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PANORÁMICAS

El picahielos oxidado de Sharon Stone

Sharon Stone conduce un Porsche por las calles de Londres a 180 por hora mientras un hombre drogado a su lado la masturba. Los gemidos de ella y el rugido del motor se combinan en un crescendo alternativo hasta que el coche se precipita al Támesis, en un orgasmo final. ¿Éxtasis visual? Más bien, vergüenza ajena. Y es sólo el principio.

Sharon Stone conduce un Porsche por las calles de Londres a 180 por hora mientras un hombre drogado a su lado la masturba. Los gemidos de ella y el rugido del motor se combinan en un crescendo alternativo hasta que el coche se precipita al Támesis, en un orgasmo final. ¿Éxtasis visual? Más bien, vergüenza ajena. Y es sólo el principio.
Desde el fondo del agua, la Stone conseguirá salir del coche, mientras su acompañante, un tanto estupefacto por los últimos acontecimientos, se hunde contemplando la cabellera rubia flotar hacia la superficie como una medusa.
 
Sospechosa de haber envenenado al que resulta ser un famoso jugador de fútbol, la escritora de novela negra Catherine Tramell (Sharon Stone) es sometida al análisis psiquiátrico del doctor Michael Glass (David Morrisey), que le diagnóstica una adicción al riesgo y un complejo de superioridad que le hace creerse Dios en versión femenina, lo que podría llevarla al asesinato como forma de diversión. La escritora comienza entonces un acoso seductor al psiquiatra desde todos los ángulos, pasiva y llorosa para inspirar lástima, activa y agresiva para excitarlo, siempre seductora y sexy.
 
Sharon Stone se había negado todos estos años a rodar la segunda parte de Instinto Básico (1992). Lamentablemente, ha accedido a realizar una segunda película sobre las andazas de la viuda negra comehombres. La película famosa por el cruce de piernas de la actriz sin ropa interior tenía interés por el desenfado y el gamberrismo con que su director, el holandés Paul Verhoeven, envuelve sus creaciones. El thriller, con una fuerte carga erótica y una enrevesada trama, mantenía también la atención por la atracción fatal entre la Stone y Michael Douglas.
 
Sharon Stone.El tono cáustico de Verhoeven establecía una distancia irónica respecto a unos personajes que era imposible tomárselos en serio. Ahora la ironía ha desaparecido casi por completo. Apenas la divertida caricatura del psiquiatra filósofo, un cruce entre el filósofo neoestalinista Zizek y Glucksmann, que se adivina que huele mal.
 
Sólo hay algo peor que una película de terror que provoque risa, y es que una combinación de sexo y crímenes provoque somnolencia. Es difícil mantener los ojos abiertos ante el histriónico y desagradable espectáculo de una Sharon Stone intentando convencer de que sigue siendo la de hace quince años. Aunque magnífica para su edad (lo demostró hace poco junto a Bill Murray en Flores rotas), resulta patética la exhibición de un lenguaje corporal exagerado, porque muestra precisamente lo contrario de lo que pretende transmitir. Al igual que Gloria Swanson en el Crepúsculo de los dioses de Billy Wilder resultaba fuera de lugar, sobre todo fuera de tiempo, cuando seducía a un joven William Holden o bajaba las escaleras con un estilo esperpéntico por anticuado, la Stone nos regala una exposición desde todos los ángulos de su cuerpo operado; lustroso, cierto, pero semejante al de muñeca hinchable reciclada.
 
En consonancia con la Stone, el resto de la película: un guión chapucero que se saca cartas de la manga como un mago de pacotilla; una fotografía de postal con la que se realiza un recorrido turístico por un Londres de diseño vanguardista, con las metáforas fálicas que no podían faltar a propósito de la torre Gherkin de Norman Foster; una exhibición de nulidad interpretativa general, encabezado por el antigalán David Morrisey. El trailer censurado en las salas cinematográficos muestra lo que hay ver. De verdad que no hay nada más.
 
La explicación de la adicción al riesgo y la megalomanía galopante de Catherine Tramell reside en que ésta odia el aburrimiento. Si es cierto, ¿por qué habrá perpetrado la Stone este engendro? Sólo nos queda una esperanza. Quizás animado por el éxito popular –ha sido la película más taquillera en España la última semana, tras Ice Age 2 y por delante de Volver– vuelva Verhoeven, para rodar el encuentro entre la asesina recauchutada y el único psiquiatra que está a la altura de su mente desquiciada y sus impulsos básicos: el doctor Hannibal Lecter. Al menos, como en Frankenstein contra Drácula, nos reiremos...
 
 
Instinto básico 2 (EEUU, Gran Bretaña, España, Alemania; 114 minutos). Dirección: Michael Caton-Jones. Guión: Leora Barish y Henry Bean. Intérpretes: Sharon Stone, David Morrissey, Charlotte Rampling, David Thewlis, Hugh Dancy, Anne Caillon, Iain Robertson, Stan Collymore. Calificación: Ridículo pseudoerótico (2/10).
 
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