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VUESTRO SEXO, HIJOS MÍOS

¿Está bien diseñado el pene?

Queridos copulantes míos: Sufro porque tengo que deciros que la ciencia y el pene han evolucionado de espaldas a la sexualidad femenina hasta tal punto que, aunque se supone que los famosos puntos erógenos de la vagina siempre han estado ahí, sólo a mediados del siglo pasado (el XX) algunos arrojados conquistadores se atrevieron a realizar incursiones en esa tenebrosa terra ignota.

Queridos copulantes míos: Sufro porque tengo que deciros que la ciencia y el pene han evolucionado de espaldas a la sexualidad femenina hasta tal punto que, aunque se supone que los famosos puntos erógenos de la vagina siempre han estado ahí, sólo a mediados del siglo pasado (el XX) algunos arrojados conquistadores se atrevieron a realizar incursiones en esa tenebrosa terra ignota.
Todavía no hay acuerdo entre los expertos a la hora de aceptar los últimos descubrimientos y, para la gente normal, las nuevas zonas erógenas parecen, más bien, una leyenda urbana.

Aunque la vagina es muy poco sensible, comparada con el clítoris, tiene en sus paredes pequeñas zonas erógenas. Seguro que muchos las conocéis. El punto G, por ejemplo, no ha perdido actualidad desde que lo descubrió el doctor Ernst Gräfenberg, a principios de los cincuenta. Se encuentra en la pared anterior de la vagina, a unos cinco centímetros de su entrada –haciendo una media aritmética de las distintas coordenadas que aportan los autores–, y, según su descubridor, no es un punto sino una zona difusa, rica en fibras elásticas, en lagunas vasculares, en corpúsculos de voluptuosidad, en glándulas mucosas, que son el equivalente de los cuerpos esponjosos en el hombre. Se trata, pues, de una zona erógena tan importante como el clítoris. Pues vale.

La zona G es de difícil localización y hay que hacer antes todos los deberes y preludios para que esté un poco hinchada. El tratamiento tampoco es fácil, pues con ella no sirven las caricias suaves y hay que tratarla presionando con cierta decisión, sin pasarse. La chica puede decir, entonces, que le dan ganas de hacer pipí –señal de que se va por buen camino, si se supera esa fase–, o que se acaba de acordar de que no puso los garbanzos en remojo, en cuyo caso se puede dejar la investigación para otro día. Buena suerte. Puede que no descubráis el punto G, sino que, detrás de un pliegue vaginal, os encontréis con cualquier otro punto sin descubrir.

Hay quien cree que la sensibilidad del punto G proviene de nuestra época de cuadrúpedos, cuando el coito se realizaba por detrás y el pene entraba en fricción con la pared delantera de la vagina y que, posteriormente, cuando nos hicimos humanos, al preferir la postura frontal, el clítoris fue adquiriendo protagonismo en detrimento del punto G, que quedó relegado al olvido. Yo creo que esta conjetura forma parte de esa nostalgia viril por la postura del perrito y sus vistas panorámicas, que se camufla, a veces, en los escritos de muchos biólogos. Si esa teoría fuera cierta, las vacas deberían mugir y poner mirada más bien zorruna, cuando las monta el toro, en vez de estar rumiando con los ojos perdidos en el infinito, que es el porte exterior de las vacas de mi pueblo.

Pero, cuando todavía quedan tantas cosas por explicar del punto G, hete aquí que descubren el punto A, que está situado bastante más arriba, sobre el cuello del útero, en el punto más interno de la vagina. Su nombre completo es Anterior Fornix Erotic Zone y se llama también epicentro y –¡jo, casi no me atrevo a decirlo, de tan deplorable!–, científicamente se describe como "próstata degenerada femenina". Se trata de ese resto de tejido prostático de procedencia embrionaria que retienen las mujeres entre el cuello de la matriz y la vejiga. Fue descubierto en 1996 por un médico malayo de Kuala Lumpur. ¿Cómo descubrirlo y hacerlo funcionar? Desde luego, no con el pene. Según Desmond Morris, es posible comprar un vibrador especial, largo, delgado y curvado hacia arriba en su extremo, para sondear la zona. Lo malo de esos trastos es que no son como el pene que hay uno dentro de cada bragueta y no pasa nada. A ver, en cambio, dónde rayos escondes un vibrador.

En 1998 la doctora Bárbara Keesling descubrió que, en la parte final de la vagina y oculto por la doblez del útero, yacía otro punto, al que bautizó con la inicial de su apellido, o sea, el punto K. Este punto tiene mucha miga, porque la única posibilidad de estimularlo es ejercitando el músculo pubococcígeo, que se ha hecho popular debido a las terapias que se han puesto en marcha para ejercitarlo y tonificarlo en caso de pérdidas involuntarias de orina, que son frecuentes en mujeres multíparas de cierta edad. Ahora, por lo visto, sirve para algo más.

Todavía queda por mencionar el último descubrimiento, por el momento. Se trata del punto U, que es una pequeña zona de tejido eréctil fuera de la vagina, por arriba y a los lados de la abertura uretral. Recientemente, unos investigadores clínicos americanos han descubierto que, si se acaricia suavemente esta región, hay respuesta intensa. Aunque está en un lugar accesible, no os hagáis muchas ilusiones, porque primero hay que descubrir por donde sale el pipí.

Estas zonas, si realmente existen, constituyen una artillería sexual que estaba destinada a dormir el sueño eterno de todos los artículos de casquería que surgieron mientras la evolución seguía su trayectoria errática. El pene no tiene como objetivo despertar a todas estas bellas durmientes porque, por extraño que parezca, no ha desarrollado ni siquiera una protuberancia que coincida con alguno de estos puntos ni con el clítoris.

Y yo me pregunto, mejorando lo presente y sin faltar a nadie, ¿está bien diseñado el pene? Esta pregunta, me temo que sólo la veréis aquí, porque ningún científico ha puesto jamás en duda la idoneidad del miembro viril, en general, y menos del suyo, en particular.
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