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CÓMO ESTÁ EL PATIO

El telediario del samurái

Había cierta expectación por ver a Sánchez Dragó dirigiendo el informativo nocturno de Telemadrid. En realidad, había mucha expectación, hasta el punto de que yo mismo, que a esas horas estoy trabajando o cumpliendo con el sagrado débito conyugal (actividad menos productiva pero mucho más satisfactoria), esa noche apagué el portátil, bajé la luz, me puse una cintita de Cardhu y un plato de longaniza y encendí la tele.

Había cierta expectación por ver a Sánchez Dragó dirigiendo el informativo nocturno de Telemadrid. En realidad, había mucha expectación, hasta el punto de que yo mismo, que a esas horas estoy trabajando o cumpliendo con el sagrado débito conyugal (actividad menos productiva pero mucho más satisfactoria), esa noche apagué el portátil, bajé la luz, me puse una cintita de Cardhu y un plato de longaniza y encendí la tele.
Si en las facultades españolas de periodismo queda algún interés por que los alumnos aprendan la profesión, supongo que a estas alturas habrán incluido entre los materiales imprescindibles ese primer informativo del samurái soriano.
 
No voy a hacer el relato completo del programa, porque para eso lo pusieron en la tele; además, los inconscientes que se perdieron el acontecimiento tienen el youtube, esa hemeroteca global donde se puede consultar cualquier imagen que haya hecho historia por algún motivo, como aquel otro programa en que Arrabal ("¡Hablemos del mileniarismo, cojones ya!") le hizo el favor al propio Dragó de situarlo en la historia de la televisión con una de las performances más auténticas que se hayan visto jamás en la pequeña pantalla.
 
Conocí a Sánchez Dragó en Murcia por motivos profesionales durante una emisión en directo de La Mañana. Allí, en el teatro donde se realizó el programa, se hartó de recibir felicitaciones y firmar el libro… de Federico Jiménez Losantos, cura de humildad tal vez excesiva incluso para un Yo (que no Ego) como el de Dragó. En fin, fue una de esas situaciones surrealistas que en Murcia suelen darse con relativa frecuencia. Tengo para mí que el suceso Arrabal provocó una anomalía espacio-temporal, y desde entonces lo surrealista se ha cebado con el pobre Sánchez Dragó, persiguiéndole allá donde va. Lo que acabo de contar es una prueba más.
 
En esa ocasión le pedimos a su hija Ayanta que le hiciera una entrevista para nuestra televisión, y al final se convirtió en lo más lucido de cuanto grabamos ese día. Estuvieron los dos inmensos, es decir, como siempre. La entrevista completa es un documento excepcional, del cual sólo existe una copia en DVD, que le hice llegar al propio Sánchez Dragó. Si algún día lo pone a la venta y se hace (más) rico (aún), espero que se acuerde de mi diez por ciento.
 
Pero vayamos a lo que nos ocupa, su primer telediario en la cadena institucional madrileña. Por lo pronto, ver a Sánchez Dragó con camisa blanca y corbata es algo que provoca cierto asombro. En realidad, fue un poco frustrante, pues muchos esperábamos que presentara el informativo tocado con esa especie de jubón con motivos japoneses (probablemente una alegoría de carácter sexual) que suele utilizar cuando acude de invitado a otros programas de la tele.
 
Su entrevista a Ortega Lara, por la que cualquier periodista mataría a su suegra, fue de antología. No era fácil contener el elemento emocional y conseguir que el invitado hablara con naturalidad de las terribles circunstancias de su secuestro a manos de la ETA, el más largo de nuestra historia. Sánchez Dragó lo consiguió, y ese es un éxito que hasta sus más acérrimos contradictores no han tenido más remedio que reconocer.
 
Este informativo nocturno, de la mano de Dragó, es algo completamente distinto a los telediarios al uso. Podrá gustar más o menos, pero su apuesta por ofrecer un producto alejado del típico busto parlante que relata las noticias leyéndolas en el teleprompter es, de momento, una novedad interesante dentro del anquilosado mundo de la información televisiva.
 
Para lanzarse a ejercer de funambulista catódico sin red hay que tener cierta preparación y un par de huevos. Sólo un tío que lo ha leído todo y ha vivido mucho puede sentarse en un plató a dar lecciones de erudición sin que el resultado sea una patochada, como cuando la farándula, en uno de esos arranques trascendentes tan suyos, se sube a una tarima a pontificar sobre política.
 
En cuanto a lo otro –a lo genital, me refiero–, el propio Sánchez Dragó ofrece su receta de forma gratuita. Al parecer, su señora le hace unas empanadillas de cannabis que le ponen verraco perdido, gracias a lo cual, según confiesa él mismo, a pesar de sus setenta años cada vez folla "más y mejor". Así cualquiera. Eso no vale, Fernando: o pasas el control antidoping periódicamente, o ya te puedes ir olvidando de entrar en el Guinness de los Récords.
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