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CRÓNICA NEGRA

El presentador enmascarado contra el verdugo violador

Le había visto con el pasamontañas dirigirse a los juzgados de Barcelona para prestar declaración. Era Alejando Martínez Singul, el Segundo Violador del Ensanche, condenado a 37 años de cárcel por abusos sexuales y violación de mujeres y niñas. Sólo cumplió 16: le dejaron salir por esa aritmética penitenciaria que nadie acaba de entender.

Le había visto con el pasamontañas dirigirse a los juzgados de Barcelona para prestar declaración. Era Alejando Martínez Singul, el Segundo Violador del Ensanche, condenado a 37 años de cárcel por abusos sexuales y violación de mujeres y niñas. Sólo cumplió 16: le dejaron salir por esa aritmética penitenciaria que nadie acaba de entender.
Alejandro Martínez Singul, encapuchado.
Singul es un tipo más bien bajito, delgado, con cara de vendedor de helados inofensivo y timorato. Eso, en la foto oficial. Ahora está mucho más feo: gordo, calvo y envejecido... Volvió a prisión por abusar de una niña en Francia, donde lo han tenido un año a la sombra, y ahora lo juzgan por un acto contra la libertad sexual en un transporte público de Barcelona.

Es en este trámite cuando le dejan pasar entre los polis con una máscara de verdugo de tres agujeros, dos para los ojos y uno para la boca, como un terrorista, un asaltante de trenes o un atracador de bancos. Entra en los juzgados con la máscara y así libra de ser retratado por los medios de comunicación, lo que pondría en alerta a sus posibles víctimas.

Enseguida me di cuenta de que era preciso escenificarlo: llevarlo a Caso Abierto, el programa de prevención y seguridad de LDTV, y analizar con expertos la conveniencia de que los violadores se presenten ante el juez con la cara tapada, incluso con un pasamontañas, como si fueran a dar un palo en una gasolinera.

La cuestión es que la cosa no es reciente, porque al Violador de Pirámides, Arlindo Luis Carvalho, la juez le permitió permanecer en su presencia con una capucha sobre la cabeza. Arlindo, lindo, relindo es un delincuente blanco, sin otros delitos que esa debilidad suya de haber violado a decenas de mujeres en la Comunidad de Madrid –quizá cientos, según uno de sus abogados–, donde ejercía de instalador del gas, esposo ejemplar y vecino complaciente. De hecho, su esposa estaba embarazada cuando la policía, después de ocho años de impunidad, logró detenerle, gracias al coraje de su última víctima, que logró escapar cuando la tenía encerrada en un ascensor.

Me encaminé a una tienda de supervivencia, donde se puede conseguir un reloj sumergible, un cuchillo de hoja ancha, unas botas indestructibles, una brújula imperdible, pastillas potabilizadoras de agua, sombreros flexibles para la lluvia tropical y máscaras tipo verdugo de tres agujeros, como la que cubría la amenazadora faz del Violador del Ensanche II. El Violador del Ensanche I fue Francisco López Maíllo, un tipo también enclenque, con una crueldad extrema y un ansia sexual tipo vampiro, al que el ala más progre de los que mandaban entonces en la Generalidad quiso recuperar para la sociedad a toda costa... y sin ningún coste para él, que ni siquiera se sometió a terapia alguna. El caso es que lo escamotearon a los medios de comunicación, lo dejaron salir a escondidas e incluso se lo llevaron a la República Dominicana, de donde pensaban traerlo convertido en hermano de la caridad; pero el proyecto se frustró porque una enfermedad fulminante y degenerativa, caída como el rayo, sólo próxima en su determinación y crueldad a lo que él hacía con sus víctimas, le quitó la costumbre de respirar. En pocas semanas falleció, dejando libre el primer puesto de Violador del Ensanche a este tal Singul del que ahora hablamos.

Con la máscara puesta es difícil estar cómodo en un plató de televisión. Yo me ahogaba, asfixiado por la lana, la capucha pegada a la piel y la imposibilidad de expulsar el aliento sin empañar los cristales de las gafas. La idea era sencilla: "¿Les sorprende un presentador enmascarado? ¡Pues más debiera sorprenderles un violador que se presenta así ante el juez!".

La tesis principal es que los violadores como Singul no deben tener privilegios. Yo veía por las ranuras del verdugo cómo la madre decía aquello de que a su hijo le gustan las chavalas de 9 a 12 y que no estaba para andar suelto por la calle, mientras notaba el sudor correr por mi cara, mojarme la nuca, acumulárseme en lo alto de la coronilla. Procuraba modular correctamente, vocalizando, para que se viera que era algo que se hacía por primera vez en una TV, de forma espontánea, sin ensayos previos. Incluso puede decirse que hasta unos minutos antes de empezar nadie sabía que me presentaría con dos máscaras, una forrada y otra sin forro, que sería la que me encasquetaría delante de los focos, por ser la más parecida a la del violador. Parecía una extravagancia, pero era la mejor manera de demostrar a todos el desequilibrio que preside nuestra lucha contra el delito: dejamos a las víctimas solas y a los delincuentes, con la cara tapada para que se aprovechen de la ventaja del anonimato.

El asunto es que, unas horas después de emitirse este programa revelador, en el que la gran hazaña vino luego, cuando hubo que quitarse el pasamontañas en medio de una frase, manteniendo el pinga en la oreja, sin estropear el micro ni descomponer el plano, sólo unas horas después, digo, Alejandro Martínez Singul fue detenido de nuevo: supuestamente, volvió a agredir sexualmente a dos mujeres. Como consecuencia de su estrategia de taparse la cara, probablemente había logrado que la víctima del transporte público no pudiera reconocerle, pero en esta presunta tercera ocasión, el delincuente sexual no pudo librarse de ser perseguido, y los Mossos d'Esquadra no han tenido otra que devolverlo al maco.

Hay otros violadores sueltos y asesinos de mujeres. El asunto no está resuelto ni es políticamente correcto. A Martínez Singul habría que hacerle una foto de lado y otra de perfil, como en las antiguas fichas, para que no pueda engañar a nadie, y actualizarla en los telenoticias, para que no den nunca más la que lo muestra como un vendedor de helados, que se debió de hacer nada más quitarse los pantalones cortos.


FRANCISCO PÉREZ ABELLÁN, presentador del programa de LIBERTAD DIGITAL TV CASO ABIERTO.
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