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CÓMO ESTÁ EL PATIO

El PSOE, de luto por Gallardón

Si ven estos días una cola kilométrica de ciudadanos y ciudadanas arrojándose al vacío desde el puente más céntrico de su localidad, no se asusten: son votantes y votantas habituales del PSOE destrozados tras la decisión del PP de no incluir a Gallardón en las listas del Congreso. Unos cuatro millones de votantes del PSOE, tirando por lo bajo, que habían decidido pasarse al PP el próximo 9 de marzo si el alcalde de Madrid hubiera figurado en sus listas, ahora no tendrán más remedio que votar a Z, aunque sea con la nariz tapada.

Si ven estos días una cola kilométrica de ciudadanos y ciudadanas arrojándose al vacío desde el puente más céntrico de su localidad, no se asusten: son votantes y votantas habituales del PSOE destrozados tras la decisión del PP de no incluir a Gallardón en las listas del Congreso. Unos cuatro millones de votantes del PSOE, tirando por lo bajo, que habían decidido pasarse al PP el próximo 9 de marzo si el alcalde de Madrid hubiera figurado en sus listas, ahora no tendrán más remedio que votar a Z, aunque sea con la nariz tapada.
Puede resultar extraño el tremendo enfado del PSOE con la decisión de Rajoy: a fin de cuentas, se trata de retener una enorme bolsa de votos que podrían haber volado; pero es que la gente normal no ha entendido la extraordinaria vocación democrática de Pepiño Blanco.
 
En efecto, el secretario de Organización del PSOE –así como las otras dos personas que dirigen el socialismo español: Gabilondo y Cebrián– es un partidario tan firme de la alternancia política, que prefiere perder las elecciones y ceder el poder al rival con tal de fortalecer el sistema democrático. De ahí que la presencia de Gallardón en un lugar preeminente de las listas populares, garantía de una segura victoria del rival, le tuviera entusiasmado. Porque una victoria del Partido Popular sólo es admisible para los detentadores de la moral democrática si se garantiza la presencia en sus listas de políticos de incuestionable vocación progresista. A estos efectos, Gallardón era un aval suficiente de que España seguiría progresando adecuadamente incluso bajo un Gobierno nominalmente dirigido por Mariano Rajoy.
 
Gabilondo está triste, ¿qué tendrá el Padre Iñaki? Pues un cabreo de cojones porque en el PP no le hacen caso, lo que representa un ataque frontal a las obligaciones de todo partido político con aspiraciones de gobierno. ¿Y El País? ¿Qué le pasa al periódico de Cebrián? Pues tres cuartos de lo mismo.
 
Los editoriales de El País establecen las instrucciones de cada día, que siguen con devoción los políticos del PSOE y Ruiz Gallardón. A veces la consigna del día en curso puede parecer contradictoria con la difundida la jornada anterior (de hecho, suele ocurrir), pero cuando los políticos de progreso se limitan a seguir estrictamente el dictado prisaico esas pequeñas minucias pasan inadvertidas para la opinión pública, es decir, para los lectores de El País, la única opinión relevante a efectos demoscópicos.
 
Expaña iría de maravilla si los dirigentes del PP abandonaran la funesta manía de pensar por ellos mismos y dejaran la dirección de sus asuntos en manos de quienes pueden gestionarlos con criterio y solvencia. Pero nada, que no hay manera.
 
Gallardón era la última esperanza de que el Partido Popular entrara definitivamente en la vía del progreso político, social y económico. Eclipsada su estrella, el PP tendrá que luchar por la victoria con el único apoyo de los que realmente creen en su proyecto político. O sea, una legión de fatxas que siguen empeñados en que Expaña se está rompiendo por culpa de las cesiones de Z a sus socios del nacionalismo periférico. Una marabunta de carpetovetónicos que sostiene la inmoralidad de establecer negociaciones políticas con grupos terroristas. Una caterva de nostálgicos del franquismo, en definitiva, que exigen que todos los expañoles tengamos los mismos derechos constitucionales con independencia de nuestro lugar de origen.
 
Para colmo, el sustituto de Gallardón es un señor que opina que donde mejor está el dinero es en el bolsillo del contribuyente, con lo que tira con bala contra la tesis nuclear de la socialdemocracia española, con el alcalde de Madrid a la cabeza, según la cual la pasta debe estar en manos de quienes pueden redistribuirla hacia los sectores más necesitados, como los artistas de la SGAE y del cine español, que no tienen dónde caerse muertos, las criaturas.
 
Yo es que oí esa frase del señor Pizarro y comenzé a derramar lágrimas como melones. El Partido Popular va a perder los cuatro millones de seguidores del PSOE que iban a votar por Gallardón, pero los cuatro pelagatos que depositen su confianza en Rajoy se lo van a pasar teta el día de las elecciones. No creo hayan metido nunca el voto en la urna con una satisfacción como la que van a experimentar el próximo 9 de marzo. Suicidas, sí, pero orgullosos y más contentos que unas pascuas.

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