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VUESTRO SEXO, HIJOS MÍOS

El pequeño gigante

Estimados copulantes: Sé que estáis deseando que os hable del pene y sus vivencias. Pero debéis tener paciencia, porque las hembras humanas han fabricado mucho más género y tengo que darle salida. Hoy voy a hablar del clítoris, y tengo rollo para más de un capítulo.

Estimados copulantes: Sé que estáis deseando que os hable del pene y sus vivencias. Pero debéis tener paciencia, porque las hembras humanas han fabricado mucho más género y tengo que darle salida. Hoy voy a hablar del clítoris, y tengo rollo para más de un capítulo.
El clítoris es el más camuflado de los órganos exteriores humanos. Tanto, que dicen que hubo caballeros que, para localizarlo, pasaron su vida errando por la vulva como quien busca el vellocino de oro y sólo se encontraron con cinco hijos. Y madres de cinco hijos que ni se enteraron de que había algo que buscar. Para el neófito desorientado, diré que el clítoris está protegido por los labios mayores y sobresale ligeramente justo en la intersección frontal de los labios menores. Y que si lo descubrís no debéis arremeter contra él como si se tratara de reventar un lobanillo.

Exteriormente sólo se percibe una parte muy pequeña del clítoris, pero interiormente su sistema nervioso y sus vasos sanguíneos se prolongan y ramifican hasta alcanzar el tamaño y la complejidad de un pene. Igual que éste, es un órgano eréctil que durante la excitación sexual se dilata porque se irrigan los dos cuerpos cavernosos que le dan consistencia. Una de sus peculiaridades consiste en que sus plexos venosos tejen un sistema de riego cerrado que mantiene durante mucho tiempo la erección después del orgasmo y provoca esa insaciabilidad femenina que se manifiesta en la capacidad para obtener orgasmos en secuencia.

El clítoris no es un órgano exclusivo de las mujeres. Las hembras de muchos mamíferos también lo tienen, aunque no parece desempeñar función sexual alguna por dos razones: la primera es que el pene no llega a estimularlo nunca y la segunda es que –salvo excepciones– las hembras no han descubierto otras alternativas. Cuando las descubren, las utilizan encantadas. Un clítoris rarísimo es el de las hienas, porque es exterior y se parece mucho a un pene. Por eso, antiguamente, se pensaba que eran animales hermafroditas. ¿Por qué concederle un clítoris gigantesco a una hembra que no sabe para qué sirve y que es montada por detrás sin que exista relación alguna entre el coito y el clítoris? Dicen que ese fenómeno tiene que ver con su sistema social –de tipo matriarcal– y la jerarquía dentro del grupo. Puede ser, pero como las hienas me caen gordas de toda la vida, no pienso gastar mis neuronas en su clítoris.

Sigmund Freud.Como sabe todo buen copulante, Freud perpetró un auténtico linchamiento del clítoris. Aseguró que no era más que un pene enano y rudimentario en el que la excitación sólo podía conducir a un placer degradado, un pálido sucedáneo del orgasmo masculino. Según él, la única utilidad del clítoris sería la de enriquecer el preámbulo amatorio con el objetivo de preparar a la mujer para que las secreciones glandulares lubricaran la vagina y se procediera, por fin, a la parte realmente madura de la relación sexual, el coito, durante el cual toda mujer en su sano juicio obtendría la auténtica recompensa en el clímax vaginal, gracias, por supuesto, al pene. Conseguir esa transferencia orgásmica, desde el clítoris hasta la vagina, era condición indispensable para llegar a la madurez y no caer en la neurosis. Lamentablemente, la mayoría de las mujeres no conseguían ajustarse a este modelo y quedaban clasificadas como pacientes neuróticas de por vida, sin serlo.

Freud dijo también que las mujeres envidiaban el pene –¡qué barbaridad!–, cuando todo el mundo sabe que las mujeres sólo envidiamos lo que tienen otras mujeres, a saber: joyas, tetas, novio, plaza de funcionaria o ministra, asistenta y todo eso, aunque quizá no en ese orden. Para acabar de arreglarlo, declaró que las mujeres tenían complejo de castración y otras simplezas más propias de un alcornoque que de la lumbrera que se suponía que era. Muy mal. Al rincón y de rodillas.

Kinsey fue el primer científico en revestir el clítoris de dignidad. Sus estudios incluyeron trabajos de laboratorio con voluntarias y los resultados le hicieron abandonar la idea de la obligatoriedad de la transferencia del placer desde el clítoris a la vagina. A partir de entonces, la investigación sexual ha incluido el testimonio de las mujeres, y eso ha ayudado a interpretar la respuesta sexual femenina.

Master y Johnson acreditaron la supremacía del clítoris sobre la vagina como órgano de placer y mantuvieron que todos los orgasmos femeninos se producían mediante y exclusivamente por la estimulación del clítoris, cosa que, a día de hoy, está todavía por ver y se sigue discutiendo. Hablaremos de ello más adelante. Sin embargo, esta pareja de investigadores, buena gente, por otra parte, se empeñaron en esa utopía de que el pene y el clítoris son complementarios y el primero está diseñado para excitar al segundo durante el coito y producir el orgasmo femenino. Merece la pena transcribir la descripción de cómo se las arregla el pene, porque es genial. Sólo por eso, los amo:
Una tracción mecánica se desarrolla a ambos lados del prepucio clítorídeo (...) subsiguiente a la distensión, por el pene, del orificio vaginal. Mediante la activa acometida peneal, el cuerpo clitorídeo es estirado hacia abajo, en dirección a la región pudenda, debido a la tracción ejercida en las alas de la cubierta clitorídea... Cuando el vástago peneal se encuentra en la fase de retirada del toque coital activo, la tracción sobre la cubierta clitorídea se alivia en cierto modo, y el cuerpo clitorídeo y el glande retornan a la posición normal... El movimiento rítmico del cuerpo clitorídeo en conjunción con el toque activo peneal produce un significativo estímulo clitorídeo indirecto o secundario (William Masters y Virginia Johnson, "Human Sexual Response". Tomado del Informe Hite).
El mecanismo que sugieren me recuerda muchísimo a los dibujos de los grandes inventos del profesor Franz de Copenhague que salían en el TBO, en los que, por ejemplo, aparecía un engranaje accionado por una cadena conectada con una vela que, al quemar una correa de transmisión, disparaba un muelle sujeto a una bota y le pegaba una patada en el culo a un ladrón que entraba por la ventana. Queridos míos: no sé a vosotros, pero a mí me cuesta trabajo creer que, si era imprescindible producir un orgasmo femenino, la evolución o el Divino Arquitecto se decantaran por un mecanismo tan estrambótico ideado ex profeso para dos órganos que se supone que son complementarios. Sobre todo porque falla, falla y falla. Vosotros me diréis que, a veces, no falla, y tendréis razón. A veces, se le piden peras al olmo... ¡y va el olmo y, hala, te las da!
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