen se pide dinero prestado a "los mercados" a cambio de un interés, y a medida que el volumen de deuda va creciendo lo hacen igualmente las dificultades para encontrar nuevos pardillos dispuestos a prestar el dineral que las financias sociatas necesitan.

La operativa es tan sencilla que cualquier socialista podría llegar a comprenderla a poco que dedicara a ellos dos tardes de esfuerzo intelectivo. Mas la pereza neuronal es el distintivo del pensamiento progre y la pose reivindicativa un argumento de mucho peso a efectos electorales, así que lo normal, en Grecia y en España, es que los socialistas prefieran obviar una realidad que se niega a plegarse a sus nobles deseos. La muy perra.

Los griegos quieren seguir gastando dinero ajeno en la misma medida que lo han venido haciendo en las últimas décadas, y ningún argumento realista les va a impedir que sigan exigiendo algo que no les pertenece. Los sociatas españoles actúan bajo la misma premisa y la única diferencia, a favor de los que hemos de padecerlos, es que la fortaleza heredada de nuestra economía les ha dado algo más de cuello para disimular sus muchos desmanes.

Son unos adolescentes encaramados al consejo de ministros de un país que un día les entregó su confianza, y como tales se comportan. De hecho, Rubalcaba, Fostiatus y el resto de la chupipandi son más bisoños aún que el adolescente medio, pues este último, al final, ha de arrostrar las consecuencias de sus actos cuando a papá y a mamá se les acaban las ganas de solucionarle unos problemas que él solito se ha buscado.

Si nuestros socialistas odian tanto los mercados, la solución es bien fácil. Sólo tienen que prescindir de ellos y dejar de pedirles dinero. Así se libran de esa férrea dictadura que tanto desdeñan... y obtienen la recompensa del de sus votantes, al parecer igualmente deseosos de liberarse del yugo financiero de las instituciones internacionales.

Si no fuera porque los conductores de los coches oficiales de Fostiatus cobran un dineral, fijo que renunciaban a "la dictadura de los mercados" mañana mismo.

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