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CIENCIA

El reloj de la adicción

Los científicos acaban de descubrir que nuestros relojes internos juegan un papel clave en el consumo abusivo de drogas y otras conductas adictivas. Las investigaciones en esta dirección prometen que en un futuro no muy lejano la medicina altere nuestro horario biológico para combatir la drogadicción

Los científicos acaban de descubrir que nuestros relojes internos juegan un papel clave en el consumo abusivo de drogas y otras conductas adictivas. Las investigaciones en esta dirección prometen que en un futuro no muy lejano la medicina altere nuestro horario biológico para combatir la drogadicción
Nuevos descubrimientos sobre las adicciones
La gente consume drogas por muchas razones: para buscar el equilibrio interno, para explorar el mundo psíquico, para soterrar los problemas familiares, para poder relacionarse socialmente, para mantener un ritmo de vida acelerado, para imitar a otras personas que consideran que son más importantes o sencillamente para divertirse y estar a la última. El problema está en que una vez que se prueban conducen en mayor o menor grado a la dependencia, ya sea psíquica –necesidad inevitable de consumir drogas- o somática, que surge cuando se deja bruscamente de tomarla. Queramos o no, nuestro cerebro es terriblemente adictivo. De hecho, el casquete pensante produce constantemente drogas que modulan la percepción de la realidad.
 
En nuestro sistema nervioso hay sustancias, como las endorfinas, las dinorfinas y las encefalinas, cuyos efectos son muy parecidos a los del opio. Es por ello que la mayor parte de las drogas compiten con éstas naturales a nivel del sistema nervioso central, fundamentalmente sobre el encéfalo, aparte de desbaratar la química cerebral. De ahí que drogas como la cocaína, las anfetaminas, el LSD o la heroína causen cambios en la conducta, precipiten los trastornos psíquicos, como la depresión y la esquizofrenia, y provoquen adicción.
 
Desde hace años, los neurobiólogos trabajan en cómo contrarrestar e incluso borrar lo que en el argot del toxicómano se conoce como mono. Hoy, saben que las drogas de abuso ejercen sus efectos adictivos sobre un conjunto de áreas cerebrales estrechamente interconectadas que recibe el nombre de sistema de recompensa. Éste, que incluye zonas del encéfalo como el área ventral tegmental, el núcleo accumbens y el hipotálamo lateral, tiene el cometido de mediar en las respuestas de condicionamiento a los estímulos que recibimos del exterior a través de recompensas bioquímicas. En otras palabras, nuestros sesos nos incitan a buscar y desear aquello que le ha estimulado y agradado. La estimulación excesiva de este mecanismo neurológico de recompensa conlleva, en las personas con una cierta predisposición genética, a cambios neuroquímicos permanentes, caso del balance de los neurotransmisores –los mensajeros del cerebro–, que conducen a una conducta adictiva.
 
Pues bien, los científicos acaban de descubrir que ciertos genes relacionados con nuestros relojes internos juegan un papel destacado en la regulación del sistema de recompensa cerebral, según informan en la revista Proceedings of the National Academy of Science. No hay que olvidar que la mayoría de estos cronómetros biológicos son de tipo circadiano, es decir, que tienen una cadencia aproximada de 24 horas. En seres humanos y otros animales, el reloj circadiano interno regula cosas tan vitales como los ciclos de sueño y vigilia, la temperatura corporal, la presión arterial, el consumo de oxígeno y la liberación de varias hormonas, como la melatonina. La maquinaria de este reloj también reside en el cerebro, en concreto en una estructura conocida como núcleo supraquiasmático o supraóptico, que se halla dentro del ya mencionado hipotálamo.
 
Cocaína“Aparte de sus muchas funciones, ahora hemos descubierto unas íntimas conexiones entre los ritmos circadianos, los sistemas de recompensa cerebral y los efectos de la adicción a las drogas”, comenta Joseph S. Takahashi, investigador del Howard Huges Medical Institute, en EE UU, y uno de los firmantes del estudio. La evidencia más palpable de la complicidad de este trío la ha aportado Jay Hirsh, de la Universidad de Virginia, en EE UU, tras demostrar que unas moscas de la fruta mutantes que habían perdido algunos genes relacionados con el funcionamiento del ritmo circadiano mostraban una conducta adictiva a la cocaína un tanto alterada.
 
En el nuevo experimento, Takahashi y sus colegas han estudiado los efectos de la administración de cocaína a ratones que son portadores de un gen Clock mutante. En un ensayo, los científicos metieron a estos roedores mutantes en unos recintos para evaluar cómo afectaba la cocaína a su actividad. “La primera sorpresa fue que los ratones se mostraban mucho más activos que los libres que usamos como control, incluso antes de que les facilitáramos la droga”, comenta Takahashi. “Nunca antes habíamos visto algo parecido, ya que ante siempre habíamos medido la actividad de los Clock mutantes en sus propias jaulas, esto es, en su hogar de nacimiento. Comprobamos con sorpresa que al ser trasladados reaccionaban de forma muy activa ante la novedad”. Pero sorprendentemente su conducta no cambió tras ofrecerles dosis de cocaína: los ratones drogadictos se mostraban mucho más activos que los normales.
 
Los compañeros de Takahashi no se conformaron con estos resultados. Ahora querían saber qué podía suceder si potenciaban el sistema cerebral de recompensa de los ratones. Para conseguirlo, equiparon la jaula con dos habitaciones y enseñaron a los roedores a recibir una dosis de cocaína dependiendo si entraban en una u otra “narcosala”. La preferencia por una de ellas en particular sirvió a los investigadores como vara de medición para conocer el grado de recompensa cerebral frente a la droga. Resultado: los Clock mutantes mostraban una mayor gratificación cerebral que los ratones normales.
 
Por otro lado, los científicos usaron estos animales con el reloj circadiano alterado para conocer los efectos del gen Clock sobre la circuitería cerebral del sistema de recompensa que, por cierto, aparece controlado por la dopamina, un neurotransmisor implicado en el asentamiento de las adicciones. Lo que encontraron fue bastante significativo. En los ratones mutantes, la actividad de la dopamina inundaba literalmente los centros de recompensa, así como de la enzima que se encarga de fabricarla en estos lugares. “También nos sorprendió gratamente comprobar que los ratones mutantes mostraban una merma en la actividad de varios genes circadianos que sabemos que son activados por el Clock”, revela Takahashi.
 
Los hallazgos que han realizado los científicos estadounidenses cambian la visión que hasta ahora se tenía de los genes circadianos. “Hasta ahora se creía que los relojes biológicos estaban modulados en respuesta a las drogas, quizás debido a la influencia de la hora del día. Pero en este caso, parece como si el gen Clock fuera por sí mismo un férreo regulador de la dopamina en una parte muy importante del cerebro que tiene que ver con las conductas de recompensa”, concluye Takahashi.
No es de extrañar que en un futuro la medicina cuente con las herramientas de relojero para intervenir en las piezas que mueven los relojes internos y de este modo ajustarlas para minimizar la drogodependencia y por ende la recuperación de los pacientes adictos a alguna droga. 
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