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CÓMO ESTÁ EL PATIO

El rey del canon frito

Operación Triunfo es un reality show que, sin llegar a las cotas de excelencia intelectual de Gran Hermano, funciona correctamente como entretenimiento para chachas, solteronas y adolescentes con furia hormonal.

Operación Triunfo es un reality show que, sin llegar a las cotas de excelencia intelectual de Gran Hermano, funciona correctamente como entretenimiento para chachas, solteronas y adolescentes con furia hormonal.
El año pasado estaba cambiando las ruedas al buga en un taller cercano a un famoso centro comercial y me sorprendió ver una riada de chicas jovencísimas, todas histéricas y con nombres de chico escritos en la frente, los brazos y la zona suprapectoral. Sucedía que dos o tres participantes de la última edición de OT iban a firmar autógrafos a las puertas del susodicho, y aunque el evento estaba programado para cuatro horas más tarde, la cola de treceañeras daba dos vueltas a la manzana. Muchas de ellas iban acompañadas de sus madres y novietes, que tampoco querían perderse el acontecimiento. Así mismo, de vez en cuando se veía un grupo de parguelitas con los nervios a flor de piel depilada camino de esa cita con sus ídolos.

Hasta ahí, nada que decir. Me parece razonable que las televisiones utilicen la mitomanía adolescente para ganar dinero, pero ¿era necesario meter en esto a Ramoncín?

José Ramón Martínez Márquez es un personaje proscrito entre la juventud que consume música, cine, libros e información a través de internet, y así se lo ha hecho saber en cada ocasión en que se ha atrevido a asomar su jeta por cualquier festival al uso. El otrora rey del pollo frito, hoy convertido en una especie de vizconde del canon rebozado, es tal vez el personaje más despreciado entre los jóvenes internautas, así que no acabo de entender que la cadena que emite ese programa se haya atrevido a contar con semejante profesional para aliñar la sesión semanal del reality. Si es por la oratoria, hay periodistas musicales en paro bastante menos analfabetos; y si el motivo de su contratación es animar el debate con comentarios agresivos, ya tienen a Risto Mejode cumpliendo a diario su función de insultador pendenciero con rigor estajanovista.

Es cierto que ni las chenifers ni los yoshuas, aproximadamente la tercera parte de la audiencia total, saben quién es Ramoncín, y además no les importa, pero existe el peligro de que algún día llegue a sus oídos que el sujeto firmó un manifiesto contra Operación Triunfo, y además probablemente desprecia la música excelsa de grupos como Camela por el hecho de que venden cien veces más discos que los amigos de Teddy, y encima sin trincar una sola subvención.

La presencia de Ramoncín en un producto con esa audiencia tan delimitada no se justifica, salvo que haga el correspondiente acto de contrición por sus excesos dialécticos de tiempos pasados. Risto Mejide, al que el vallecano no deja de hacer la pelota en sus comentarios ("Como ha dicho muy bien Risto", "Risto dijo hace un momento", y así hasta el rubor), podría ser el encargado de representar sacerdotalmente la ceremonia del perdón, asperjando abundantemente whisky bendito sobre su melena; siempre que, repito, previamente Ramoncín abjure de su pasado y muestre un arrepentimiento sincero.

José Ramón Martínez Márquez, en efecto, firmó en 2002 un manifiesto (a un progre le das un manifiesto a la firma y lo celebra más que si le regalaras un pito o un trozo grande de tiza) donde se decía que OT era un karaoke para imitadores, se comparaba a los concursantes con un equipo de fútbol de barrio (en contraposición a la Champions League, que es donde presumiblemente juega él en términos musicales) y se acusaba a la televisión de pervertir los valores artísticos y acabar con la música de calidad (la suya, debe de ser, que ya no escucha nadie). Y de paso denunciaba a ciertos "artistas de prestigio" que se apuntaban a "dar credibilidad a una propuesta degradante por arañar, respectivamente, un dinero facilón y unos minutos de prime time". ¿Acaso no está él ahora precisamente colaborando con el espacio que tanto denigró? ¿Es que va allí sin cobrar un euro? ¿O es que no se considera a sí mismo un "artista de prestigio", y por tanto no entra en ese selecto club de traidores?

Sería interesante que Ramoncín aclarara estos términos, a poder ser ante Risto, en plan interrogatorio. Con que en la próxima entrega de Operación Triunfo sucediera algo así, nos daríamos por satisfechos.
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